Para el el artista francés multidisciplinar Boris Vian, el infierno significaba un sistema sofocante, alejado de la libertad individual del hombre con su entorno. La opresión y la angustia, causada por la injusticia social, hacen que la guerra y la alienación existencial determinen que la felicidad sea imposible. En «Sirat», la última y arriesgada, libre y atrevida película de Oliver Laxe, todo esto lo lleva a la pantalla. Empapado con sudor y levantando el polvo hacia los ojos para que escuezan.
Nadie se da cuenta de que la historia es lo de menos, sino cómo lo cuenta. Todo su antecedente es una excusa: un hombre aparece acompañado con su hijo en el desierto buscando a la hija perdida. Están en una rave, y los cuerpos bailan como fantasmas; y el calor no afecta sus ansias de libertad ni lo que ocurre más allá de lo que aciertan a ver sus ojos: arena, sol y piedras. Levantan el polvo con sus zapatos sucios, desgastados por la celebración sin horas. A mitad de película será lo que menos importa, porque los altavoces han abierto las puertas del infierno y los sonidos de bajo se repitirán hacia un futuro inseguro, borroso y desconocido.
Una de las primeras frases de la película lo dice todo:»¿Hemos hecho algo malo?. Sólo queremos bailar». A partir de aquí, como en esa obra maestra sobre la desesperación que es «La vergüenza», de Bergman, el hombre queda atrapado en un horizonte donde sólo se observa la línea que parte la irrespirable luz del sol con la tierra del desierto. El hombre como víctima de su sonrojo y su infamia. El inocente como mártir de su especie. Cuando todo comienza a fallar no hay vuelta posible. Laxe estrangula, con la metáfora de una fiesta sin fin hacia un mañana que no promete nada. Cine para ver en pantalla grande. Para que te entre su música por los pies, las imágenes por el cuello y sus muchos mensajes por el corazón, encogiéndolo.
Maravilloso Angel, me has transportado de nuevo a la atmósfera de la película. Gracias!!.
Leyéndolo dan ganas de ver todas esas imágenes que nos cuentas…