«Bros»: Cierra la boca y hazme sonreir

«Bros»,dirigida por Nicolas Stoller, puede partir como la comedia romántica LGTBI de la temporada. O así se puede vender. Como también, como la «bienintencionada» comedia romántica gay para todos los públicos; mensaje que se escucha en uno de los diálogos de la película, con disimulada indirecta hacia su mensaje. Y sería una película fácil de ver, no hay más que observar el rostro y cuerpo de Luke Macfarlane para darse cuenta de ello, si no fuera por el insoportable papel de su pareja protagonista. Un cargante y redicho hombre, de vuelta de la vida y lo que tiene cerca, quejica y terriblemente hablador, que carga contra todo y todos; lo que provoca que a la película le sobren diálogos por todas partes, sobre todo porque se repiten los mensajes.

Está bien eso de defender los derechos, las formas, el que no todos somos así y no se puede generalizar, y, bla,bla,bla…, pero repetírtelo cien veces, agota. No quiere cargar las tintas y proclamar el autofingido drama de estar sometidos a estándares impuestos y se cae en proclamas mucho más insustanciales y, sobre todo, alejadas de la realidad. Supongo, y espero, que esas formas han sido las de hacer una película al gusto de todos, con un «happy end» suave y consolador; una vía de escape y un «filme tranquilizador». Y la película gana enteros cuando se acerca más a Judd Apatow que a «Sexo en Nueva York». Pero sí, le sobra pluma y le falta garra.

Esa que no hubiéramos echado de menos si todo se hubiera acercado más a «El rey del barrio» y no a una Sarah Jessica Parker, después de haberse tragado una caja de mazapanes adornada con swarovskis. «Bros» no es la película «gayfriendly» de la temporada. Y, mucho menos, cuando uno está disfrutando, estos días, de la seca brutalidad de un huracán llamado «Gangs of London», cuya segunda temporada arrasa con todo lo que tiene delante. El resto, a su lado, son chucherías.