Mentiría si no digo que el disco que más esperaba este año, tal vez esta década, era el nuevo de Robyn, «Honey». Es verdad, sin embargo, que la pequeña rubia sueca nos ha tenido entretenidos todos estos años, ocho concretamente, desde que publicara «Body Talk» en noviembre de 2010, con golosos caramelitos que, sin embargo, no saciaban nuestra glotonería, al menos la mía. Tres EP’s, uno memorable junto a Röyksopp, «Do It Again» (2014), otro junto a Markus Jägerstedt y Christian Falk con el proyecto La Bagatelle Magique, «Love Is Free» (2015), y un tercero junto a Mr.Tophat, «Trust Me» (2017), así como numerosas colaboraciones con artistas como Neneh Cherry, Metronomy, Kindness, Rye Rye o Todd Rundgren, entre otros, nunca han sido suficientes para quitarnos de la cabeza lo que realmente deseábamos, un álbum que superase a esa puta obra maestra del electropop que era su último trabajo.
Pues bien, aunque en una primera y precipitada escucha no alcanza el nivel de su predecesor, hay que reconocer que el disco gana con las escuchas, lo que viene a llamarse un «grower». Ya me gustaría haber aullado de placer el primer día que lo oí, poder escribirlo ahora, porque siempre parece que cuando hay que dar más oportunidades a un nuevo álbum es que no ha conseguido entrarte sin vaselina, que eso duele como en el acto sexual, pero si pruebas en otra postura y ya más relajado, te meten lo más grande.
En general, nos encontramos unas canciones menos directas, más sencillas, solo aparentemente, menos bailables y más íntimas y desnudas. No hay que olvidar, que los últimos años no han sido fáciles para ella, una ruptura sentimental y sobre todo la muerte de su amigo Chistian Falk en 2014, un año antes de que viese la luz el citado EP de La Bagatelle Magique, marcó profundamente su existencia y la sumió en una fuerte depresión. De hecho el tema que abre el álbum y primer adelanto del mismo, «Missing U», es un claro homenaje a él, una presencia en torno a la cual giran veladamente todos los temas, de una forma u otra, ella le canta a la tristeza, la serenidad, la melancolía o la esperanza, todos ellos sentimientos que han propiciado la pérdida de un ser querido.
Si pensabais que después de esta todo iba a ser bailar con lágrimas en los ojos, estabais equivocados. «Human Being» es un baladón con una desnuda y preciosa percusión electrónica en la que colabora Zhala a las voces y que nos invita a marcarnos una lenta, bien apretaditos como se bailaban antes. El siguiente corte, «Because It’s In The Music», nos sirve para hablar de uno de los productores del disco, Joseph Mount, líder de Metronomy, que deja su impronta en este tema cuyos arreglos recuerdan a los del mejor álbum de su banda, «The English Riviera» (2011). Además de él, producen Klaus Åhlund, Adam Bainbridge de Kindness y Mr. Tophat. Este último precisamente es el que colabora en la siguiente canción, «Baby Forgive Me», una balada de acompañamiento vocal robótico que nos deja a la Robyn más ingenua y también la mas frágil. Unida a ella el tema quizás más experimental y desconcertante del disco, «Send To Robyn Immediately», que se atreve con incluir sin ningún pudor un sample de uno de los más reconocibles éxitos del house clásico, «French Kiss» de Lil Louis.
Un punto y aparte merece mi favorita, la titular «Honey», el segundo single y adelanto. En ella Robyn despliega sus diferentes y extraordinarios matices vocales, algo que queda patente a lo largo del álbum pero especialmente aquí. Cómo puede sonar una voz tan sensual, tan erótica y tan perfectamente colocada, a mi me emociona, escucho la primera estrofa y se me pone la piel de gallina, me presto a viajar a otro mundo con los ojos cerrados.
Tras el éxtasis, otro medio tiempo algo más bailable, «Between The Lines», que tira de una instrumentación que nos devuelve al house, a esos pianos que tanto nos hicieron bailar a finales de los ochenta, cantando como si una diva del género se tratase. Más de los noventa suena el siguiente tema, «Beach2k20», una especie de samba que recuerda en el concepto al shibuya-key japonés y nos traslada a una terraza ibicenca a la hora del té. Para acabar, el tema más optimista del lote y también uno de los más pop, «Ever Again», donde invoca a todos los males a salir de nuestras vidas, a mirar el futuro con esperanza, y hace toda una declaración de principios, «nunca más voy a tener roto el corazón».
Al final, el álbum se hace corto, incluso han tachado a la pobre de vaga, pero yo también voy a exhortar a la providencia para gritarle, ¡nunca más voy a tener que esperar tanto un disco de Robyn! Espero vuestras opiniones tras darle varias oportunidades.
Gracias a Robyn y a Tracey Thorn doy el 2018 como aprobado con nota
Me temo que el disco está muy bien, pero eso de que haya pasado tanto tiempo entre un trabajo y otro juega en contra, por las expectativas creadas.
Puede ser… Pero venzamos a las expectativas y disfrutemos de lo que tenemos!!!