Basada en la novela gráfica del mismo título de Paco Roca,-del cual la gente que me rodea habla maravillas-, y rodada en la casa original del dibujante en Olocau (Valencia), «La casa» es una emotiva, agridulce, veraz, directa y memorable película que no sólo trata de los sentimientos, más bien de los detalles que hacen que las cosas que nos rodean perduren en la memoria. Son ese árbol, la naranja, el «tragadiscos», la persiana atascada y las firmas en el cemento, algunos de los muchos detalles que conforman el pasado de muchas vidas que partirán desde cero cuando sus inquilinos desaparezcan (ese regalo de la ex al padre, abandonado sin gesto en una balda del salón). E igual vuelvan otros, solitarios o no, y sumen recuerdos distintos a las mismas paredes.
En la memoria que se apaga (un padre, su mujer) y en lo que dejan los restos de esas astillas en las paredes, el cemento, la tierra, los árboles y los frutos que estos crean; como un renacer cíclico de esos momentos que luchan por no querer perderse. La película, otra vez, si habla de la pérdida, es más bien de la lucha del tiempo contra lo que debemos defender para no abandonarlo definitivamente. Esa casa, que simboliza una tumba de recuerdos, sólo se mantiene viva mientras esos protagonistas están allí. Y hacer que los recuerdos del presente se nos transmitan de forma extraordinaria es fruto del realizador. La edad, la vejez y la juventud. Montoya hace una curvilínea de personajes magistral; rodeando sus personalidades hasta llegar a comunicar el rencor, la duda y el sentido de la responsabilidad (además de un indisimulado orgullo) que llega a vencer la lágrima.
Con una dirección actoral fuera de lo común, que me hacía recordar a los mejores momentos del cine de Cesc Gay, Álex Montoya ha dibujado en pantalla un óleo de pigmentos de mil colores y miradas, convirtiendo su obra en un sorprendente lienzo que debe ser correspondido por el espectador como se merece. Si hay que destacar algo más, sería (sin desmerecer al resto), el trabajo de Óscar de la Fuente. Si nada se lo impide, deberían empezar a lloverle premios por su enorme trabajo,-abran la página de los próximos Goya-. Con el apoyo de la luminosidad de Olivia Molina, «La casa» es una película a la que no le falta ni sobra nada. El cine español, junto con «La estrella azul», se ve obligado a pasar por el listón incontestable de estas dos grandes obras este año. Sobresaliente altísimo.