La industria de la moda llora a su Kaiser, Karl Lagerfeld y él, desde el más allá los sigue mirando con desdén.
Este martes París despertaba Con la noticia de la muerte de uno de los personajes más significativos del mundo de la moda contemporánea.
Y es que Karl Lagerfeld era uno de esos raros especímenes que tuvo la oportunidad de hacerse un hueco en la cultura pop y sobrevivir (aun nadie sabe cómo) a la bestial competencia imprevisible sin hacer el cambio más absoluto en el imperio Chanel.
Mientras que por otras casas como Dior o Givenchy han pasado decenas de creativos y juguetes rotos, víctimas de su propio éxito, protagonizando un irónico juego de la silla de la couture de lujo, en la Maison Chanel, fue la propia Coco la que en su lecho de muerte señaló con su cigarrillo extensible al todavía mortal Lagerfeld.
Con la entrada de Karl en Chanel (que no Channel, error que hoy día sigue cometiendo mucha gente y que sigo leyendo en cientos de medios…que vergüenza) la firma experimentó un curioso letargo de 36 años en los que, de forma paralela, su director creativo engordaba su (mala) fama, que no su cuerpo, recordemos que al poco tiempo de entrar en Chanel, perdió la barbaridad de 42 kilos y acompañó la noticia con esta perla:
“Era incomprensible que, una persona de mi actual posición, pareciera un cerdo cebado. He perdido peso dado que la firma para la que ahora trabajo merece una persona bella por dentro y por fuera»
Y es que en sus años mozos, el señor Lagerfeld no comía otra cosa que comida rápida
y CocaCola (light, con pajita y mitones de piel), algo que se auto prohibió al entrar en el Olimpo de la moda.
Aun cuando estos comentarios y cambios radicales iban a parar a su persona, para la sociedad él seguia siendo un creativo respetado y sin mucha polémica, hasta que a finales de los
80, decide crear una firma con su propio nombre (que a posteriori daría lugar a toda clase de merchandising y catálogos se arte dedicados a su persona).
Es entonces cuando, al mando de Chanel y de su firma, comienza a permitirse ciertas licencias que, en su momento, fueron tratadas con mucha dureza, como esta declaración en el diario Le Figaro:
“Mi moda ha de ser vestida solamente por personas flacas, no contemplo que una mujer lleve uno de mis diseños por encima de la talla 36, es antinatural”
Un desafortunado comentario que de haberlo hecho hoy día, hubiera resultado el fin de su carrera.
Aun así continuó en la cima. Amado u odiado, que pudo contribuir a crear el terrible concepto del creativo snob pero que a la vez, dignificó, aun más su cabe, la profesión. Azote de los gordos y feos, siempre fiel a su alzacuellos almidonado y al negro más riguroso. Queda todavía por saber el destino de su abultada herencia, ya no solo económica, sino el legado Chanel, que, durante años pareció totalmente inclinado hacia sus parejas (porque fueron varias). Aunque por ahora dejamos esas cuestiones a las altas esferas, con la esperanza de que la firma no pierda su grandeza, que en gran medida debemos reconocer al Kaiser; descansa.
A mí este señor me ha parecido siempre un poco pedante. Pero un genio del marketing. No entro a valorar su capacidad creativa, porque de moda sé más bien poco, pero me parece una persona que se supo vender como nadie.
Y sus fotografías eran maravillosas!! Pero me vuelvo a reafirmar en que Lagerfeld era el claro ejemplo de “conoce la obra y no al artista “
Ni a la persona ni a sus pelucas blancas infectas…
Cómo gorda profesional que soy, detestable. Creador premium dentro de un área de postureo sublime, eso sí.