Los primeros The Cure (esas guitarras), súmales un puntito de oscuridad Joy Division, medio vaso del primer álbum de The Stone Roses (álbum homónimo, como el suyo), y tres gotas de versos escupidos sobre las instantáneas de las calles («¿Viste a los chavales con gafas de rock?, ¿molidos a palos prender la ciudad?»). Que nos perdonen, que perdonemos, que el esfuerzo pague, que todos comamos. ¿Puede ser así una vida cañón?
Supervitaminados y mineralizados de «post-punk» directo donde más duele. O donde más caso hacemos. Porque nos duele a todos. Dense la vuelta. Llevan cinco años «partiéndose la cara» y, según lo que contamos (Rosalía anda cerca de Ciudad Lineal), ha llegado su momento. O grababan un disco o esto se iba a tomar por culo; y de aquí, pillan al futuro del cuello y a verlas venir. Alargando una sombra de lo mejor que podría dar de sí la turmix del rock nacional de los ochenta, no hagan caso a referencias. Con un flyer en la mano y la carcasa del móvil con la bandera de Birmingham, «Madchester» ó Londres en la otra.
Igual Dionisio era hijo de Zeus y Sémele. O de Perséfone. Todo como en una novela de aprendizaje. Barbosa, Pablo, Mendoza, Juampi, Laura y Rivas. Seis toros seis. Que también hacen pop noventero. Y alguna que otra macarrada. De jefes de su acera del Madrid Este, pronto serán imperio. Y correrán desde la M30 por la A2 hasta Aragón. No lo duden.
No los conozco, pero desde hoy voy a seguirles muy de cerca que me los has vendido muy bien.