En el mundo del cine y de las series se pueden encontrar fácilmente dos subgéneros que atañen a la gente rica y que los retrata de esa manera, un poco a brochazos. Por un lado están los ricos en crisis (en este caso suelen ser principalmente mujeres) que para superar el divorcio se van al Himalaya y allí, tras tener una visión mística encima de una cabra tibetana, entienden que la riqueza no los hará más felices. Luego se retiran a meditar a un resort de lujo en la Polinesia, donde conocerán a un joven arquitecto millonario, también poeta y medalla de oro en natación, que le robará el corazón y la llevarán de viaje a la Toscana donde por sorpresa le pedirá matrimonio con un anillo de trescientos cuarenta y dos quilates.
El otro subgénero para ricos se dedica (básicamente) a echarse unas risas alrededor de sus neuronas averiadas, sus absurdos problemas aburridos del primer mundo y las costumbres de la gente que nunca tuvo que calentarse la cabeza para llevar el pan a su mesa (porque siempre estuvo puesto y de todas maneras, ellos preferían caviar). El tema es muy facilón si no se sabe llevar con gracia y hay cienes y cienes de ejemplos que lo demuestran. Sin embargo, no es el caso de HBO, que se está convirtiendo en toda una especialista en eso de hacer series llenas de personajes inmensamente ricos pero mucho más detestables. Es el caso de la magnífica Succession (cuya tercera temporada ya está en marcha) y The White Lotus, estrenada este verano y que seguro verás en las listas de lo mejor del año porque se lo ha ganado a base de carcajadas.
La nueva creación de Mike White (al que conocimos por Iluminata) es una sátira descacharrante sobre un grupo de ricos que aterriza en un resort en Hawai (de lujo, por supuesto) y que en todo momento te da razones para alucinar con unos personajes tan mezquinos que parece mentira . Al creador le da tiempo para mostrarte también su soledad y sus equivocaciones, porque no hay padres, amigas o recién casados, solo impostura y a la vez, la serie los va haciéndo más humanos pero sin restar nada de la crítica mordaz que subyace a una clase social que siempre consigue salir victoriosa.
La serie va de menos a más, con un primer capítulo correctito pero que cuando se encarrila ya no puedes dejar de mirar a la pantalla en esa mezcla de vergüenza ajena, el nodoycréditismo y el desasosiego que provocan los devenires de unos personajes que nunca te llevarías a tu casa, pero oye, que diver es verlos desde lejos, mostrarte sus miserias, lo solos que están y como retuercen el lenguaje para que parezca que su posición en la escala social es totalmente merecida. Tú debes aceptarlo como buen pobretón que eres, porque lo cierto es que es así y tú única venganza es reírte.
La serie explota la brecha entre ricos y pobres, entre mujeres y hombres, entre padres e hijos y no la hace para mejorar algo o ser pedagógica si no para, asumiendo que todo va a seguir siempre igual, al menos pasar un buen rato. Porque recuerda: ellos no tienen que dar explicaciones. Hay escenas verdaderamente antológicas que harán que te acuestes con una sonrisa culpable cada vez que las recuerdes y si necesitas algo más para hincarle el diente, solo recordar que han renovado por una segunda temporada, lo que demuestra que HBO y Mike White han visto el filón y no van a parar hasta explotarlo. Premio especial a la gran Jennifer Coolidge que está para que le den todos los premios y pide a gritos ese gran papel que se merece y que la coloque en el panteón marica que merece, porque pocas hay se merezcan el título de diva gay.
Espera, espera que se me olvida la última razón para convencerte de que la veas: Kekoa Kekumano
No me da la vida con tantas series recomendadas!!!
Por eso solo tienes que fiarte de que te las recomiende alguien con buen gusto…ejem…