El hombre que nunca iría a los sanfermines ha vuelto. Y lo hace, de forma inaudita, con un álbum sobresaliente. Porque parecía cansado; sus últimos trabajos ahondaban en unas melodías que subrayaban el grito desesperado por parecerse a un tiempo perdido y las ganas de gritar a los cuatro vientos sus proclamas, para tratar de adaptarse a los nuevos tiempos El título del álbum es equívoco. No nos engañas. Al perro nunca le pusieron el bozal y está aquí para ladrar como nunca. De ahí su primera declaración de principios. El trabajo se abre con la contundente, por letra y estribillo, “Jim Jim falls”: “si quieres saltar, salta, pero no me hagas perder el tiempo”. Suicídate, pero déjame en paz. Y punto. Golpes secos de batería y elevar la voz, entre mantos electrónicos y usurpaciones pop marca de la casa.
Su autocomplacencia, severa, se aprecia en “Love is On Its way out”, entre la calma del ritmo y la desesperación de lo que quiere contarnos: “¿Viste el nervio agitado de los niños llorando?”.
Medio tiempo, entre piano e instrumentos de viento, y suave voz para cantar que está cansado de fingir junto a Thelma Houston en “Bobby, ¿Don´t you thing they Know?”. El deseo y la desdicha cuando se escucha, “¿cuándo cantarás para nosotros?”. Soul escondido en la trinchera del pop a contracorriente.
Mucho más irónico en ritmo se muestra en la canción que da título al álbum. Ese modelo de ska retro-pop, con cara de pocos amigos, cuando dice eso de “Opening your blinkered eyes, For otherwise, you’ll never know”. Y más sucio aún cuando se escucha eso de que “ellos no tienen aliento”, no tienes ojos. Al menos no irán dos veces”.
Y el resto del álbum (su número trece), es igual de estupendo. Siempre apoyando los arreglos de guitarra y batería hueca con los instrumentos de viento, además de los coros femeninos. Ha sudado lo suyo todo este tiempo y, de repente, esas gotas se vuelven rabia. Por otra parte, como casi siempre. Sólo que costaba creerle y pensar en creer que sus canciones volverían a ser las mismas.
El toque mexicano lo pone, por otra parte, la canción “Darling, I hug a pillow”, donde (en su tono característico de voz) parece ahogarse en ese llanto desesperado, que ha sido siempre la cruz de las más luminosas de sus canciones. Variaciones en sus canciones para un álbum con bastantes matices a tener en cuenta. Su ingenio en inteligencia como compositor no queda, por lo tanto, en entredicho.
Cuestionándose la duda de a quién van dirigidos sus temas, si hay alguien ahí que escuche lo que quiere contar (“What kind of people live in these Houses?”), para unos tiempos inequívocamente nada deslumbrantes, sino desconcertantes. La Europa del desorden en el punto de mira.
En definitiva, todo lo que no podíamos esperar ya de The Smiths, pero sí de lo mejor de su «front-man», Morryssey. Once canciones, en una faena, donde has cortado las orejas y el rabo. Y, esta vez, sí sales a hombros.
Mientras tanto, aquí nos tienes al resto; coreando eso de «Heaven Knows I`m Miserable Now».No lo dudes.
Como lea Moz que le has hecho una metáfora taurina te arrastra por todo el plató a lo Rosa Benito.