La realidad es la ficción de los dioses. Sobre ésta y muchas otras premisas, presenta Alfredo Sanzol su última y fantástica obra, «Fundamentalmente fantasías para la resistencia», estrenada en el Centro Dramático Nacional; concretamente, en el Teatro Valle Inclán del madrileño barrio de Lavapiés. Una suerte de vodevil bélico, afinado con esos destellos de humor sacados de la mejor herencia del cine mudo y trastocados por una realidad, donde el horror es la peor de las verdades, que supera cualquier comedia posible; esa vía de escape que no deja de funcionar como el mayor de los insuperables sueños para escapar de lo que no queremos ver, por horrible e injusto, inexplicable y penoso. La comedia es el sueño y el sueño es el teatro. Y el momento que dura la comedia es una ficción en sí misma, que trata sobre una realidad que no sabemos de qué manera terminará; por mucho que la directora de la obra de ficción («Pim, pam Putin), intente cambiarla para superar una realidad que se antoja inamovible. Sanzol y su marca de autor, presenta (al igual que hizo en la insuperable «La Ternura», que estrenó en Madrid en 2017) a su grupo de actores ante una situación que se desdobla en varias intenciones y múltiples significados.
Y de aquí, pueden verse ecos de Chaplin («El gran dictador»), Lubitsch y, si se me permite, el Billy Wilder de «Uno,dos,tres». El estupendo autor pamplonica, (mejor considerarlo narrador que dramaturgo), mezcla ante nosotros la música medieval y el euskera con un humor tramposamente inofensivo, pero lleno de sarcasmo. O mejor, no en el momento en el que éste sucede, sino cuando los actores le dan todo su significado. Cuando nos damos cuenta de que nos reímos de nuestra realidad. Ese ridículo que es la ironía, se queda ahí cuando salimos a la calle. Y abrazamos cada segundo como algo propio; aunque sepamos que esos segundos sean de ausencia para muchos otros. Los otros son las víctimas de las guerras. Nombres anónimos que no conocimos nunca, que forman.parte de una «no ficción» que nos parece lejana porque queremos que no nos llegue, que no nos toque. Y un toque de sofisticación en varios diálogos elevan el tono hacia una mayor complejidad de significado. Todo un complejo entramado que termina de funcionar, más como una comedia de trasfondo que como un aparente libertinaje. Varias escenas realmente divertidas, actores sólidos, una puesta en escena calculada (austera, pero significativamente audaz) y un guión veloz para señalar a Alfredo Sanzol como umo de los grandes en la escena teatral española. Que ya lo era; y esto no es una ficción. «Fundamentalmente fantasías para la resistencia» es, desde ya, uno de los acontecimientos teatrales del año.