Existe aún un pequeño resquicio en el lenguaje que los heterosexuales mal y bienintencionados utilizan para mostrar su apoyo y simpatía hacia el colectivo homosexual y del que, incomprensiblemente, aún no nos hemos librado. No es que tenga un carácter peyorativo, es que es simple y llanamente erróneo: lo de la “elección” sexual.
Declaraciones recientes de Rafael Amargo y Coque Malla respectivamente:
Cuántas veces hemos oído a más de un hetero (y a más de un gay, por cierto) referirse a la condición u orientación sexual como elección… Cuando lo cierto es que pocas cosas de nuestra naturaleza como seres humanos están menos sometidas a la elección consciente que la sexualidad.
Cuando a la edad de 5 años empecé a sentir atracción por los chicos no elegí que me atrayera el sexo masculino, simplemente me atraían los hombres y no las mujeres. No fue objeto de una elección ni consciente ni inconsciente.
Un hombre desnudo y atractivo siempre me ha excitado, una mujer desnuda y atractiva jamás. Si hiciera el esfuerzo de elegir que una mujer me gustase, me sintiera tan atraído como para besarla y acostarme con ella (por no hablar de comenzar una relación formal) hubiera hecho alguna vez esa “elección” para demostrarme a mí mismo que tengo esa capacidad y esa libertad de la que tanto gusta hablar a muchos.
¿Vosotros creéis que si los homosexuales que han sido objeto de burla y agresión física y que han tenido que soportar trances muy dolorosos, hubieran podido elegir no sentirse atraídos por su propio sexo y sí por el opuesto no lo hubieran hecho para evitarse tanto sufrimiento?
Eso es porque hay algo más fuerte que la elección consciente, algo que tira de uno y que le lleva a querer acostarse con personas de su mismo sexo por muy adversas que sean las circunstancias que lo rodean. Y pongo como ejemplo los miles de gays y lesbianas que, a pesar de la represión de gobiernos como el ruso o el checheno, seguirán sintiéndose atraídos por personas de su mismo sexo, querrán verlas, tocarlas, besarlas, acostarse con ellas y tenerlas lo más cerca posible asumiendo el riesgo de que los pillen, los encarcelen, les den una paliza o incluso los ejecuten públicamente en la plaza mayor.
A mí me encantaría poder elegir en ciertos momentos de mi vida sentirme atraído sexualmente por mujeres a las que amo. Adoro a las mujeres y sería maravilloso tener sexo con algunas que me han gustado mucho. Lo he intentado hasta en tres ocasiones, pero, hablando claro, no me he excitado, no me he empalmado. Y aunque puede que haya otros indicativos de atracción sexual más allá de una erección, para mí, a día de hoy el deseo sexual se manifiesta básicamente en que se te ponga dura o en que ardas de deseo cuando tienes a la otra persona desnuda tocando tu piel desnuda.
En resumen, lo de hacer uso del término “elección” tampoco es del todo peyorativo porque, de igual modo, uno es libre de elegir, si tiene esa capacidad (de la que yo y decenas de gays a los que conozco carecemos), con quién quiere acostarse, sea del sexo que sea. Pero la realidad es otra muy distinta y los casos en los que se suele hablar de elección para referirse a orientación o condición sexual se refieren a relaciones homosexuales o bisexuales.
Es en el lenguaje donde empieza todo y de donde brota también la confusión. Es lo que da lugar a ese sanbenito con el que cargamos los gays y lesbianas de que nos acostamos con personas del mismo sexo para llevar la contraria, para experimentar o porque nuestro vicio sexual no entiende de sexos. Porque elegimos hacerlo, vaya. Que, repito, si lo hiciéramos movidos por cualquiera de esas intenciones, sería igual de lícito y a nadie debería importarle, pero, sirva esto para desmentir el mito de la “elección”: no he conocido a un solo gay o lesbiana que haya elegido sentirse atraído por personas de su mismo sexo.
Incluyeme entre los que no han elegido nada, y que seguramente en la adolescencia habria»elegido» otra cosa.