Esto es una bofetada. Enorme y bien dada. En la cara menos visible del corazón, si te abrieras el pecho. Este verano he leído una poesía larga. Un poema, Ordesa (Alfaguara, 2018), de más de trescientas páginas. Una Oda a la muerte: la física y la espiritual, del que se creía que la protección del padre, de la madre, sería eterna. Un cincuentón (Vilas) que se va desnudando, página a página. Un striper que se va deshaciendo de capas de ropa, piel, músculo, vísceras, hasta quedarse, solo, con los huesos limpios de carne corrompida por eso paso del tiempo. De un pasado que fue feliz e inocente, en una España profunda de gente de clase media/baja. No recuerdo haber leído un libro tan verdad. Sus idas y venidas con un padre muerto, al que adoraba, por alto, guapo, desprendido, soñador y con un sello de demoledora derrota, impreso desde bien joven. Una madre muerta, loca por la apariencia y el orden caótico de una vida marcada, en este caso, por los delirios de creerse quien no eres. Pobres. Gente pobre. Pero padres queridos por un hijo que se acaba de desprender, definitivamente, de su cordón umbilical. La soledad definitiva es la muerte de los padres. Los que tienen hijos aún se aferran a la idea, romántica, de que dicha soledad se atenúa con el amor de sus vástagos. Pero en la mayoría de los casos, el amor verdadero, con conocimiento de causa, al padre, a la madre, se empieza a manifestar demasiado tarde. Muchas veces, cuando ya se han ido. Ordesa es una patada en el estómago. Hay frases lapidarias, una tras otra, con la que muchos nos sentimos identificados. Una historia donde los personajes tiene apodo de músicos clásicos y muy famosos. Una suerte de concierto donde están todos los más grandes. Quizás el más destacado fuera él, Juan Sebastián Bach. La vida del padre del escritor fue su música, la del compositor alemán.
Hay, en este relato, un repaso a la España que les tocó vivir a nuestros padres, política y moralmente. Nuestro país en los años 60, 70, 80…en una suerte de vaivén de palabras. El españolito con un SEAT 1430, todo un símbolo de prosperidad robada. Y Ordesa como parque natural preñado de árboles, tanto como los recuerdos del hijo herido.
Brutal, Manuel Vilas.
Muy buena pinta, Mocico. Muchas gracias.
Tomo nota.
Besos.
Pues a mí no me terminó de gustar. Tiene partes brillantes pero otras me parecieron un poco de «estado de Facebook». Aún así es un libro muy recomendable.