Parece mentira, tal como está el mundo de la literatura impresa, que un escritor prácticamente novel haya conseguido poner en la calle su cuarta obra en apenas dos años.
Me consta que ha pasado gran parte del confinamiento volcado en esta creación, que ha sufrido lo más grande para poner en negro sobre blanco esta historia de historias conjugadas como en un caleidoscopio.
Por mi parte debo reconocer que he escrito, borrado y vuelto a redactar estas palabras una docena de veces, pues cuesta mucho trabajo referirse a esta obra sin desvelar sus secretos. En palabras actuales: hacer spoiler.
¿Qué es Ahmar? Como he apuntado en las primeras líneas, es una serie de narraciones ensartadas en un hilo conductor, sutil al principio y rotundo al final, formando un conjunto que bien podría verse como un fractal de aventuras. Jan nos transporta a la Plena Edad Media, cuando la presencia Andalusí estaba en su apogeo y las Taifas se contaban por docenas. Tiempos y espacios convulsos, violentos y crueles donde, a pesar de la tristeza y el dolor, nunca faltan el amor, el deseo, la belleza y cierta alegría.
La obra tiene mucho trasfondo, más del que pueda corresponder a una colección de narraciones. Cierto es que, históricamente, la mayoría de los escritores de fábulas han utilizado esta figura literaria para dar salida a sentimientos y vivencias propias y creo que este caso no es una excepción. Transcurre en los primeros siglos del segundo milenio, pero hace continuas referencias a situaciones que, desgraciadamente, son todavía muy habituales ochocientos años después. Por encima todo trasciende una gran historia de amor en la que cualquier cosa es posible para bien, pero para mal también.
No hay un lenguaje inventado, los poemas son auténticos -de Ibn Arabí entre otros- aunque las coplillas son de la cosecha del autor. Lo que no falta es mucha magia aromatizando este universo que nada tiene que envidiar a los creados por los grandes autores que todos conocemos.
Leer Ahmar me ha colocado en un estado que no sentía desde que, siendo un niño, leí por primera vez los Cuentos de la Alhambra de Irving o Las Mil y una Noches compiladas por Galland.
La ensoñación ha sido completa porque, además, en narraciones de esta clase sucede que no puedo evitar la sensación de que es el propio escritor quien está leyendo su obra solo para mis oídos, de manera que el encantamiento queda servido. ¿Estoy loco? probablemente, pero nada nuevo bajo el sol.
Los lugares donde se desarrollan las distintas narraciones son espacios oníricos pero construidos sobre unas bases auténticas circunscritas a la Taifa de Múrisya, pues nuestro autor es arqueólogo de carrera, amante del arte en general y de su hogar, Murcia, por encima de todo. Ha dedicado mucho tiempo y esfuerzo a investigar la historia y costumbres medievales de su tierra para poder ofrecernos una ambientación dentro de parámetros reales. Cabe indicar que, en contra de lo que nos han inculcado, la religión apenas tenía peso en los intereses de aquella época, todo se limitaba a la acumulación de poder, territorios y riquezas, siendo esa la razón por la que aquí se trata de una manera muy residual.
No voy a extenderme más o terminaré metiendo la pata. Sólo añadiré que Ahmar, a la postre, se cierra como una epopeya que pone al lector en un estado de agitación tal que no sabe si parar para que no termine nunca o correr para conocer el desenlace. Desde luego es de esos libros que invitan a sucesivas relecturas porque sólo entonces se pueden apreciar los sutiles detalles, pistas y señales que Jan ha ido sembrando en sus renglones.
Gracias por este regalo, de corazón.
Este desando de comprar este precioso relato, que creo que me llevará a un mundo del cual me gustaría participar. Pero esa lectura me puede llevar a ser un personaje de esa realidad, solo con un poco de imaginación seguro que así será.
Deseo mucho éxito a Jan, pues se lo merece por su constancia en la investigación.