Querides lectoras, lectores y lectoros varies.
Nuestro apreciadísimo Juanjo continúa hablándonos de los trastornos narcisistas, pero esta vez en el cine y otros medios plásticos, con todo su desparpajo… A mi me ha encantado mucho asi que no haré más preámbulos.
Lo admito. Soy pésimo sintetizando ideas. Quería contar tanto sobre ejemplos de narcisismo en cine, televisión o incluso cómic que la cosa acabó bigger than life.
Pero ¿en qué se parece una película a la realidad? En nada. EN NADA. (En tu cabeza debería ahora iluminarse un mensaje llamativo como un neón que dice: DEJA DE ENGAÑARTE, ESTÁ SUCEDIENDO…)
Norma Desmond. «El crepúsculo de los dioses», de Billy Wilder. Dos cosas me gustaron de esta aproximación macabra la Trastorno Narcisista de la Personalidad (TNP) y al star-system hollywoodiense. Una es el «crepúsculo». Los narcisistas, una vez agotados sus encantos y repelidos todos los seres que han tenido el valor de quererlos, mueren solos, amargados. No es para menos. Quizás entonces puedan pensar en un cambio, pero os aviso: podrán cambiar la programación, pero el hardware sigue intacto; es muy difícil. Cuando se les cruza la oportunidad (William Holden) se reactivan como zombis. Peligro. La segunda puyita creíble es la disociación de la realidad (que va más allá de los psicóticos) que vemos en la escena final. Con tal de proteger su máscara (su ego es ficticio y detrás de él no hay NADA) harán lo más inverosímil. Ahí la teníamos saludando a sus «fans» camino de la lechera.
Don Draper (Mad men). El TNP es mucho más frecuente en hombres que en mujeres, pero no exclusivo. Don Draper es la quintaesencia del narcisismo patológico. Hay por ahí un artículo que lo describe genial: Encantador de serpientes, mitómano, controlador, sin personalidad, incapaz de empatizar y escapista. Si es que lo tiene tó. The rest is silence.
Truman Capote «Feud: Capote Vs The Swans» Tru dio más que evidentes rasgos narcisistas de alto octanaje en vida «Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio». La serie los detalla: Su encanto pese a ser poco menos que un sapito, el uso instrumental de sus amistades (los cisnes, de las que extraía suplemento narcisista, sobre todo) es memorable el episodio cinco cuando relata a los documentalistas con frialdad y precisión quirúrgica cómo las manipulaba, su escasa conciencia del daño que les había causado. Otro ejemplo es la persistencia en los vicios que le llevarían a la tumba. O cómo engañaba a todos con sus falsas promesas de fidelidad o desintoxicación (¿cómo puede alguien sentirse tan traicionado siendo pareja abierta? Preguntádselo a Jack Dunphy). Cualquier promesa que te haga un narcisista será instrumental, con tal de no perder su fuente de suministro te lo prometerá todo… para incumplirlo. Suena inimaginable que en el episodio final Truman redefina «Plegarias atendidas» -la espina dorsal que amalgama los episodios de la serie- como un acto de disculpa (que no se disculpan, que noooo…), suena incluso más creíble el final del episodio cuatro, ese «impossible» encuentro accidental a lo «desayuno con diamantes» entre Truman y Babe, porque estas criaturitas adoran hacerse los encontradizos para recuperar a sus presas (hoovering).
Bianca Castafiore (Tintín, Hergé). La wikipedia la define así: «Castafiore es presentada como una mujer rica, generosa, amigable y con voluntad de hierro, pero al mismo tiempo narcisista, caprichosa, de mentalidad ausente y parlanchina, y parece ignorar que su voz es chillona y excesivamente alta.» Tiene papeletas, pero dentro de los comics de Tintín es la única de las mujeres que suele aparecer -a Hergé se le llegó a acusar de misoginia- y encima colgadísima del capitán Haddock (señora, por Dios, ¿pero no se da cuenta usted que no?).
Su equivalente hispano es Deliranta Rococó (Martz Schmidt), si acaso más tiránica que la anterior, aunque lejos de los parámetros narcisistas. Deliranta aparenta tener posibles con su palacete y sus empleados (a los que trata de pena), pero en realidad se come los mocos casi tanto como Carpanta. Pshé, se da esa inconsistencia entre lo que dice y hace un narcisista. Ya me lo decía mi madre: no te creas a un hombre por lo que dice, sino por lo que hace… y los narcisistas dicen blanco y te hacen negro todo el tiempo. Deliranta se acerca más a un conflicto de clases y a la sempiterna actitud del hidalgo de «enseñar la barriga» (aunque no se tenga), pero quería darme el gustazo de recordar a Martz Schmidt (Gustavo Martínez Gómez, cartagenero de nacimiento) que ya nos vale, ya…
La familia, esa fábrica de dementes. Que uno de los padres, si no los dos, tenga rasgos narcisistas, es un problema gordo, porque toda enfermedad relacional se propaga dentro de la familia como la pólvora. Un buen ejemplo es Violet Weston (Meryl Streep) en «August: Osage County». Habría que meterlos a todos en terapia y cerrar con llave. Una madre narcisista, además de drogadicta, genera una dinámicas peligrosas entre sus hijos (El niño dorado, el chivo expiatorio, ambivalencias en el trato, amor condicionado…). La Streep, como de costumbre, imponente. ¿Hay algo que esta señora no sepa interpretar?
Siguiente asociación: El príncipe Hans (Frozen). No os riaís, mariquitas. ¿Os acordaís cuando se quita la careta delante de Anna, ein?¿A que ya no os hace tanta gracia? Pensad en él cada vez que os enamoreís perdidamente en tiempo récord. DESCONFÍA POR TU BIEN. (almagemelización, mirrowing e introyección…)
Anna aprendió la lección y le dio algo de cancha al siguiente, a ver si te coscas tú. ¿Era Hans narcisista? No creo, no necesita atención constante, no tiene megalomanía. La opinión más frecuente en redes es que fue criado en una familia narcisista y tuvo que aprender a sobrevivir por las malas con poco respeto a la moralidad, siendo benévolos. No lo dudes: es un bicho malo. A los narcisistas de verdad también se les cae la careta de vez en cuando, para descubrir que detrás de esas penetrantes miradas que te dedican y que confundes con pasión… no hay nada. Y eso da terror.
En los negocios, los narcisistas te venden la moto. Pero a lo grande. Recordad a Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio) en «El Lobo de Wall Street» o a Frank Abagnale Jr en «Atrápame si puedes» (Leonardo again), aunque Abagnale se decantaba por una variedad de megalomanía más indulgente (no busca la admiración). Donde veas una estafa, verás a un narcisista. Es necesario alguien que mienta y mantenga la cara de hormigón armado después. Que sea encantador y estafador. De hecho, Sam Vaknin (es un psicólogo especialista en TNP) fue detenido por estafa repetida y diagnosticado dos veces de TNP y otra de transtorno antisocial de la personalidad. Un querubín.
Una relación con un narcisista es una relación abusiva. Los narcisistas son competitivos, acaban viendo a sus parejas como a ésos a los que habrá que despeñar. Al principio las idealizan porque necesitan codearse con personas «tan especiales como ellos», pero rápidamente las devalúan por ese mismo mecanismo que les alerta de que «nadie puede ser mejor que ellos». Ya, es demencial, pero es que son dementes. Son vampiros emocionales y se nutren del malestar que provocan.
La víctimas -las que se dan cuenta- piensan que sus parejas se pueden recuperar (no es su problema) que los deben encarrilar (no es su responsabilidad) o que pueden hacerles llegar a entender lo inmoral de sus acciones. Error. Error. Error. Un narcisista no puede ver el mundo como tú, al igual que tú no puedes entender la mentalidad del narcisista. Desde su punto de vista, sus actos están sobradamente justificados. No siente haber cometido error alguno ni que deba disculparse por nada y si lo hace es para manipularte. Ha eliminado toda duda o cuestionamiento de su mente, y cuando ésta aparece la proyecta sobre su víctima. Solo hay una manera de acabar con este ciclo de idealización, devaluación y recaptación. Saliendo de él.
Relaciones de parejas narcisistas las verás en «Alice, cariño» o las series «The undoing» y «Big Little Lies» (ambas con Nicole Kidman).
Y, por supuesto, «Luz de gas» (o «Luz que agoniza»), de la que toma nombre la técnica en la que el abusador hace cuestionar a la víctima la realidad de lo que ha vivido.
Con todo, un narcisista es una hermanita de la caridad comparada con lo que me queda por contar. Dentro de lo malo, aún siente algo (por él, no por los demás, por supuesto). Siente miedo de que le descubran, siente una intensa frustración cuando las cosas no salen bien. Vive condicionado al control que ejerce sobre los demás porque es incapaz de soportar que las cosas se les vayan de las manos. Siente envidia, siente soberbia. Y lo que hace no dejan de ser recetas automáticas que -como le funcionan- no cambia. Los que me guardo para la última entrada sobre este tema son peores.
Bueno, pues seguro que os ha gustado muchísimo tambien y todo apunta hacia una tercera parte, muy bienvenida desde luego.
Mil millones de mil gracias, Juanjo. Aquí te esperamos.
Hay pocos nombres que molen tanto como Deliranta Rococó. Por cierto que «El diablo viste de Prada» es toda una apoteosis del narcisismo, por aportar otra peli.
Por otro lado…Otro gran post. Enhorabuena.
¡Gracias!. Buen apunte con la peli. Deliranta me hacía gracia porque era un poco paródica, pero no la veía muy narcisista. Era más de «echar la barriga» como dicen en mi tierra. Y la Castafiore, pues… porque había que poner a alguna. Salvo Norma Desmond, se me ocurrian pocas féminas narcisistas (el narcisismo se asume más frecuente en hombres. Los borderline son más frecuentes en mujeres). Menos mal que ha venido la Streep a salvar el día con «El diablo viste de Prada» …que le gusta repetir como a Nicole Kidman (en «The undoing» el narciso era Hugh Grant, sin ser demasiado spoiler).
Para la última entrega, la nómina de trastornados se me ha quedado un poco coja. Es cierto que buscaba gente que no tuviera la manía de mutilar y matar a la gente, pero a la audiencia le mola la sangre. Me he colado, se me ha escapado uno muy gordo: Kevin Spacey en «House of Cards». My fault.
Deliranta, su menordomo y los palecetes bís rebís forman parte de mi infancia. Aquellos ‘tebeos’ que devoraba cada semana me hacian partirme de risa yo solo, sentadito en un cojín a carcajada limpia. Pero esta imagen de la Rococó palmeandose las tetas mientras se descojona es tremenda, supongo que ya no habría censura.
La Castafiore tambien, aunque ya más hacia la adolescencia, cuando Tintín entró en mi sala de lectura interior.