La muy triste noticia del fallecimiento de la baterista, cofundadora junto a su pareja del grupo desde 1993, y cantante de «Low», Mimi Parker, deja a la escena independiente musical de las últimas décadas con una herida muy complicada de cerrar. Tarea casi imposible de solucionar, cuando el grupo de Duluth, Minnesota, había creado, no sólo un sello distintivo de hacer música, sino varios álbumes que forman un pilar en el «slowcore» para a música popular de nuestro tiempo. Referencia ineludible de un género que no alcanzaba a todo el público ( sus dos últimos trabajos, más ásperos, incluso para sus seguidores), las canciones de «Low» te atrapaban a la primera escucha; por su misticismo, su circular sonido envolvente y la religiosidad de su mensaje.
El amor como punto de partida y final del camino de un deseo que nace del espíritu de crear canciones que experimentaban sobre sonidos de bajo oscuros, las pequeñas escobillas que arañaban los tambores, las guitarras distorsionadas y los arreglos taciturnos. El rock como pauta de título; las letras como apoyo. La atmósfera como funda; el mensaje como fin. Y entre todo ello, la inmensa voz de Mimi Parker. Que se abría como una luz infinita entre esa niebla. La ausencia de Parker deja un vacío que se antoja imposible de cubrir. Porque el grupo es una referencia; desde ahora, un punto de partida. La música de 2022 ha sufrido un golpe de un millón de átomos de tristeza. Toc, toc, ¿es usted el amor?. Pues lo siento mucho. A ver ahora cómo solucionamos esto. Porque ella estará jugando por algún lado entre las nubes. Y aquí abajo, las sombras se han hecho más oscuras.