Está visto. Cada tres o cuatro años, a los «sabios» del Festival de Cannes les da por premiar ese cine arriesgado, a contracorriente, valiente, que sacude conciencias,indomable, etc,…lo cual se traduce en (y agárrense fuerte al árbol que más cerca tengan): película infumable, tostón del año, no hay por dónde pillar esto, o soy yo o me están tomando el pelo. Es decir, que la pesadilla es peor que intentar tragarse un especial del Cahiers du Cinema dedicado a la pesca de los esquimales en la tundra ártica. Esta vez le ha tocado a una cosa que se dice llamar «Titane», de la directora francesa Julia Ducournau, que tuve la suerte (como lotería encontrada en la cesta de calzoncillos del Decathlon) de toparme en la plataforma Amazon Prime. Bendito el día.
Esta reliquia, tótem del nuevo cine que remueve conciencias, a la sazón, abanderada de la lista de Mejores Películas de 2021, trata sobre una mujer que de niña tuvo un accidente de coche. Los médicos no tuvieron mejor idea que implantarle un chip de titanio estropeando a un lado de la cabeza, traído del HAL 9000 de la peli de Kubrick, cuando era el dios orgásmico de los ordenadores del universo. Es decir, de cuando, en lugar de tomarle el pelo al astronauta, se lo montaba con los scalextric y los comecocos. Total, que a la joven en cuestión, cuando se hace mayor y tiene dos dedos de frente (?), le da por quedarse embarazada de un coche. Así, como lo lees: de toma pan y moja. La leche.
Claro que, por suerte, no se queda embarazada de un patinete, dado que podría parir un collar de cuentas de la comunión de Dolce & Gabbana. No. Alexia, que así se llama la chica, se dedica al festín gore, que rima con suerte. A todo esto, aparece por ahí, como quien no quiere la cosa, un tipo que dice ser su padre, y que se pincha en el culo algo que le vuelve más tarado de lo que está. Ale, y ya que estamos todos, acabamos con el disparate. Ella, claro, a esas alturas, en lugar de sangre tiene «3 en 1» y todo fluye como muy normal, oye. Y así las cosas, cada cual a lo suyo. Que si os encanta, pues que me alegro un montón; pero no contéis conmigo en vuestras fiestas a lo «holy motors» de ahora en adelante. Que llaméis antes al Apichatpong Weerasethakul y sus mejores amiguitos del bosque de Tailandia y hacéis todos una guerra de almohadas. Tan felices.