El hecho de que algunos gobiernos europeos comiencen a tomar verdaderas medidas contra el feo asunto de las terapias de conversión, nos hace ver un poco de luz al final de la caverna en la que están tratando de encerrarnos esos grupos de extremademencia que se extienden como la peste bubónica hace siete siglos.
Ya hemos hablado bastante, aunque nunca suficientemente, de la fijación que ciertos animales bípedos tienen respecto de la identidad sexual de las personas y su afán por retorcerla para cambiarla según sus paranoias.
Pues bien, la pasada primavera el Ministerio de salud Aleman puso en marcha una comisión para analizar estas terapias que pretenden revertir la esencia sexual de las personas LGTBI, sobre todo en los menores de edad.
Los resultados obtenidos indican que la efectividad de tales prácticas es indemostrable y su objetivo final es reprimir la sexualidad de las personas, sobre todo cuando se dirigen a niños y adolescentes. Además, los médicos alertan de que los métodos que se utilizan son mentalmente abusivos y pueden provocar depresión, trastornos de ansiedad y riesgo de suicidio.
Tras estas conclusiones, el propio ministro -gay sin complejos- ha presentado un proyecto de ley para erradicar tales tratamientos prohibiendo completamente su aplicación a menores de edad bajo ningún concepto: sea por decisión parental, por prescripción facultativa o por leches en vinagre.
Hay alguna sombra como que los menores entre 16 y 18 años podrían someterse a esa terapia siempre que el profesional demostrase que el paciente comprende las implicaciones y los riesgos del tratamiento. Mal asunto, pero menos es nada.
Los mayores de edad sí podrán hacer lo que quieran con su sexualidad siempre que no sea bajo engaños, coacciones u otras prácticas de presión.
En cualquier caso, se aplicarán sanciones económicas e incluso penas de prisión.
Este ministro dice abiertamente que ser LGTBI no es una enfermedad y quiere lanzar un mensaje de normalidad respecto de la identidad sexual: “estás bien tal como estás”
Y es que en Alemania se manejan cifras de un millar de casos al año de personas sometidas a esta clase de prácticas por presuntos terapeutas y, lo que es peor, por religiosos.
Eso sí, mientras tanto en Españistán se permiten barbaridades como la que han perpetrado en la Taifa de Mursiya
¿Qué hace falta para que se tomen medidas contra estas burradas en nuestro país? ¿Una oleada de suicidios entre niños y adolescentes?
¿¿Esto no es un chiringuito ideológico?? La madre que los parió…
Hola Diego ¿a quien te refieres cuando dices «esto»?
Saludos.