«Dahmer»: la banalidad del mal

Sin duda Monstruo: La historia de Jeffrey Dahmer es una de las series del año. Ha conseguido audiencias increíbles para Netflix, ha puesto en boca de todos los asesinatos del carnicero de Milwaukee hasta la frivolidad  de hacer una fiesta con algo tan reciente…

 

Ha cambiado costumbres y ya no aceptas una invitación a bebida en la casa de un extraño ni loca, ha convertido el disfraz del asesino múltiple en objeto de prohibición para este próximo Halloween y ha hecho que los familiares de las víctimas pongan el grito en el cielo. Casi na.

De todo este ruido quedará  la resurrección artística del hacedor de series Ryan Murphy, ese señor de grandes ideas que desperdicia con excesos variados, idas de olla, guiones absurdos  y demás tics. Mira que con las primeras temporadas de Glee estuvo chisposo,  con El Asesinato de Gianni Versace acertó, con alguna temporada de American Horror Story estuvo glorioso y alcanzó el techo con FEUD. Pero fue firmar contrato millonario con la plataforma Netflix y su creatividad se esfumó o más bien su sentido del ridículo, porque vaya truños y nimiedades ha enlazado. Pero entonces llegó Dahmer y hemos vuelto a recuperar la fe.

También hemos aprendido que la sociedad EEUU está profundamente enferma de racismo y homofobia, que algo debe ocurrir en lo profundo de un país que colecciona asesinos en serie y matanzas en institutos. Además, va necesitando de una limpieza muy profunda en las fuerzas policiales que cometen toda clase de barrabasadas y errores de bulto, como las que permitieron a Jeffrey Dahmer cometer diecisiete asesinatos a lo largo de los años sin que le pasara nada.

Pese a los antecedentes penales, su expulsión del ejercito por alcohólico, varios encuentros con la policía o las llamadas de vecinos alertando de qué pasaba algo raro que fueron ignoradas. Ya lo dijo el propio asesino…

               «Lo hice porque era muy fácil»

Ahí el punto de vista de Murphy aporta novedades y luz a una serie oscura y sombría, que te remueve como pocas desde un primer episodio que se convierte en una tortura horrible de soportar. Y eso que no sale una gota de sangre, que mira que se podían haber regodeado en lo gore teniendo en cuenta el material con el que trabajaban.

Para mí lo más espeluznante es la representación del asesino como un pobre ser que roza lo bordeline y que nadie hubiera tomado por un caníbal que despedaza a sus víctimas y los hierve, les echa ácido, trata de librarse de algunos trozos por el desagüe y guarda huesos de recuerdo. Un angelito.  La maestría de Evan Peters para hacerse con el personaje y merecedor de todos los premios es incuestionable. Buena suerte tiene el señor Murply de poder contar con un actor fetiche como Peters, un tipo muy dotado para papeles turbios y oscuros que aquí toca el cielo de la interpretación y cualquier que haya visto documentales del Dahmer, lo sabe. Desde la forma de andar con los brazos rectos o el habla de atontado pasando por la manera de emborracharse tan real, el ejercicio de interpretación es alucinante y no arrasará en los premios porque un personaje de este tipo es difícil de premiar.

 

Peters hace fácil de entender la apariencia inofensiva de un  Dahmer con pocas luces, pero las suficientes para usar los huecos que una sociedad, en una urbe decadente y llena de agujeros legales que le permitieron asesinar a sus anchas.  Que el asesino múltiple no sea un lumbreras es lo que da más puto miedo porque demuestra que no hace falta ser inteligentísimo como Lecter ni complejo como el asesino del Zodiaco para asesinar mucho, porque  si vas de mosquita muerta puedes matar mucho más. Por eso sus asesinatos están desprovistos de glamour,  son sucios, tristes y sobre todo, muy cutres.

En cambio en la serie la dignidad la aportan las víctimas y la capacidad de los creadores para que nos pongamos en su piel y en sus últimos instantes de vida, a destacar el episodio de Tony Hughes.  Por eso no entiendo muy bien la polémica de los familiares con la serie si precisamente el cuidado y el mimo con el que se retrata a las víctimas es exquisito, pero supongo que el dolor es libre y quién soy yo para criticarles. En definitiva, no sé si es una serie que recomendaría (no quiero que me odien) pero sí tengo claro que estará entre las mejores del año por su calidad indiscutible (pese a que los tres últimos episodios son muy reiterativos) y va a pervivir durante mucho tiempo gracias a la moda y a las imitaciones que vendrán después.

1 comentario en “«Dahmer»: la banalidad del mal”

  1. Estoy convencido, tras ver la serie y leer más info de estos casos, que la polémica no ha sido suscitada tanto por los familiares de las víctimas como por la policía.

    Para reflexionar, que diría la Noemí Argüelles…

    Por lo demás, totalmente de acuerdo en la calidad de la ejecución de la serie, especialmente la narrativa y la fotografía.

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