El crepúsculo de los dioses

Hoy me voy a dirigir especialmente a aquellos que, como yo, crecieron en los años 80 y 90. Supongo que estaréis de acuerdo conmigo en que fue una experiencia mágica. Fue una época en la que la música, el cine y la televisión se fusionaron para crear un universo de ídolos que iluminaban nuestras vidas. Estas figuras brillantes se convirtieron en nuestros modelos a seguir, en fuentes de inspiración y en compañeros inseparables de nuestra juventud.

Pero el tiempo pasa, y nos enfrentamos a una realidad inevitable: el crepúsculo de los dioses. Aquellos ídolos que tanto admirábamos, cuyas canciones cantábamos a todo pulmón y cuyas películas veíamos una y otra vez, envejecen junto con nosotros. La muerte y la desaparición se convierten en realidades cada vez más cercanas, y eso puede generar un profundo impacto emocional.

Tina Turner, Laura Valenzuela, Antonio Gala, Tom Sizemore, Raquel Welch, Angela Lansbury… Llevamos un par de años perdiendo a grandes hitos del cine, la televisión y las artes en general, que para los de la generación X eran verdaderos referentes que se llevan con ellos grandes recuerdos, grandes momentos y posiblemente las primeras ocasiones en las que nos fascinamos delante de una pantalla, o un altavoz.

Es difícil describir el efecto que tiene la pérdida de un ídolo en nuestras vidas. Puede ser cómo perder a un amigo cercano, alguien que ha estado presente en momentos cruciales y que ha dejado una huella imborrable en nuestro corazón. Es un recordatorio crudo de nuestra propia mortalidad y de la fugacidad de la fama y el éxito.

La gestión de estos sentimientos puede resultar complicada. Nos encontramos atrapados entre el deseo de aferrarnos a esos recuerdos felices y el reconocimiento de que todo tiene un final. La tristeza, la nostalgia y la sensación de pérdida pueden ser abrumadoras. Pero, al mismo tiempo, debemos recordar que esos ídolos vivirán siempre en nuestra memoria y en las obras que nos dejaron como legado.

Una forma de enfrentar la desaparición de los dioses es celebrar la vida y el impacto positivo que tuvieron en nosotros. Recordemos los momentos de alegría que nos brindaron a través de su arte y cómo nos inspiraron para ser mejores personas. Agradezcamos su contribución a la cultura y su influencia en nuestro día a día.

Además, es importante buscar nuevas fuentes de inspiración y nuevos ídolos. La vida continúa y siempre habrá artistas emergentes que nos tocarán el corazón de la misma manera en que lo hicieron nuestros ídolos de antaño. Explorar diferentes géneros musicales, descubrir películas de directores prometedores y apoyar a nuevos talentos nos permite mantener viva la pasión y el entusiasmo que sentíamos en nuestra juventud, sin que ello signifique deshacernos de nuestros antiguos ídolos ya desaparecidos. Hasta un cierto punto, es responsabilidad nuestra mantener a esos dioses vivos y actuales.

En última instancia, la desaparición de nuestros ídolos nos recuerda la importancia de valorar y apreciar a aquellos que nos rodean en el presente. La vida es efímera, y aunque puedan desaparecer físicamente, su influencia y su impacto perduran en el tiempo. Aprovechemos cada momento, celebremos el talento y el arte, y construyamos nuestros propios legados para las generaciones venideras.

El crepúsculo de los dioses puede ser una experiencia agridulce, pero también es una oportunidad para reflexionar sobre la belleza de la vida y la eternidad del arte. Mantengamos viva la llama del entusiasmo, la pasión y el amor por aquellos que nos han inspirado, y sigamos creando nuestro propio camino en este mundo efímero pero maravilloso.

1 comentario en “El crepúsculo de los dioses”

  1. No estoy en el mejor momento para escribir. Estoy en el crepúsculo de algo más importante que un ídolo y si me pinchan no sangro, no siento siquiera. Pero escribo y ojalá me sirva de algo.
    En cuanto a mis ídolos «criando malvas» pienso en qué idolatrarán las nuevas generaciones. También en la mutación de la maquinaria que los fabrica. Quiero decir, si pringada de mierda se fuera de este mundo ¿sería tan querida o recordada por su fandom como si sintiéramos la marcha de Mayra Gómez Kemp? Esa falta de articulación entre una generación y la siguiente, esa fractura, me vuelve insensible -sí, después del virus descubrí que me había hecho mayor- a las cosas que aprecia la nueva ola, porque más allá del nihilismo milennial, chiques, ¿adoraís a alguien?¿Qué hay más allá de vuestro cinismo?¿Habeís llorado escuchando una canción, leyendo un libro, viendo una actuación?¿Os sentís identificados cuando alguien canta sobre sí mismo (every artist is a killer, every singer is a thief, all they kill their inspiration and then sing about their grief)?¿Cuando Björk fantaseaba con matarse tirándose por un precipicio y se sentía mejor –viva, incluso- sabiendo que volvía de esa fantasía, entendísteis cómo se sentía ella?
    Los que ya hemos vivido varios ciclos de lavado hemos visto caer a los de antes, a los nuestros y ahora vemos a los jóvenes. Os meteríais a Rosalía por el culo, vale, pero tampoco ha inventado la pólvora; simplemente ha conectado con vosotros, os habla de las cosas que sentís, de las que vivís. Si ahora Rosalía se fuera de este mundo ¿cuán desconsolados os sentiríais?
    Y el tema es no desmerecerlos con las glorias pasadas. Es preguntaros con la más sincera intención ¿los sentís?¿los quereís? Porque yo ya no conecto, ni con ellos ni con vosotros, pero sé lo que viví ¿lo estaís viviendo vosotros ahora, esa ilusión?¿Es posible?
    O peor, hemos visto caer ídolos que adorábamos como tótems. Y no gracias a la cultura de la cancelación, precisamente. Nos hemos vuelto viejos, experimentados, sabios y tenemos la hemeroteca bien forrada de datos (diga lo que diga Mariano Rajoy) y, no daré nombres aunque ejemplos no me faltan precisamente. También hay un espacio para la decepción. Niñes ¿cuándo os ha decepcionado alguien (y no hablo de novies) tanto que os ha dolido? Y os han dado ganas de ponerlo verde, en público, en las redes (eso sí, lo más fácil), como si con vuestra rabieta algo fuera a cambiar en este puto asco de vida?.
    Supongo que detrás de todo esto se esconde uno de los latinajos más dolorosos que hay: Memento mori , recuerda que eres mortal. Ellos hoy, nosotros dentro de un tiempo y vosotros un poco más tarde, mis niños.

Los comentarios están cerrados.