A muchos de los directores de hoy en día no les da ningún pudor mantenernos cerca de las tres horas sentados en una butaca. Quedan lejos los tiempos en los que en hora y media, la síntesis y el ritmo iban de la mano. Salías del cine con esa sensación de que a lo que habías visto no le faltaba ni sobraba un plano. Ahora más bien, al salir, comentas con tus acompañantes (la más de las veces), eso que se dice: «la primera parte de la película me ha gustado, pero después me he aburrido», como si una película estuviera cortada en partes, según te mantenga más o menos atento a la pantalla. En dos horas y media, o más, le da tiempo al cerebro a desconectar si es que el director no consigue un interés (para tí)medianamente interesante. Esa parte de lo entretenido o no, entra dentro del carácter subjetivo de cada cual. Así como el término «pretencioso» y «sobrevalorado».

¿Qué es una película sobrevalorada?¿quién rige las normas para que una película esté sobrevalorada o no?, ¿cien, veinte personas, uno mismo?. El término «sobrevalorado» carece de significado en sí mismo cuando lo aplicamos a una imagen que es susceptible de ser analizada por la opinión pública. Cualquiera que sea la obra en cuestión. Con las series, (en muchos casos, a costa de los beneficios que obtengan), se consigue un resultado que en muchas ocasiones es poco proporcional a su calidad. Y gracias a la respuesta de la audiencia, una serie que podría finiquitarse en una temporada, se alarga hasta que sus dueños la den por terminada o las audiencias se aburran y no respondan. Por poner un caso, así ocurre con «El cuento de la criada», que estaba pensada para que finalizara con una temporada, y creo que el martirio distópico sigue su curso. Es complicado acertar, a costa de los gustos de cada cual, con una serie o miniserie (en este caso da igual la cantidad de episodios), cuya solución final sea equiparable al resultado que se obtendría con el de una película (más o menos) admirable. Todo bajo un consenso, digámoslo así, nada arbitrario. En este sentido, podríamos enmarcar series como «The Wire», «Breaking Bad», «A dos metros bajo tierra», «Los Soprano» o, más recientemente «Fleabag» y «The Bear». No es cuestionable que, por poner otro ejemplo, la labor de Alberto San Juan en la elegante serie «Cristobal Balenciaga» sea extraordinaria.

Aquí habría un consenso, por lo menos, rozando la unanimidad. No se sabe si ha llegado el momento o estará cerca en el que las series dejarán de regirse por estándares de calidad, ajenos a no perder una cuota de espectadores, a costa de líneas de calidad incuestionables. Incuestionables para productores o para el espectador, por supuesto. Porque, ¿quién marca las normas?, ¿la cantidad de espectadores, que quiere decir con ello que una serie es buena (?)o sus responsables que decidan terminarla en el momento adecuado?. La pregunta queda sin responder hasta que el sistema y la manera de ver televisión cambie. De lo que no hay duda es que nunca ha caminado tan rápido la forma de ver la programación en televisión. Lo que no sabemos aún es hasta dónde llegará, de rápido y de agotamiento. El cine, mientras tanto, se defiende entre lo comercial,el cine de autor y la fidelidad del gusto del espectador asiduo. La televisión es un soporte nómada. El cine está menos atento al riesgo. Las pantallas no son las mismas, y el cine queda sometido cada vez más a los estrenos de películas en streaming antes que en salas, inmediatamente después o, aún peor, sin estrenarse en pantalla grande. Aún así, nos congratulamos en que siga vivo y peleando bajo el signo de los tiempos.
Pues llevas todas la razón… Hay que saber parar cuando ya se ha dicho lo que se tenía que decir y no exprimir más la trama porque ta llega a aburrir. Gracias