La perfección de Balenciaga

Visionar la serie «Balenciaga» es no salir del asombro. Un asombro causado por la excelencia que atraviesa toda la ficcción (basada en hechos reales) y que puede comprobarse en Disney+ porque no han escatimado en gastos y se nota, vaya si se nota. En las localizaciones, los escenarios escogidos, la ambientación, la fotografía, el despliegue de modelos del modisto o la fotografía. Por supuesto que hay aspectos que destacan como ocurre con la magnífica banda sonora a cargo de Alberto Iglesias, una partitura emocionante y con personalidad que acompaña cada escena con el punto exacto de belleza y emoción.  No me corto en decir que es uno de los mejores trabajos de este grande de la composición que durante tantos años ha sido inseparable del cine de Almodóvar.

 

 

También hay un gran trabajo de guion que saca oro de la biografía de Cristobal Balenciaga, personaje que se mantuvo en la sombra durante casi toda su vida porque detestaba la exposición pública e hizo de la discreción una manera de ser, de ahí que siga siendo un gran desconocido para el público general, entre otras cosas porque no hizo algo reseñable o pintoresco más allá del diseño y la confección.

 

Por eso se agradece muchisimo que no se hayan obviado sus relaciones homosexuales tal como sí hizo Paul Thomas Anderson cuando rodó  «El hilo invisible»,  que dijo inspirarse en la figura del modisto vasco pero que allí resultó ser heterosexual.

 

Lo interesante del argumento de la serie es que la vida profesional de Balenciaga también sirve para hacer un repaso a la evolución de la moda en unas décadas cruciales que van desde los años cuarenta a finales de los sesenta,  cuando dejó de ser un producto para las elites que buscaban en la alta costura su manera de presentarse al mundo para ir poco a poco popularizándose y democratizándose gracias a la producción industrial y al Prêt-à-porter.  Un proceso en el que harán su aparición otros grandes como Coco Chanel, Givenchy o Christian Dior y cuya caracterización es una de las grandes bazas de la serie, porque aunque aparezcan pocos minutos son creíbles y no acartonados.  Todo lo contrario a ese horror estrenado en Netflix que se llama The New Look y en el que ni la Binoche está bien (de hecho está pasadísima de rosca).

 

Dejo para el final el trabajo de Alberto San Juan,  que está fuera de toda duda que es un gran actor pero es que lo que hace en la serie sobrepasa cualquier adjetivo. Está impresionante haciendo suyo al personaje y consigue que no veas la actuación porque Alberto San Juan no hace de Balenciaga: ES. Cada gesto, cada entonación, cada mirada suya solo està al alcance de muy pocos, porque muy pocos son capaces de algo tan grande. Y como ejemplo la escena del hospital, tres minutos para la historia que ponen los pelos de punta y se quedan grabados en la memoria para siempre.

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