Bueno, pues nuevamente hemos pasado sin daños por la última profecía del fin del mundo. No sé si os habíais enterado, pero el pasado 23 de abril se iba (otra vez) a acabar el mundo debido a una tormenta solar excesivamente intensa que nos iba a dejar… Fritos.
Parece que cada pocos años, alguien aparece y predice que el fin del mundo está cerca. Desde profecías religiosas hasta teorías de conspiración, la idea de un apocalipsis inminente ha sido un fenómeno recurrente a lo largo de la historia humana. Pero ¿cuál es el impacto social de estas predicciones, particularmente en estos tiempos de incertidumbre?
En primer lugar, es importante señalar que la predicción constante del fin del mundo puede causar miedo y ansiedad en las personas que toman en serio estos “avisos”. Este miedo puede provocar pánico e incluso un comportamiento peligroso. Por ejemplo, como seguramente recordaréis, en 2012, muchas personas creían que el mundo se acabaría el 21 de diciembre, lo que provocó pánico masivo e incluso intentos de suicidio. De manera similar, en 2020, cuando la pandemia de COVID-19 se extendió por todo el mundo, algunos teóricos de la conspiración afirmaron que el virus era una señal del inminente fin del mundo, lo que generó miedo y paranoia generalizados que desembocaron en episodios de violencia y autolesiones.
Además, la predicción constante del fin del mundo puede generar una sensación de desesperanza y apatía. Si el fin del mundo es inevitable, ¿por qué molestarse en intentar tener un impacto positivo? Esto puede conducir a una disminución de la motivación para trabajar por un cambio regenerador en la sociedad. También puede contribuir a una sensación de nihilismo, donde las personas sienten que sus acciones en última instancia no tienen sentido.
Por otro lado, estas predicciones también pueden tener un impacto negativo en la política y las políticas. Si los líderes creen que el fin del mundo es inminente, es menos probable que inviertan en soluciones a largo plazo y más probable que se concentren en ganancias a corto plazo. Esto puede ser perjudicial para el progreso de la sociedad y el bienestar de sus ciudadanos. Por ejemplo, si los políticos creen que el cambio climático conducirá inevitablemente al fin del mundo, es menos probable que inviertan en energía sostenible y políticas ambientales. Aquí también conviene destacar el aumento de los negacionistas, hasta tal punto que algunos partidos ya usan esas mismas soflamas negacionistas para conseguir adeptos (y creo que todos sabemos de qué partidos hablamos).
Es importante tener en cuenta que no todas las predicciones del fin del mundo son inherentemente negativas. Algunas personas creen que estas predicciones pueden conducir a cambios positivos, como una mayor conciencia de los problemas ambientales o un renovado sentido de comunidad y conexión. Por ejemplo, algunos defensores del movimiento «prepper» argumentan que prepararse para el fin del mundo puede conducir a una mayor autosuficiencia y resiliencia.
Sin embargo, es crucial abordar estas predicciones con ojo crítico y no dejar que consuman nuestros pensamientos y acciones. Es importante centrarse en las soluciones y el cambio positivo, incluso ante la duda. Debemos recordar que tenemos el poder de dar forma a nuestro mundo y crear un cambio positivo. En lugar de sucumbir al miedo y la apatía, debemos permanecer optimistas y motivados para trabajar por un futuro mejor.
Somos capaces de grandes cosas, y juntos podemos superar cualquier desafío. ¿Qué tal si nos enfocamos en construir un futuro mejor, en lugar de predecir constantemente su final?
Muy interesante el punto de vista: posiblemente cada cierto tiempo se produzcan estos «anuncios» del fin del mundo porque, cuando las cosas tienen un final, se llenan de sentido y eso da seguridad. Quizá la incertidumbre de que «el mundo nunca se acaba» y de saber que seguirá girando sin nosotros, sin que nuestra existencia haya trascendido en nada, haga a muchos pensar que la mejor solución sería un fin de fiesta a lo grande… En cualquier caso, el mundo se acabará, como todo, tarde o temprano; así que lo mejor es que nos pille… ¡disfrutados!