Pocas cosas me han logrado proporcionar más paz mental que el dejar de lado el control férreo de la báscula.
Tras semanas de autocontrol, he conseguido que la balanza esté en una esquina acumulando polvo y no dejarme llevar por esa toxicidad de “falsa salud” que era pesarme todos los días.
Porque lo que yo hacía no era salud. Ni física , ni mental.
Sufría cuando el número que aparecía no era el que “debería ser” (sin saber si quiera cuál es el que debiera ser). Sufría sin tener en cuenta que el peso varía a lo largo del día, a lo largo de la semana y no hablemos de las épocas premenstruales, periodos y ciclos hormonales jodidos.
Escondía mi ansiedad y decepción tras una falsa motivación de cuidado del cuerpo, y si no aparecían los dígitos de un peso que yo considerase APTO, me castigaba saltándome una comida, corriendo 10 kms , llegando incluso a cancelar planes con amigos que suponían beberme una cerveza o pedirme una ración de patatas bravas.
Y todo estaba – aparentemente – bien. Porque lo que transmitía en redes era ser una tía deportista, que no paraba, que estaba a tope con la motivación donde los comentarios me animaban a seguir así. (entonces ¿Cómo va a estar mal esto?); mientras que la realidad lo que escondía era una persona tremendamente obsesionada, incapaz de disfrutar al 100% y absolutamente dependiente del estar en el peso “ideal”.
“Escribir esto desde la atalaya del normopeso es muy fácil” , pensaréis. Y posiblemente tengáis razón. Todo es más sencillo si estás dentro del cánon.
Pero estar dentro de un IMC dentro de lo «saludable» según la OMS, no te exime para que cualquier obsesión se convierta en una ansiedad incapacitante y tus autocuidados sean en realidad unos machaques constantes a tu cuerpo y a tu vida.
Salvo que esté pautado por un médico especialista, pesarse de forma reiterada y compulsiva, no trae nada bueno. A tope con esa dieta equilibrada; pero asume que el cuerpo está vivo y no siempre aparecerán buenas noticias en la balanza de la farmacia.
Un día me dije que ya estaba bien. Tuvieron que pasar desgracias de salud a gente de mi alrededor para darme cuenta de que un puto número en la pantalla digital no podía joderme un día de vida. Por que estaba sana y con mis achaques controlados, y porque si la talla 38 me apretaba el chocho, podía comprarme una 40.
Porque la vida va a seguir si un día no vas a entrenar, porque la vida es algo mejor si quedas con tus amigos a tomar algo, porque si te comes esa galleta de chocolate, NO PASA NADA. Porque el número de la báscula no debe condicionar tu día.
Tu vida seguirá independientemente de ese número. Aprovéchala.
Amén, hermana. Y bienvenida a estos lares.
Muchas gracias, rey.
A ver si voy desempolvando la prosa y me animo a seguir escribiendo.
Siempre me ha parecido una chica sana y deportista, pero desconocía esa cuestión tuya peleona con la báscula. La percepción que has tenido de ti misma no se corresponde con la realidad y te conozco hace ya mucho tiempo.
Yo estoy en las antípodas tuyas en cuanto a peso y aspecto. Sé que soy gorda y sé que estaría mejor con unos kilos de menos. No te voy a decir que la vida es maravillosa haciendo lo que me da la gana, porque llevo comiendo manzanas para almorzar desde los 14 años.
Pero sí te digo que la vida es algo más que preocuparse por un peso. Yo procuro comer equilibrado, pero sin agobiarme, estoy sana, no tengo alteraciones en mi metabolismo, hago deporte (poco, pero hago) y sigo estando gorda. Fíjate que he dicho antes «sé que soy gorda». Porque yo no estoy gorda, yo soy gorda y siempre seré gorda (he sido gorda incluso cuando pesaba casi la mitad de lo que peso ahora). Pero mi percepción de mí misma va más allá de mi cuerpo y eso es algo que tú has logrado ver con el tiempo y me alegro muchísimo de ello.
Así es.
Todos tenemos nuestros pequeños demonios que intentamos apaciguar hasta que llega un momento en que no se puede más. Te come.
Tener una percepción sana de mi misma es algo que me ha costado mucho. Ha sido difícil. Aún lidio con ello.
Un abrzo muy fuerte
Bienvenida a esta pajarera (somos unas pájaras de cuidado, ya lo irás comprobando)
El asunto báscula es horroroso, su simple presencia en el cuarto de baño ya supone una presion indirecta completamente tóxica.
Yo la tengo a la vista porque he decidido que no va a poder conmigo y que esconderla no sirve de nada. Es una lucha por el control y, de momento, el control me pertenece.
Saludos.
Jajajajaja!
Muchas gracias por la bienvenida. Iré viendo cómo funciona esta pajarería.
Ahora por fin he conseguido mantenerla a raya. También la tengo a la vista, pero he logrado que no me atrape como lo hacía antes. Aún lidio con ello y a veces sucumbo, pero ya no me amarga el día.
Un abrazo
Buenas.
Yo he tenido el problema contrario: hasta casi la treintena pesaba 45 kilos midiendo 1,70 m…
La mayor secuela que me ha dejado todo esto es el tener que aguantar el que mi cuerpo era la causa de mis desgracias, no de los que aprovechaban el que una persona como yo no pudiera defenderse ante sus insultos y cosas peores.
Aún no me parece que llevase tan mal el hecho de pasar muchos años pensando que iba a estar solo el resto de mi vida. De lo que me arrepiento mil veces es de haber intentado parecerme a los que tanto daño me hicieron porque «las causas de mis desgracias estaban en mí».
15 años después, 12 kilos más (la edad es lo que tiene) y unas cuantas sorpresas agradables sobre mi atractivo enseñé una foto de entonces al que hoy es mi marido y me dijo: «Pues te hubiera metido ficha igual que ahora».
En resumen: que la gente es muy metete y que debería serlo menos, sobre todo con menores. Que para cada roto hay un descosido y que si unx está bien de salud (física y mental) lo mejor es que te lo traiga todo al pairo.
Hola David, muchas gracias por escribir.
Está claro que cada uno tiene historias con su peso muy particulares y diferentes.
Ésto último que comentas es la clave de todo: hay que estar bien mentalmente para que todo te la traiga al pairo.
Estar bien mentalmente, al menos para mí, no es nada fácil y me costó años de terapia.
Y la gente es muy metomentodo , si bien es cierto que hay cierta tendencia a dejar de opinar un poco sobre los demás en los últimos años.
Un abrazo.