Resulta que un día se te estropea el televisor y te has quedado a medias con la última temporada de Twin Peaks. La que se estrenó en 2017, cuando a David Lynch le dio por recuperar la «memoria histórica» de su cuadrilla y sacar a pasear sus bártulos. Te sentías con fuerzas para adentrarte en su mundo o, en otros tantos casos, (que los habrá), te notabas atolondrado y tan osado de volverla a ver. Una vez que escuchas la música de Angelo Badalamenti, pues nada, ¡salto al vacío!. Prepárate para su parque de atracciones y su circo de incongruencias. Lo mismo aparece un hombre de 2 metros comiendo un donut, que una lámpara parpadeando ó una caja de cristal donde desaparece cualquiera en el momento menos pensado, si no le revientan los sesos antes,claro. En la siguiente escena, avisado estás para ver un cadáver sin cabeza ó unos enanos haciendo claqué.
Al no saber si la televisión se ha convertido en un robot escoba en el momento en el que al agente Cooper le daba por masticar papel de plata, decides seguir la serie por tu cuenta en el momento en el que la dejaste. Sólo hace falta dejar volar tu imaginación. Pero mucho. Si has pasado el episodio ocho, ese que marca un 15 sobre diez en la escala Terrence Malick, el resto es pan comido. Pues buscas por internet un «pack de Lynch» y te agencias en Ikea con un suelo de vinilo (que no sea para gimnasio…) con unas líneas en blanco y negro en «zigzag», un hombre bajito del bar al lado de casa que hable con un vocoder, y a la pescatera (que tiene un parche en un ojo), le das un tronco y que se pasee por el barrio clamando al cielo que ha visto un ninot del tamaño de cuatro pisos con la imagen de Laura Palmer en las últimas fallas de Valencia. Con una cortina de seda roja en el salón ya puedes terminar la serie «do it yourself». Porque existen dos David Lynch. Uno, el que hace un cine elegante («Una historia verdadera»), y sobrecogedor («El hombre elefante»). Para su parte de los mundos extraños hay que entrar más preparado. Yo le conocí con «Corazón salvaje» y he de reconocer que me sentí, por lo menos, sorprendido con lo que me mostró; además de que Bobby Perú se convirtió en mi sinvergüenza preferido de esos años. No he vuelto a ser tan valiente y volver a «Inland Empire», pero recuerdo que la ví con mucha angustia. Hay que reconocer que Lynch consigue estremecer como nadie. Hace un par de años le dio por hacer cortos donde hablaba un mono. Lo proximo…vaya usted a saber. Lynch será un maestro para muchos. Pero,¿cuál de los dos Lynch?. ¿Deseas que vuelva el Lynch de andar por casa ó el de meter los dedos en el enchufe y soñar después que eres Bugs Bunny?. De cualquier manera, lo mejor es no intentar descifrar sus mensajes y dejarse llevar. Como las carreteras desiertas que siempre se ven en sus películas. Siempre hay algo tras la oscuridad. Y no siempre es luz. Ese es el misterio que, igual, ha querido mostrarnos. Lo bueno sería que hiciera algo como «Una historia verdadera». Más que nada, para compensar y tenernos a todos contentos. Pero eso sólo depende de cómo se levante el señor Lynch. O como se acueste.