Guillermo del Toro en la estela de Tim Burton

Durante mucho tiempo Guillermo del Toro me pareció el director más estimulante del panorama internacional porque tenía un universo propio donde temática y estética eran coherentes. Pero han ido pasando los años y compruebo que su talento se va desdibujando y ha perdido fuelle, quedándose solo con la estética y cierto recuerdo a sus obras cuando de verdad estuvo inspirado.  La perdida de punch era muy evidente en El callejón de las almas perdidas (su última peli) pero en la serie que acaba de producir para Netflix ya es un clamor y eso que él no es el responsable directo de los episodios.

 

A «El Gabinete de curiosidades» al menos se le agradece una falta de pretenciosidad que roza el cutrerío y abraza la serie B  sin complejos.  No aspira a cambiar la historia de la TV y  tampoco hubiera podido porque el formato no es novedoso y remite a otros clásicos televisivos que ya hicieron un intento de recopilar cuentos  de terror auto-conclusivos . Muy rápido vienen a la mente otras series como Historias de la cripta pasando por Historias para no dormir y llegando a La dimensión desconocida, aunque mucho me temo que el nuevo proyecto del mexicano no será tan recordado en un futuro como los ejemplos que acabo de poner ya que hay varios defectos que  juegan en su contra.

El más notorio es la duración de algunos episodios a los que fácilmente les sobra la mitad del metraje. Si todos hubieran tenido los 30 minutos del primer capítulo (que sin ser la bicoca se merienda en un periquete)  tal vez no estaría yo aquí despotricando, pero no es el caso y varios se me hicieron eternos, redundantes y lo peor,  soporíferos.

 

 

Para la serie se buscaron a directores con cierto prestigio y la inspiración en el universo de Lovecraft sobrevuela la mayoría de historias pero de poco les ha servido. De hecho, me pregunto de manera muy seria si es necesario que  todos los monstruos de cada capítulo deben tener tentáculos de la boca para que se vea la superinfluencia de Lovecraft, porque lo que debería ser un homenaje se convierte en un coñazo y encima superficial que no salva la función.  Seguramente ahí está el problema; los guiones y las historias son muy poca cosa y las sorpresas escasean. Se echa de menos el riesgo, más personalidad y caminos menos trillados como para que merezca la pena el esfuerzo de ver los ocho episodios.