No suelo escribir sobre cine, pues mis opiniones suelen se bastante discordantes con las del resto de la gente, pero esta vez voy a comentar la última producción de Alejandro Amenábar, quien siempre me dejó bastante tibio tras sus primeras obras.
“El Cautivo” es un trabajo interesante, pues retrata un periodo de la vida del escritor más universal que jamás hubo en nuestra cultura siendo, a su vez, uno de los que cuenta con la vida más turbulenta, si nos ceñimos a las biografías que nos han llegado.
La película esta perfectamente ambientada, si bien no utiliza del todo la dialéctica y retórica de su momento, cosa que posiblemente la hubiese hecho pesada de digerir, pues son 133 minutos de duración que, personalmente, no se me hicieron largos.

Los personajes son muy fieles a la historia conocida, y cumplen su papel divinamente desde el protagonista hasta el último de los figurantes. Las localizaciones tambien son realmente buenas, todas en España, además, aunque ha sido inevitable acudir a la recreación artificial en algunos casos. Pocos, afortunadamente. En estos aspectos les doy un ‘magna cum laude’ a título personal, pues yo no soy quién para otorgar tal calificación ni sentar cátedra. En cuanto a la banda sonora, muy buena tambien, aunque casi pasa desapercibida por la intensidad de la propia historia, al menos yo lo he percibido así.

Pero vamos al Aunque del título. Esta película, aparte de las peripecias de un indomable Miguel de Cervantes, gira en torno a la presunta relación que se estableció entre Hassan Bajá, el virrey de Argel bajo el imperio otomano, captor y dueño de la vida de sus rehenes, y nuestro atractivo protagonista (muy acertada la elección de Julio Peña) apresado por piratas cuando estaba a punto de llegar a la actual Costa Brava desde Italia, y trasladado a Argel para su venta como esclavo, aunque su destino fuera otro al portar cartas de recomendación del propio Juan de Austria.

Cuando hablo de presunta relación lo hago porque no existe mención ni prueba de tal suceso, vacío creado por obra y gracia de la todopoderosa iglesia, quien ha procurado depurar de los anales de nuestra historia toda referencia a las relaciones contra natura, a pesar de su evidente existencia.
Y es aquí donde Amenábar se concede la licencia poética, o no tanto, de establecer un vínculo amoroso muy pasional entre el Bajá y Cervantes, asunto que hace nuestras delicias.

El caso es que esta clase de relación ya la hemos visto antes ¿verdad? Primero en “Las Mil y Una Noches” un anónimo y antiquísimo conjunto de cuentos donde la cautiva Scheherezade encandila a un cruel sultán para que no la de muerte tras yacer con él, como hacia con todas sus amantes, a cambio de que ésta le narrase una historia maravillosa cada noche. Estamos ante el germen de muchísimos cuentos ‘orientales’ que hemos conocido, aunque siempre bajo el yugo heteronormativo.
De otro lado, quienes tenemos cierto interés por la historia, sabemos que entre las posesiones de muchos nobles y acaudalados musulmanes existían serrallos tanto femeninos como masculinos, de modo que ¿por qué no iban a existir relaciones homosexuales durante los periodos de dominación islámica? Y oigan, que tambien se daban entre ‘la cristiandad’ (Enrique IV ‘el impotente’, por ejemplo).
Pues aparte de las historias de Scheherezade, existe un libro de cuentos, ubicado en la Edad Media y en la Taifa de Mursiya, que ya nos presentó las vicisitudes de un siervo, cautivo y cristiano, que llegó a un acuerdo con el hijo de un Visir, encaprichado del prisionero. Según el pacto, el esclavo sería relevado de los trabajos propios de su cautiverio, para convertirse en su copero personal (tambien el noble musulmán bebe vino en esa historia) y, además, obtendría la manumisión siempre y cuando sorprendiese a su captor con un relato fabuloso cada anochecer. Paulatinamente, el hosco siervo y su amo irían sublimando la relación hasta llegar al amor más intenso.

Ese libro se llama “Ahmar”, es obra de Jan J. Martí, se publicó en 2021 y, en su primer capítulo, presenta la mencionada historia que se va desarrollando y entretejiendo hasta casi el último renglón.
La verdad verdadera: es una agradable coincidencia que se traten estas antiguas leyendas y sus relaciones de un modo tan natural y, sobre todo, en el tono que lo han hecho tanto Amenábar como Jan.
Y poco mas voy a añadir, solo recomendar tanto la película como el libro, no os van a defraudar.


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