Si me dijeran que eligiera cinco discos para llevarme a una isla desierta, sin duda uno de ellos sería el grandioso, enorme, inclasificable «Sign ‘O’ The Times» de Prince.
Un disco que se grabó en el 86, se publicó en el 87 y se reedita este año con una edición especial que es una barbaridad, con 45 temas inéditos y un precio que como no me toque varias veces la lotería, me temo que no me podré comprar. Para que te hagas una idea de los distintos formatos de la nueva reedición:
Super Deluxe Edition, en formatos 8CD/DVD y 13LP/DVD. Contiene 63 canciones inéditas (45 en estudio, 18 en directo), concierto inédito en DVD y libro de 120 páginas
Un disco que descubrimos gracias a una canción y un vídeo que son el resumen perfecto (y no solo musicalmente) de la década de los 80.
Si eres millennial, es muy difícil que entiendas lo que significó Prince y su obra magna que partIó la década en dos con un antes y un después. Preso de un arrebato creativo que parecía no tener fin, casi le daba para editar un disco por año y cada vez eran más notables. Ya lo dijo Bowie:
LOS OCHENTA SON DE PRINCE
Y así era. Tras bombazos de éxito y calidad como Purple Rain, todavía tenía fuerzas y genio para hacer discos que mamaban de la psicodelia (Around the world in a day) a inspiraciones parisinas y jazzisticas (Parade), el noveno disco del genio de Minneapolis era un disco doble pensado para ser llevado al directo con la misma secuencia de canciones y realizando un compendio de todo lo grande que tuvieron los ochenta, pero llevándolo mucho más allá.
Antes, les había dado una patada a The Revolution y se presentaba solo, dueño y señor de su obra como siempre quiso ser. Eso hasta que su propio genio lo devoró y lo convirtió en una parodia de sí mismo, pero eso ya sería en el siglo XXI. Mientras, era capaz de hacer delicias tan flipantes y enormes como The Cross, que aunque con su letra ya empezaba a demostrar sus cariñines por la religión, aún era soportable como testigo de Jehová. Escucharlo en directo es morirse.
Sign ‘O’ The Times partía de lo funky y la electrónica para tocar todos los estilos posibles, en una amalgama que parecía imposible para todos menos para Prince. Pop, rock y sonidos de la música negra que se mezclaban de manera juguetona y con ese toque sensual y sexual que todavía no había perdido y que casi eran marca de la casa.
Cada canción era un mundo y sin embargo, en conjunto funcionaba (y en directo mucho más) estableciendo puentes con músicas hasta ese momento incomunicadas y que más tarde muchos recorrerían, pero el primero fue Prince. La sexualidad tórrida y la sensualidad musical aun eran marca de la casa y se nota en cada verso y en cada nota. Delicia tras delicia, porque nadie hacía temazos tan calentorros y lubricantes como él.
Tras salir a la venta, si algún reticente le quedaba en la crítica musical, cayó rendido a sus pies y la gente de Time Out lo nombró el mejor disco de la historia. Si hablamos de discos de los ochenta, no hay lista donde no aparezca de los cinco primeros.
Y además tuvo buenas ventas a lo largo y ancho del mundo. Todo parecía poco ante un disco que pese a ser doble, se escuchaba con la boca abierta del asombro y que más de tres décadas después, aun sigue deslumbrando porque no ha envejecido nada y sobre todo, nadie ha hecho nada parecido. Hay que tener en cuenta que él compuso, arregló, tocó la mayoría de instrumentos y produjo el disco, tiró de ironía musical y nunca perdió esa sensación de que lo que para el resto era una tarea imposible, para él era un juego de niños. Es lo que tiene la genialidad.
Estás reediciones me flipan a pesar de que con Prince tengo claroscuros importantes.
Habrá que «hacer hucha».
Yo me las estoy pillando («Purple Rain», «1999», «Sign ‘O’ The Times»), pero las ediciones dobles o triples de cds… Vamos, la baratica.