Tras dos años de la exitosa serie “Years and Years”, ese drama épico y distópico que se quería más por sus intenciones que por sus muy fallidos resultados, su creador Rusell T. Davies presenta “Its a sin”, una dramedia desmedida en su locura; para reflejar el delirio, la pasión y la necesidad de evidenciar los “casi” felices ochenta, a la sombra del nuevo cáncer de finales del Siglo XX y principios del XXI, el SIDA. Una enfermedad, convertida en crónica por los adelantos médicos, que han mejorado sustancialmente la calidad de vida de los pacientes, pero como todo lo que nace y es nuevo, – tras muchos años luchando-, ha acabado formando parte de nuestra vida cotidiana. Hasta que llegue la luz que signifique la noticia de una vacuna que ralentice, frene o acabe con la estigmatización de su significado como ecuación moral vacilante de un mundo a la deriva; falto de una conformidad sana que borre la sombra turbia de la libertad sexual, libre y personal del individuo. En esas estamos; seguimos estando. Seguimos existiendo.
La miniserie de cinco capítulos, empieza como acaba: como una colección de ritmos desenfrenados, escenas rápidas, donde se alterna, de igual manera, el drama y la comedia. De esta forma, se forman dos grupos bien diferenciados, que también responden a la respuesta del mundo ante la tragedia de la enfermedad. Por una parte, aquellos que consideraban el VIH, por su desconocimiento, como un castigo a los homosexuales; ejerciendo la tiranía social, el rechazo y la disconformidad radical ante un hecho, por su ignorancia, hacia una liga de “apestados”; dirigiendo sus flechas a un colectivo corrompido por el rechazo y las normas sociales imperantes. Normas sociales que parecen no borrarse en el siglo que vivimos. ¿Tendremos que desaparecer para que se acuerden de los que existieron?
Entre estos, se encontraban aquellos que no querían saber nada al respecto. Como, por ejemplo, los padres del protagonista, Ritchie, que cuando ven de cerca el drama, la primera impresión es pensar “esto no va conmigo”. Bien, este es el drama de aquellos días. Es el drama del día de hoy. Hasta que no me queme yo, que arda mi vecino.
Comedia. La música. Nada mejor que zambullirse de lleno en la plenitud musical británica de los ochenta. Todos se dejaban llevar. Drogas, alcohol, sexo, promiscuidad, libertad, juventud y plumas de colores. El marco perfecto para el divertimento sin miedo. Hasta que llego el día en que todo no era tan bonito. El grupo ideal de amigos queda fracturado. La comedia de la vida no es tan feliz. Los británicos son únicos en enlazar drama y comedia para hacernos reír y llorar al mismo tiempo. Su cantera de actores es soberbia. Se mueven entre la risa y el llanto como el que baila sobre una cuerda floja. “Its a sin” es eso. El final de un baile, de una fiesta que se prometía interminable.
No considero que la serie es sobresaliente. Le falta, a mi entender, dosificar su ritmo y frenar la combinación de sentimientos y no jugar tanto con el espectador a querer meterle de lleno en un juego que se prometía imprudente, locuaz, tan deseable como necesario para querer poner las cosas en su sitio. Le falta poner freno a la montaña rusa de emociones. Y alguno de sus protagonistas peca de una cierta sobreactuación que excede la naturalidad y credibilidad de la historia. Es el caso de la madre de The Durrells, Keelley Hawes, con mucho peso en su episodio final; donde se enmarca, por extensión temporal, el intento de ser justo y coherente con las víctimas de esta enfermedad tan injusta, alargada en víctimas y afectados desde hace varias décadas.
Ya se sabía que todo iba a acabar como un dramón. Queda ese regusto a desesperanza y a camino sin terminar. Y ese es el mayor logro del mensaje de la serie. El amargo sabor de la resaca, tras una fiesta que podía haber sido mucho mejor. Sólo queda poner las últimas piezas al puzle. ¿En qué año lo terminaremos?
Da gusto volver a leerte, Angel.
No voy a ocultar que me da cierto reparo volver a otra serie tratando «el tema» bastante he tenido con haberlo vivido en directo, pero me habéis hablado tan bien que lo haré.
Por otra parte, creo que el VIH nunca será «normalizado» del todo porque atañe a la libertad sexual directamente y eso, amigo, siempre será un motivo de estigmatización. Ni en diez siglos.
Tienes muchísima razón pero seguiremos luchando por normalizarlo y hacer desaparecer los estigmas ante la gente que lo padece o ha padecido. Por el momento sé que los médicos especialistas están cambiando en los informes a todos aquellos que son indetectables y les ponen que fueron infectados, no que padecen y eso es un paso bien grande.
Pues me acabas de dar una buenísima noticia. El problema es todo el historial médico anterior. Eso no se lo van a cambiar de un plumazo.
Russel T. Davies no es un genio (acabamos de ver su «Queer As Folk» y ha envejecido fatal), pero , cuanto menos, tiene propuestas interesantes. Su «Years & years» me encantó, ha sido la realidad la que ha hecho que tenga una caducidad temprana.
De esta he visto sólo el primero, y me ha encantado.
Yo amodio a este tío, pero siempre me resulta interesante. Ahora, con la que tenemos encima con el covid echar la vista atrás y ver como se ninguneo a los enfermos de VIH me parece de lo más oportuno…
MM fue mucho más que un ninguneo, aún sucede.
Doy fe
Y que no se me olvide…¡Suena Erasure!
Yo la acabé anoche, llorando como una magdalena, de tristeza, pero también de rabia al ver el comportamiento, el social y el de las familias, con los enfermos en un país supuestamente vanguardia de la civilización y hace tan solo 30 años! Muchos de nosotros lo recordamos, los más jóvenes deberían verlo como el que lee El Lazarillo de Tormes en el instituto.
Pixie, no sabes cuán de acuerdo estoy contigo.
Los más jóvenes deberían ver taaaantas cosas…
Por fin la he visto, que plorera maricon!!!
Te toca duramente y profundamente eh mira que me tiraba un poco para atrás que hablaran del sida, pero lo abarcan desde un punto de vista nuevo (a mi parecer) y tienen bastante en cuenta a la mejor amiga, Jill Baxter, que lo vive todo tan de cerca y eso ayuda a que el mensaje llegue de manera distinta. Olly no ha sido mi preferido pero no lo hace mal del todo. Me gusta que el centro de toda la historia es realmente el miedo a lo que pueda pasar, más que un personaje en particular. Al menos así lo he percibido yo. Uf y ¿el discurso final de Jill a la madre de Ritchie? Amen