No sé si las expectativas están tan altas que, cuando los seguidores de Pixar supimos de la compra de Disney, haciendo de aquella una subsidiaria, pensamos en que muchas cosas se perderían. Es decir, más blandengue y menos ironía. Igual, por eso, cuando se observa el corto -¡de 20 interminables minutos!-, «Frozen: Una aventura de Olaf», (cuando antes los cortos eran toda una invitación al festín), ahora una insulsa, banal e innecesaria historia, uno se echa a temblar. Y, como Disney no son un atajos de necios, retiran el corto y el cuento se ha terminado. Adiós a Olaf y sus princesitas melifluas. El primer corto de Walt Disney que precede a una película de Pixar y el fracaso ha sido monumental. Tampoco el corto es tan malo, sólo que es insustancial. Ni más ni menos que eso.
«Coco«, por supuesto, es otra cosa. A las primeras de cambio se observa el millón de colores, las sucesivas acciones en profundidad de campo y los diálogos veloces, correlativo a una acción sin descanso. El plano se mueve como si una cámara hiciera un travelling que dispara a los personajes a ese mundo de ojos como espejos, y detalles que , aunque veas sus películas una y mil veces, se te escapan. Aquí, las arrugas en la piel de la anciana son más que sorprendentes (mamá Coco).
Como era de esperar, la respuesta del público ante tal alarde de virtuosismo visual es de rendición incondicional.
Por mi parte, sin posicionarme en contra de la (demasiado) ecuánime respuesta de sus seguidores, la película carece de algunos puntos que echo de menos del universo Pixar.
Lo primero, unos secundarios más radiantes. Con más humor. En «Coco«, el perro (Dante) es sólo un perro. En «Toy Story» hubiera sido otra cosa. A los personajes de la Tierra de los muertos se les podía haber sacado más provecho; y sólo destacan el protagonista principal y el personaje de Héctor.
La acción, hacia el clímax final, no deja de ser entretenida pero sin la chispa y los golpes de efecto de lo mejor de Pixar. Cierto que el tema que trata es peliagudo. Un hombre abandona a su familia por su pasión; la música. A ver cómo solucionas eso. Por un eficaz golpe de guión, su última media hora eleva notablemente su nivel hasta conseguir la lágrima. El bueno se vuelve malo, el héroe no es tan héroe como parecía; y triunfan la humildad y, por supuesto, la justicia. Y ante todo, el recuerdo, tema principal de la película.
Sin tratar de profundizar en tantos mensajes, «¡Canta!» de Garth Jennings y Christophe Lourdelet (2016) era otra más que estimable película de animación, quizá más fácil de ver y liviana, pero igual de efectiva.
En definitiva, «Coco» mantiene la cota de calidad de Pixar, cumpliendo pero no sorprendiendo. No es poco ni mucho. No le pedimos menos, pero….a veces, sí, algo más. Más mala leche.
A mí me gustó mucho Coco. Sin embargo, yo también esperaba más como tú. Pero el tema está tratado con mucho respeto y de acuerdo a la psicología de los niños y su cultura.