En Atroz con Leche nos gusta traer al presente casos y cosas que merecen ser recordadas y, esta vez, se trata de un grandísimo personaje que fue mucho más allá de la genialidad.
Tomando sus propias palabras, le nacieron durante el verano de 1888 en Madrid. Cuánto tiempo ¿verdad?
Pues fijaros como eran las cosas entonces para que un señor tan antiguo se permitiera veleidades del calibre que os voy a contar. Igual que ahora: cuando disponemos de la mayor cantidad y calidad de medios se usan, para controlar, censurar, reprimir e incluso criminalizar.
Por si no lo habéis adivinado, hablo de Ramón Gomez de la Serna y Puig, una de las mentes más brillantes que jamás se han dado en este país.
Siempre en vanguardia, fue muchas cosas a lo largo de su agitada vida: periodista, orador, abogado de carrera, tertuliano, conferenciante, biógrafo, funcionario, pintor, dramaturgo, viajero incansable pero, sobre todo, coleccionista y literato. Como escritor compulsivo puso en tinta sobre papel todo lo que pasaba por su cabeza. Publicó un centenar de libros y creó una figura literaria llamada greguería que consiste, básicamente, en una frase donde se presenta una visión particular, insólita, aguda y sarcástica de algún asunto de la actualidad de la época. Además era un verdadero inventor de palabras y Cela debió inspirarse en él para crear el personaje de Matías Martín en “La Colmena”.
Todo un influencer de su época, sus artículos en prensa, conferencias y publicaciones eran seguidas con pasión en los foros intelectuales. Fundó revistas como Prometeo y creó una famosa tertulia en una botillería destartalada de la calle Carretas: el Café de Pombo que, al cabo del tiempo, eclipsó al resto lujosos cafés-tertulia como el Gijón, el Comercial, el de La Montaña o el de Levante. Y escogió ese humilde lugar para que los contertulios menos adinerados pudieran acudir. Esto sería una constante en su vida: siempre tuvo en cuenta a los más desfavorecidos: cuando amigos y seguidores le daban algún homenaje en lugares de lujo como Lhardy, él los repetía en Pombo.
Acumulaba infinidad de objetos: fotografías, recortes de periódicos, animales disecados, lápidas funerarias, mariposas, artilugios circenses, espejos, máscaras, candelabros, escupideras y orinales. Llaves huérfanas, relojes, esqueletos, pisapapeles, biombos, pipas y cajas de música. Hasta algún traje de luces lleno de cornadas mal zurcidas y manchas de sangre. Bártulos y cachivaches que obtenía en mercadillos. Sobre todo adoraba los chismes procedentes de difuntos puestos a la venta en el Rastro de Madrid. Lo cubría todo abarrotando paredes, suelos y techos “hasta lograr que no quede más que un hueco secreto sin cubrir, pues tengo la íntima superstición de que si lo lleno todo me moriré” ¿Os imagináis a Marie Kondo en casa de este señor?
Vivió en Madrid, Nápoles, Estoril y París hasta su exilio definitivo en Buenos Aires al estallar la Guerra Civil. De sus distintos estudios o gabinetes hubo uno que cobró especial relevancia: el situado en el ático del número seis de la Calle de Velázquez y conocido como El Torreón donde, entre otras extravagancias, hizo instalar una farola de gas como las que iluminaban las calles porque, según sus propias palabras de nuevo “Soy feliz encendiendo al anochecer mi farol auténtico de las calles y las plazas, y me es grato leer el periódico de la noche a la luz de un farol de esquina y sin pasar el frío que tendría que pasar en la calle.»
Aquel reducto fue el testigo de su mayor excentricidad: una muñeca de cera a tamaño natural, fabricada en París por encargo, que le acompañaba siempre que permanecía en su estudio, aunque que este caro capricho (pagado con el dinero recibido en una herencia) no fue el primero, pues vino a sustituir a otra muñeca “entrañable, dramática, fascinante” con la que ya convivió fugazmente en su gabinete de la Calle de la Puebla, la cual “muriera en irreparable rotura”. Es probable que su esposa Lucia Sofovich, que sufría de unos celos rabiosos, tuviese algo que ver en aquel suceso.
Don Ramón no escondía en absoluto su parafilia. Escribía cosas como “…el ruido de sus pies descalzos sobre los baldosines provoca en mí una fiebre sensual y cruel. El sexo es sombra.” Se encargaba personalmente de vestir y acicalar a la muñeca. La sentaba a su lado en el sofá, le dedicaba sus mejores greguerías y no le importaba retratarse en su compañía. Toda esta relación quedó plasmada en su delirante autobiografía, (Automoribundia – 1948) «Este afán por la muñeca de cera es como una elevación de la mujer que la estiliza en un sentido que suele estar hollado por su propio desnudo. Se diviniza y se misterioriza la hembra en estas perfeccionadas mujeres de cera que son su dúplico sin renunciar a sus delgadeces, a sus rosaciones, a sus medias de seda…» También dio pie a uno de sus libros mas subidos de tono (Senos – 1917) donde escribe “Parece que ha habido un hombre de instintos temerarios que se ha comido unos senos de mujer, como se comen unas naranjas sin mondarlas ni repartirlas en gajos, sino mordiéndolas y chupando.”
Dio conferencias en el Cirque d’Hiver de París montado sobre un elefante. En Madrid dio otras desde un trapecio suspendido sobre la pista del Circo Americano. Otra de sus representaciones consistía en aparecer en el escenario de un teatro con una maleta y simular una avería eléctrica para, a oscuras, dar su discurso a la luz de una vela, que se comía una vez restablecida la corriente.
Sus tertulias de La Sagrada Cripta del Pombo fueron plasmadas en los lienzos de pintores de la época y se retransmitieron por la radio.
Falleció en Buenos Aires en 1963. Trajeron su cuerpo a Madrid y está enterrado en el fabuloso Panteón de Hombres Ilustres, que os recomiendo visitar.
En 1967 su viuda cedió el contenido de su gabinete -sin la muñeca- al Ayuntamiento de Madrid y ha sido expuesto en varias ocasiones. La última en el Museo de Arte Contemporáneo (Conde Duque) dentro del proyecto El Museo Portátil pero, claro, es completamente imposible reproducir las montañas de chismes, las toneladas de polvo y la sofocante atmósfera creada por el genio.
Nos hacen falta muchas mentes brillantes y atrevidas como la de este señor.
Creo que fue tan adelantado a su tiempo que no conseguimos ni atisbar lo que significaría una figura así ahora.
Pooooor cierrrr…Preparo un post de Carmen de Burgos y ahí Ramón también tiene un papel importante.
Pues permaneceremos a la escucha…
La verdad es que cómo se ha desvirtuado el término influencer si nos ceñimos a su significado actual . Conociendo la genialidad de De la Serna cuesta incluirlo en semejante colectivo. Como dice una de sus representantes más críticas … Influencers de que?? Ramón era otra cosa…
Ta adelantado que aún no lo hemos alcanzado.
Quedo muy pendiente de lo que cuentas.
Muy bueno. A Gómez de la Serna se le atribuye una de las puyas más hilarantes contra Jacinto Benavente. Hoy se calificaría de homófoba, pero bueh…
Fue con motivo del estreno de una obra del dramaturgo:
El ilustre Benavente
ha estrenado «Una señora»
y a coro dice la gente:
¡Ya era hora!
A mí me hace gracia :)