Hace cosa de un año hablaba de una nueva serie en canal SyFy. Se llama Channel Zero y los creadores pretenden hacer temporadas independientes basándose en mitos y leyendas (de terror) que circulan por Internet; osea, toda una mina. Si la primera temporada apuntaba maneras, No-End House, la segunda , son palabras mayores. Miedo, lo que se dice miedo no da, pero la capacidad que tiene de dar puto mal rollo del carajo es para no perdérsela. Todo es perturbador, inquietante, chungo .En cada episodio habrá al menos dos o tres escenas que te dejen un mal cuerpo que pa qué.
La cosa va de lo siguiente: una pandilla de amigos se entera de la presencia de «La casa sin fin», atracción de feria que de manera sorpresiva aparece en una ciudad durante unos días para disfrute de los vecinos. Bueno, lo de disfrute es mucho decir. La casa tiene seis puertas y hay que superarlas todas para llegar al final. Por supuesto, en cada puerta hay una persona que abandona porque lo que se encuentran allí es muy malrollero y no hay quién lo aguante. Pero nuestra pandilla protagonista es capaz de aguantar todas las penalidades y salir de la casa sin problema. Y así acaba.
Así acaba el primer capítulo. De pronto te das cuenta de que te queda toda una temporada (seis episodios) y dices…¿Y que va a pasar ahora? Y en ese momento recuerdas un pequeño detalle con el que se ha cerrado el episodio. En el argumento ha pasado algo, hay un hecho extraño que antes no estaba, una sensación de deja vu de lo más mosqueante. Es entonces cuando te das cuenta de que, en realidad, no han pasado la sexta puerta. A partir de ahí, todo es posible. Las sorpresas te asaltan a cada tramo del guión y el viaje a la paranoia, la locura, los deseos y anhelos no satisfechos, la desesperación y el lado más oscuro de la mente humana es para recordarlo con gustirrinín una vez acabada la serie. Porque ha acabado. Y porque era ficción.
Su creador, Nick Antosca (apunta ese nombre porque vamos a escuchar mucho de él) juega con los personajes y con los espectadores con una regla; siempre se queda con la opción que peor cuerpo te va a dejar. Sin sangre, sin vísceras, sin recrearse en los asesinatos, pero desasosegante. Nadie parece ser quién es, ni de los que eran tus amigos te puedes fiar y tu casa y el sitio donde vivías se han convertido en un lugar hostil lleno de peligros y gente extraña y tóxica. El mejor ejemplo de todo lo que digo es el personaje del padre, con el que pasarás del terror disparatado a la emoción (sí, hasta emoción lagrimosa tiene la serie en sus minutos finales) y que te hará desear que nunca, nunca, nunca, regresen los seres queridos que un día se fueron. Y no digo más porque tienes que verla y tienes que verla ya.
Uyyyyyy una curiosidad malsana y lubricante me penetra…pero me dan mu mal rollito esas fotos.
Pues vas muuuy encaminada con el mal rollo, pero hay que verla. Son solo seis episodios y que se pasan en un periquete.
habrá que verla pues
La primera fue de lo mejor, llevo esperando esta meses.