Hoy quiero hablaros de una triste historia o, al menos, de una tremenda injusticia. Podría decir que me refiero a un genio ninguneado, como seguramente hay otros.
Voy a poner en estas líneas a un escritor, un completo literato que cultivó el teatro y la poesía junto con la narrativa, doblemente obligado a marchar de su tierra cainita, que es esta donde nos encontramos. Se trata de Agustin Gómez Arcos.
Es probable que apenas hayáis oído su nombre, incluso ahora que ha sido tímidamente redimido gracias a los esfuerzos que ha hecho una editorial por traer sus obras a nuestro idioma y por una directora de cine que hizo una maravillosa película documental en 2024. Me refiero a Cabaret Voltaire y a Laura Hojman con “Un hombre Libre” respectivamente. Asi que comienzo con una breve presentación biográfica.
Agustín nació en un pueblo de la parte mas pobre y descarnada de la Península, la siempre olvidada Almería, apenas conocida en aquellos tiempos por el mármol de Macael y el oro de Rodalquilar. Vio la luz en un pequeño lugar llamado Enix que en la actualidad cuenta con poco mas de medio millar de habitantes. Uno de esos pueblos encalados que relucen al sol en un paraje casi desértico propio del Este de Andalucía.
Hijo menor de una numerosa familia republicana, vivió en sus propias carnes la guerra civil y, sobre todo, la posguerra en calidad de represaliado. Pese a todo, y con gran esfuerzo familiar, consiguió terminar los estudios con ayuda de quien consideró su musa desde el bachillerato, una profesora llamada Celia Viñas, quien, siempre bajo la presión del régimen, se percató de la capacidad y fomentó el amor Agustín para y por la Literatura.
Una vez terminado el bachillerato se trasladó a Barcelona donde comenzó a estudiar Derecho por medio de una beca. Aquello no era para él y abandonó la carrera al tercer año, pero le permitió realizar colaboraciones con revistas literarias y talleres de teatro, obteniendo su primer premio literario de narración breve por “El último Cristo” aparte de publicar su primer poemario “Ocasión de Paganismo”
Se trasladó a Madrid con intención de hacer solo teatro. Pasó por todas las figuras: autor, actor, director e incluso traductor. Trabajó de manera incansable y consiguió distintos premios principales como el ‘Calderón de la Barca’ o ‘Lope de Vega’ que fueron otorgados para ser después mutilados, bloqueados o cancelados por la censura del régimen. Harto de las constantes humillaciones franquistas, decidió salir del país y se marchó, gracias al dinero de su último premio literario -tambien censurado, aunque cobrado- a Londres.
El aluvión de libertad que vivió en Londres fue determinante para su crecimiento como literato, aunque no ejerció demasiado. Básicamente se limitó a sobrevivir con trabajos casi precarios sin dejar de intentar hacer teatro con escaso éxito, pues incluso en aquel hervidero cultural sus obras fueron consideradas demasiado avanzadas… ¿Otra manera de censura? Quizás.
En plena ebullición del ‘Mayo del 68’, sin ser consciente de la trascendencia de ese movimiento cultural, se trasladó a París, donde encontró total apoyo y pudo desarrollar una intensa actividad como dramaturgo.
Cinco años después de abundantes y exitosos estrenos teatrales, la editorial Stock le propuso escribir una novela en francés. Aceptó y, tras un largo viaje a Grecia en 1974, entregó su primer manuscrito. Nació “El Cordero Carnívoro” una novela que puso patas arriba muchas cosas y fue el comienzo de su particular ajuste de cuentas con la posguerra, el régimen fascista, la iglesia y la represión en toda su extensión.
Y aquí debo aclarar que me ceñiré a comentar sus tres primeras novelas, las que se denominaron ‘Trilogía de la posguerra’ porque de otro modo esto sería un mamotreto intragable. Y os gusta muy poco leer en pantalla, que todes lo sabemos.
El Cordero fue presentada por Stock en 1975. Tuvo un éxito sin precedentes para un escritor no francés y fue galardonada con el Premio Hermès, comenzando una concatenación de novelas hasta un total de 14 títulos, todos ellos escritos en francés, quizás en un singular desquite para con la tierra y la lengua que le repudió.
La historia se desarrolla en una capital de provincia andaluza que no se nombra directamente, pero que se ubica sin problema si se usa la perspicacia y se tiene cierto conocimiento de arte y arquitectura.
Se trata de una familia aparentemente convencional asentada en la burguesía de dicha capital. Carlos, el padre. Matilde, la madre. Antonio, el hermano mayor e Ignacio, el pequeño, sobre quien gira casi todo desde el principio. Nada es lo que parece, todo va dando vueltas desde su nacimiento hasta que Ignacio alcanza los 25 años.
Es complicado describir la obra sin desvelar los acontecimientos que contiene, pero debo decir que aluciné bastante con las escenas que nos presenta Gomez Arcos en estas 373 páginas. Relaciones entre padre, hijos, hermanos, madre, maestro, cura y criada del todo especiales y que finalizan en un desenlace absolutamente apoteósico -si es que hay algo dentro de esta historia que no lo sea- Pero no por cómico ni trágico sino por la relevancia del acontecimiento en sí en un momento como aquel.
Quizás desconcierta un poco el cambio de persona verbal según se desenvuelve el contenido, pero insisto en que todo esto queda sumergido en un mar de reflexiones, dudas, actos y sentimientos profundamente homosexuales. Puede que sea la novela ‘gay’ mas insólita que he leído hasta el momento porque pisotea con fuerza todas las imposiciones morales del régimen, pero también algunas actuales.
Resulta descorazonador que esta obra haya sido escrita en 1974 y fuese una completa desconocida en el país natal del autor hasta pasados casi 50 años de su publicación, a pesar de la relevancia que adquirió en su tierra de acogida. Se puede quizás entender que, durante los estertores de la dictadura franquista estuviese prohibida, pero ¿Por qué no se difundió después?
La siguiente novela fue “María República” de 1976. Es un desquite contra el gran poder religioso y eclesiástico responsable de gran parte de la represión tras la guerra civil.
María es una muchacha de familia republicana que pierde a sus padres en los paredones tras la victoria de los sublevados. Desposeída de todo, se ve en la necesidad de vender su cuerpo en las calles de Barcelona. La familia que le queda -una tia beata, adinerada y franquista llamada Eloisa– la rescata para salvaguardar su posición social y hace que le sea aplicada la ley de rehabilitación social confinándola en un convento de clausura.
Pero resulta que el convento no es lo que parece en absoluto. Por aproximar una definición, aquello podía ser una especie de aquelarre dirigido por una Madre Superiora completamente infame. Un ser que representa todas las abyecciones humanas existentes. La Superiora, duquesa viuda y muy anciana, queda fascinada con Maria y decide convertirla en su sucesora, y va desvelando paulatinamente los entresijos del poder en el convento para estupor de la protagonista.
María tiene que soportar infinidad de situaciones grotescas que la congregación le dispensa, haciendo que su vida en el convento sea cada vez más insostenible
hasta alcanzar un desenlace épico.
Esta obra no fue tan premiada como la primera, quizás por lo bizarro de ciertos pasajes, pero en Francia se hizo una ópera homónima basada en ella y, poca gente lo habrá notado, pero queda patente que inspiró a Pedro Almodóvar para el guion de “Entre Tinieblas” (1983) ya que el manchego conoció a Gomez Arcos y su obra en París años antes de la filmación.
A María le siguió “Ana No” donde desaparece todo atisbo de comedia para narrar las tribulaciones de una madre despojada de su familia.
Ana Paucha es la protagonista en solitario, pues apenas intervienen terceras personas de manera directa. Ana No es como se llama ella a sí misma. Vivió en un pueblo costero donde fue muy feliz junto a su marido, pescador, y sus tres hijos. La guerra civil se cobró la vida del esposo y los dos hijos mayores, la represión posterior llevó a su hijo pequeño, Jesús, a la cárcel en cadena perpetua por comunista.
Ana tiene setenta y cinco años y no le queda nada en la vida más que la memoria de sus fallecidos y el dolor por su hijo pequeño, preso en una cárcel del norte.
Analfabeta y sin haber salido nunca de su pueblo, toma la decisión de ir al encuentro a su hijo y le prepara un pan de aceite, almendras, anís y mucho azúcar. Abandona su casa de madrugada sin más equipaje que el pan de aceite bien envuelto y custodiado en su regazo. Espera el momento en que nada ni nadie mira, entierra la llave de su casa y emprende un camino hacia el ignoto norte, siguiendo la via del ferrocarril.
Asi comienza un viaje lento, interminable, desgarrado y lleno de vicisitudes. No se trata de un periplo de aventuras, sino de la odisea personal de Ana No dejándose la vida en un camino áspero, duro y cruel a lo largo de aquella España quemada, siempre aferrada al pan de aceite y a la idea de abrazar a su hijo, cada vez más cerca, pero tambien más lejos.
No puedo describir más que esto, ni siquiera su final, aunque tampoco puedo resistirme a reproducir las cinco frases que abrochan el cierre.
No hay ojos que los lloren.
No hay memoria que guarde su huella.
No son para iglesia sus cinco santos nombres.
No nombres. Anti-nombres,
cinco No.
Es un libro de un crudo y profundo alcance con tintes casi iniciáticos. No en vano lleva décadas como lectura recomendada en todos los Liceos Franceses del mundo. Es quizás la obra más galardonada de Gomez Arcos, considerada su consagración como escritor francés. Fue llevada al cine y traducida a quince idiomas y ¿sabéis cual ha sido el decimosexto y casi último? nuestro español.
La injusticia cometida sobre Gomez Arcos es insondable. Regresó a España con la llegada de la Democracia, pero la ingrata transición y los intelectuales que la poblaron no le permitieron hablar del pasado, de su experiencia en el exilio, de sus problemas con el régimen, de su vida al fin y al cabo. La transición no quiso recordar, solo mirar hacia delante y ahora nos vamos dando cuenta de ese tremendo error. Le ningunearon y silenciaron. Desencantado, decidió regresar donde sí fue apreciado y querido, pero con la inmensa carga de un doble exilio. Pocos escritores han sido capaces de transmitir de semejante modo todo el efecto y peso de su expatriación. Fue nombrado primero Caballero y luego Oficial de la Orden de las Artes y las Letras Francesas, la mayor distinción artística del país vecino.
Falleció en 1988 por causa del VIH y fue enterrado como prestigioso literato francés en el cementerio de Montmartre. En España no trascendió apenas su muerte.
Como dije arriba, pasaron casi 50 años para que aquí alguien se percatara de la existencia de Agustín Gómez Arcos y tomara interés en traducir y publicar su obra. Fue la ya mencionada editorial Cabaret Voltaire quien, gracias a Adoración Elvira Rodriguez y los herederos del escritor, están rescatando, traduciendo, editando y publicando su obra, que ya ofrece bastantes títulos más dos antologías: una de teatro y otra de poesía.
El epitafio de su lápida funeraria fue tomado para titular la película documental sobre su obra y estas palabras que os he compartido:
Un Hombre Libre

Grandísimo todo el post. Bravo!
Muchas gracias.
Qué menos, ¡¡y merece mucho más!!