Partamos de la base de que soy un fiel oyente de Julia en la Onda desde que empezó el programa, hace ya unos años -trabajaba yo en Onda Cero, así que imaginad la de tiempo-. Y, en la mayoría de los casos, me parece que El Gabinete (la última hora del programa) es un lugar de intercambio de opiniones muy interesantes aunque sean, la mayoría de las veces, opuestas a mí. Me nutro de opiniones diferentes para poder formar mejor la mía o para matizarla. Así que olé, Julia Otero. Y olé al resto.
Sin embargo, hay días que no. Hay días que me encantaría poder entrar en directo (o en diferido) y hablar con los contertulios y decirles que, ya que tienen el altavoz que les da el hablar en una radio a nivel nacional, bien podrían tener un poquito de cuidado con lo que dicen. Son prescriptores de muchas cosas y son influyentes. Por tanto, deberían ir con cautela cuando apoyen ciertas afirmaciones. El programa lo puedes escuchar aquí íntegro, por si necesitas alguna aclaración.
Dicho todo esto, me gustaría, por partes, decirles a los tres tertulianos del Gabinete de la Abstinencia sexual un par de cosillas. Empezaremos por Elisa Beni quien, además, es una de las personas con más capacidad autocrítica que conozco y con la que es un gusto discutir, porque no es en su significado español, si no el inglés. Y eso siempre es un gusto.
Estimada Elisa,
Como ya hemos comentado por Twitter, hay que tener un poquito de cuidado con el tema «transmisión» y las ETS. Mira, como ejemplo personal, yo he tenido ladillas sin haberme acostado con nadie en 4 semanas. Con lo que la transmisión por contacto sexual era imposible (se manifiestan en dos semanas como mucho). En mi caso fue -y no me avergüenza admitirlo- porque me senté a hacer un «número 2» en un váter muy sucio y el que había hecho lo mismo antes se ve que tenía las ladillas como dálmatas de grandes. Ningún médico en sus cabales va a decir que la «abstinencia» supone un riesgo cero ante ETS, porque, por desgracia, la higiene de muchos hace que pueda ocurrir. Raro, sí, pero puede ocurrir.
Aunque estoy contigo en que la «Castidad» no es natural, sí que tengo que decirte que puede ser llevada bien y por decisión propia. No me creo que los curas no se masturben, como sí ocurre con la abstinencia sexual o la asexualidad. Pero vamos, creo que la masturbación es una cosa «normal» y «lógica». Y, además, sana.
Coincido contigo en que hay una vuelta al control sexual de las personas y que el control del sexo es uno de los mayores controles que hay, de los que dan más poder. Pero sobre este tema, desgraciadamente, no profundizásteis. Una pena, de verdad…
Pero continuemos. Seguimos con el señor Juan Manuel de Prada. Un ser humano que parece que se quedó en el siglo XIII en pensamiento, aunque naciera a mitad del siglo XX. Para que luego digan que leer es bueno.
Estimado Sr. de Prada (no tengo ni la confianza ni las ganas de tenerlas, así que le hablaré de usted),
¿Cómo puede pensar de esta manera tan retrógrada y anacrónica y tener una voz pública y, por lo que creo, respetada?
No, en serio, es que, de verdad, se me escapa al entendimiento. El pasado viernes 11 de marzo usted perpetró comentarios como que la sexualidad «produce una relación con la psique» y que «la sexualidad desembrigada causa problemas afectivos y psicológicos». ¿De verdad piensa usted esto o sencillamente lo hace para que le critiquen porque tiene una filia especial? Sinceramente, lo pregunto porque tengo mis dudas ya.
Puedo entender que hay una «hipersexualización» de la sociedad. Coincido con ello y creo que no va conmigo. Pero ya le digo que el «follar por follar» existe. Y no es nada malo ni nada «enfermizo». Ni, por supuesto, hace que se recurra a la prostitución porque «en muchos casos es el resultado de un deseo desembridado y que se desparrama». Desparrame mental el de usted, con todo mi respeto.
Habla de la «virtud» de la castidad. ¿Y no quiere que le digan sus contertulios que es católico? Ese concepto es sólo católico, por tanto, si empieza sentando unas bases de profundo sentimiento religioso, no espere que luego no le digan que habla desde su posición de católico. Porque toda su argumentación está fundamentada en la normativa religiosa y, por tanto, en un debate sin religión no tiene fundamento.
Si usted defiende la postura de la Iglesia Católica, me parece estupendo. Pero no pretenda argumentar en igualdad de condiciones éticas de libertad y, ni mucho menos, considere que el resto de las opiniones están dentro de «tesis liberales» o «individualistas». Porque usted está no sólo en la «tesis profundamente religiosa» si no que, además, la tiene tan imbuida que ni siquiera lo admite.
A partir de aquí, pues qué quiere que le diga. Ha dicho usted que «masturbarte es algo a lo que recurres cuando no puedes tener relaciones sexuales normales». Mire, es que me da la risa. Tengo una relación sexual más que normal con mi novio -de hecho, considero que es extraordinaria, pero no me voy a poner a detallarle lo que hago yo en la cama-. Y, al mismo tiempo, me masturbo. Claro que me masturbo. Porque no está mi novio en casa, porque quiero masturbamre con mi novio o porque me apetece, porque tengo una mañana tonta y me ha dado por ahí. Y con efectos narcolépticos, para prevenir el cáncer de próstata y por mil motivos más. ¡Anda que no estaría mejor la sociedad si la gente se quisiera un poco más y se festejara una paja de vez en cuando!
Pero es que ya empieza a hablar del matrimonio y me asusta. ¿Que la castidad en un matrimonio, «salvo circunstancias especialísimas, probablemente lo que delate es una morbosidad, una conducta morbosa en ese matrimonio, algún tipo de relación enfermiza» (sic) ¿Cómo alguien puede tener cabida en el siglo XXI en una tertulia de una radio con esta forma de pensar? De verdad, me sorprende y me repugna a partes iguales. Pero bueno, de nuevo, entra usted a hablar por parte de la Iglesia. Así que poco más que decir…
También considera que la sexualidad no es como el comer, pero sí como la violencia y que, por tanto, debe contenerse. Mire, no sé usted, pero yo la violencia no la tengo como algo «natural». La violencia es algo que me viene, no tengo de normal. No voy por la vida queriendo pegar a nadie. Ni forzando, ni nada por el estilo. Si usted lo considera así, es usted el que, probablemente, necesite ir a terapia. Vamos, es que me parece preocupante de más.
Lo único bueno de sus comentarios es que el señor Quintanilla se lo pasa bomba poniéndole la semana siguiente en el «Somos Humanos». Aunque, con lo que dijo el otro día, lo de «humano» se le supone nada más…
Y llegamos a mi querida Lucía. Lucía Etxebarria, @Laetxebarria, la Lucy… Ella va a su rollo. Como me tiene bloqueado en Twitter porque no vaya a ser que alguien le pueda decir que en algo no tenga razón, con todo el respeto y la educación, pues no voy a dirigirme personalmente a ella. Porque mira, no me apetece. Pero sí os voy a contar lo que dijo.
La señora Lucía Etxebarria empezó a su rollo: comentando citas de libros que ha leído ella porqueesmuylistaymuyleídaymuyMensaytúlaodiasporqueesMensayasuhijatambiénporquenovieneacuentoperoasímevictimizomás, comentando que la sociedad está hipersexualizada y que a ella la insultaron por ser superdotada pero en Instagram puedes poner lo que quieras y los modelitos que quieras. Vamos, un «¿dónde vas? Manzanas traigo» de manual. Lo dicho, en su frecuencia.
Luego comentó que si hay que tener Grindr, Wapo, Tinder «y estar buenísimo». Lucía, querida, ¿qué es estar buenísimo? Porque yo lo estoy, eh? Y lo están mis amigos con tripa, con abdominales para rallar queso y los tirillas. Y mis amigas, que tendrías que verlas: gordas, delgadas, rellenitas, altas, bajas, con tetazas, dos-espaldas,… Y todas están buenas. Bueno, las que quieren estarlo.
Y por último, tengo que darle la razón al Sr. de Prada (y no sabrá nunca Lucía lo que me jode esto) porque dice que la falta de apetito sexual «puede ser normal y puede ser parte de un problema médico». Existen medicamentos que te quitan el apetito sexual y eso hay que controlarlo con un médico. Y la falta de apetito sexual puede ser el inicio de una depresión. O de un trastorno físico o alimentario. Por tanto, que alguien le diga a Lucía que igual, sólo igual, hay que preocuparse en algunos casos. No hay que enfermizar, pero si se ha tenido y no se tiene, puede que sea natural y puede que no lo sea. Y no porque la persona lo haya decidido tiene que dejársele estar. Porque, por ejemplo, en una relación, puede ser motivo de un problema de pareja.
Es lo que tienen los extremismos, que suelen ir mal. Así que me gustaría decirle a @LaEtxebarría desde aquí que vaya con cuidado y no sea tan polar. Tanto como habla ella de que hay que respetarlo todo, parece mentira que no sepa que entre el blanco y el negro y un montón de grises…
—
Todo esto es lo que me gustaría decirles a Elisa Beni (con la que se puede hablar en su cuenta de Twitter y es razonable y es muy fácil en el trato: @elisabeni), con el Señor de Prada y con la señora Etxebarria (que me tiene bloqueado, insisto, en Twitter y además, no lleva bien que le diga nadie nada, aunque se meta en un jardín tamaño Versalles en @LaEtxebarria). Porque agradezco y valoro los gabinetes de Julia Otero. Y me parece una gran profesional. Pero creo que al tema de gabinete de los viernes igual debería darles una vuelta.
La foto de la Mensabarría no la has puesto a mala leche ni un poquito, ¿eh?
Pues si te soy sincero, 50-50, Lobo. La puse porque era la que en más medios salía y supuse que así había menos probabilidades de que me denunciara…
Gran post Flanagan!
Tengo que decir que contigo eres la 4ª persona que conozco que pilla ladillas sin contacto sexual (y aquí uno de esos 4). Y por cierto, es que el «Sr.» por llamarlo de alguna manera Prada es un personaje de folletín, se ha creado tal papel que está desdibujado, hay que tomárselo como el que ve una telenovela porque es muy patético. Y a la Sra. «Mensa», que se vaya al psicólogo o a un grupo de autoayuda.
Pero si mi problema es que se le da voz en las radios a nivel nacional y es preocupante su discurso, por lo de retrógrado y manipulador. Sencillamente. No sé, es que me da más miedo que pena, tío. Lo de las ladillas fue una putada como no te puedes imaginar (bueno, sí, claro). Y es sólo una forma de explicar a la gente que la cosa más tonta y más ETS no tiene riesgo cero con la abstinencia.
Pues yo, y sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo en uno de los puntos que comenta el señor de Prada. Y es que la hipersexualizacion de la sociedad está generando bastantes problemas, y muchos de ellos muy graves… En el resto de cosas que dice no estoy de acuerdo :)
Si hasta le doy la razón sobre esto, no te creas. Creo que hasta lo pongo en el texto. Pero no estoy de acuerdo con las razones y, mucho menos, con las consecuencias que dice que trae eso. O sea, que a favor pero nada, poquito.
Siiiii lo pones en el texto!! De forma muy clarita!! :)
Escuchar ese día a Prada fue como si la Enciclopedia Alvárez del franquismo hubiera vuelto a la vida y se pusiera a pontificar sobre sexualidad. Que discurso tan casposo, tan lleno de humedades y tan mal follao.
Cada día tengo más claro que se ha colado de una puerta del Ministerio del Tiempo desde el siglo XIII.
Muy buen análisis, Flanny. Enhorabuena por el artículo
Llevas mucha razón al decir que los contertulios de un programa bien podrían tener un poquito de cuidado con lo que dicen, ya que ese altavoz que otorga una radio a nivel nacional (y un programa como el de Julia Otero, con tantos oyentes) los convierte en algo más que meros contertulios, sus ideas se expanden y llegan muy lejos.
Creo, precisamente, que el problema de esto viene de la elección de dichos contertulios, puesto que la personalidad de el Sr. De Prada y la Sra. Etxebarría se han ido deformando hasta convertirse en una versión distorsionada de sí mismos y potencian esa distorsión, ambos por cada lado (rancio el Sr. De Prada, no-sé-bien-qué la Sra. Etxebarría).
Y entrando en el tema en cuestión, ¿no habría sido mejor llamar a un médico o un par de ellos, para hablar de la abstinencia y de sus consecuencias positivas y negativas a nivel físico y psíquico?
Estoy convencido de que Mr. Prada se harta a follar. Tiene toda la pinta