«Misa de medianoche» se anunciaba como la gran miniserie de terror del creador de la exitosa «La maldición de Hill House», para hacer que Netflix frotara el cáliz bíblico de su negocio; hasta que, de pronto, aparecieron los coreanos jugando al calamar y todos dejaron el miedo trascendental de lado. Mike Flanagan aburre con su «terror de discurso» . No hay otra. Gracias a dios, o a esos protagonistas que más que llevarte a una historia que te enganchara, te agobian con esa (tan de moda) insufrible mueca de espasmo contínuo y lacerante rictus de tensión.
La serie ha durado siete innecesarios episodios: por demasiado largos y aburridos. Diálogos que se estiraban hasta la extenuación, un par de sustos de libro y mucho mensaje sobre la metáfora del presente y lo que ha de venir (como si hiciera falta que nos lo recordaran), para después soltar que somos ceniza en un festín vampírico, a cuento con un nuevo amanecer para la humanidad; o algo parecido. Pues muy bien. Si en vez de tanto rodeo y tanta plasta, nos lo cuentas en tres episodios, señor Flanagan, te hubiera quedado la mar de pintón.
Eso sí, pones el sol en la cara de los actores llorando y ya tenemos al director de culto del año. Y si además te cuentan, en quince largos minutos de cada episodio, la comunión de la hija de uno, el pasado en la cárcel de otro y la madre de una enfermera rejuvenece como quien brinda con agua bendita y todo el mundo como si viera llover, pues ale, ya tenemos la colección completa de la sinopsis al Premio Stephen King del aburrimiento culto de estos meses; hasta que llegue otra parecida. En una época donde se lleva eso de en lugar de ir por el camino más fácil, de entretener, (que si tienen que asustarme que suelten un portazo y ¡ya está!), se busca el complejo sistema de enlazar mensajes y significados a través de acabar con la paciencia. Que no estamos ahora por buscar signos y sonsacar una cosa de la otra y porqué pasó esto y aquello. Dednos algo masticable, fácil, entretenido, rápido, que sorprenda. Que nos haga temblar de suspense y que nos deje pegados a la butaca; pero no de sopor.
A todo esto, parece que se han traído de ese truño que es la peli «Midsommar» a una tipa con la misma cara de haba que todos aquellos. La ayudante en la rectoría, Bev Keane (Samantha Sloyan, por otra parte, la mejor actriz de la serie), que hace las veces de monstruo en vida de todo aquel que insinúe un chiste a un par de metros de las pecas que dibujan su rostro. Qué manía la de dar tantas vueltas a todo, ¡por dios!. Ay, ya lo he dicho: la que me espera….
Ahora me visitará el ángel ése con alas y en un tris me lleva a una isla con cuatro muertos del aburrimiento a pasar el fin de mis días. Y lo único que podré hacer será soñar que estoy sólo en mitad del mar en una barquita, mirando cómo ondean las olas a mi alrededor. Eso me pasa por no entender el lenguaje de signos del nuevo terror en las películas y series que se estrenan. Y hablan y hablan sobre la materia, el espacio, el lugar del hombre en el mundo…¡No puede ser!. Por favor, que venga Alien y se los meriende a todos. Y ya.
A mí al final me compensó sobre todo por los finales de los tres últimos capítulos, que mezclaban poesía y terror de muy buena manera, pero es que pa llegar a esa parte final hay que hacer un esfuerzo titánico., que los dos primeros se me hicieron larguiiiiisimos y todas las charlas con el cura, interminables, que dura cada una alrededor de unos 15 minutos. El caso es que la idea de base me parece genialoide con todos los paralelismos con el cristianismo, pero también que el momento en que se descubre todo en la iglesia me parece desaprovechado a toneladas,, porque es buenísimo y no dura ni cinco minutos.
El problema es que te lo venden como terror cuando no lo es. A mí me gustó, en especial por la equiparación del cristianismo con el vampirismo, pero vamos que no será una de las miniseries que recuerde dentro de unos años. Y si, concuerdo qué es lenta de cojones, pero creo que va bien dentro de tanta oferta de Fast food media. Larga vida a Alien!
Idiota.