Fue su undécimo álbum de estudio. El concepto de la derrota y la soledad en la música soul, y el sentimiento que emanó de sus intimistas nueve canciones arrancó aquel 21 de mayo de 1971 un foco incandescente de melodías que llegan hasta nuestros días; como si fuesen nacidas ayer. Cualquiera puede pensar que si en un contexto como lo fue la Guerra de Vietnam y el desamparo de un país ante el sueño de una realidad ilícita, podría darse el caso de un sentimiento nihilista y congelado. De un colectivo que necesitaba deshelar ese apoyo moral para seguir adelante. Ya no somos grandes, parecían decirnos desde los USA. O no tanto. Lo mismo podríamos pensar del 11 S. Cuando se pierden las batallas, se hacen barcos de sus astillas. Y florecen llantos del lado opuesto al de la victoria. Y así ocurrió con la voz aterciopelada de un Marvin Gaye que vivió una intensa vida, con penosas relaciones familiares y adicciones que marcaron a fuego su destino y una depresión constante.
No había montaña suficientemente alta, sin embargo, que pudiera coronar su imponente legado. Su álbum, una cumbre histórica de la música popular de todos los tiempos, nacería bajo el síntoma de la desesperanza, para convertirse, con el tiempo, en un inequívoco canto a la vida. Si la mitad de los álbumes de la Historia tuvieran una belleza como la que tiene «What’s going on», no habría artista que no tuviera que estar mendigando pan. «El príncipe de Motown», que añadió una «e» a su apellido, seguramente no acertaba a describir la influencia que supondría este álbum muchos años después. Una colección de canciones que cubrían todo el alfabeto. Un año antes ya había dibujado las fantasía de sus desdichas en aquella obra maestra titulada «I Heard it through the Grapevine», cuando cantaba aquello que decía:»Apuesto a que te estás preguntando cómo supe de tus planes para hacerme infeliz». Y así, una vez más, redescubrirlos, hallamos y revelamos nuevos hallazgos. Cuando escuchamos, de nuevo, un álbum como «What’s going on». Es lo que hay. Es lo que está pasando.