Quedaron atrás esos días en los que se anunciaban las nuevas canciones de los reyes de la música de baile en los 90. Había donde elegir. De la electrónica minimalista de Orbital, que entregó su obra maestra,»In sides» allá por 1996, pasando por la orfebrería pluscuamperfecta del rock pisado y derretido en asfalto de electrónica armada de The Chemical Brothers para su «Exit Planet Dust», en 1995. O la arrolladora presencia de unos olvidados Leftfield, donde mezclaban sonidos tribales (impresionante su estratosférica «Afro-Left») con el house progresivo, el dub y el reggae. Otros, como los Frrestylers, por su parte, revitalizaron a su manera el hip-hop a base de sonidos de bajo y contundentes golpes de efecto, además de sorprendentes cambios de ritmo en su mejor trabajo, «We rock hard», su primer álbum, en 1998. El Reino Unido era el templo de la fiesta. O no tanto. Porque en 1993 había nacido el duo francés Daft Punk.
A partir de entonces, el «French house» y el Synth-pop darían un nuevo nombre al movimiento house y disco-pop de la década de los 90. «Homework», publicado en 1997 fue su buque insignia. Acid, funk y techno en su máxima expresión: volcando las voces en histriónicos y repetitivos sonidos de vocoder, para apuntalar, sin remedio, un futuro que (también) pasaba por sus cascos. Guy- Manuel de Homem-Christo y Thomas Bangalter escondían sus cabezas tras esas corazas magnéticas. A Burial no se le ve ni la sombra, y es otro de los grandes. Llegó la hora de poner punto final. Es el fin de una era; no cabe duda. Pero si Notre Dame renace de sus cenizas…, escucharemos una y otra vez «One more time», tanto como esa repetición incandescente que producía el eco incesante de «Around the world». Ya lo contaron otros que también echamos mucho de menos. LCD Soundsystem, en 2005, quienes les homenajearon con su «Daft punk is playing at my house». No quedan las cenizas del pasado. Permanecen las firmes paredes de nuestro pasado reciente.
Es posible que One More Time sea una de las canciones que más he escuchao en mi vida y el Discovery, un disco que llegué a rayar tanto, que me lo tuve que comprar dos veces.
Yo siempre me quedaré con sus guiños al tataratararatatarabuelo del techno: Johan Sebastian Bach. Pero no me duelen tintas al decir que sus últimos lanzamientos me decepcionaron mucho. Ahora deberían dar la campanada final y quitarse los cascos de una vez.