¡Saludos, lectores! Aquí estamos, en ese momento del año en el que todos nos sentimos como si pudiéramos reinventarnos a nosotros mismos con la facilidad de cambiar el fondo de pantalla del móvil. Los propósitos de Año Nuevo: esos pequeños compromisos que hacemos con nosotros mismos mientras juramos solemnemente que este año será diferente. Pero, ¿a quién estamos engañando realmente?
Las estadísticas nos dicen que, lamentablemente, la mayoría de nosotros terminamos tan comprometidos con nuestros propósitos como un globo en un agujero lleno de alfileres. El entusiasmo inicial se desvanece más rápido que un mensaje de texto no leído, y antes de que nos demos cuenta, ya estamos de vuelta a nuestras viejas costumbres.
Así que, ¿por qué nos embarcamos en esta tradición anual de autoengañarnos? Tal vez sea el espíritu optimista que llega con el champán de fin de año, o simplemente la ilusión de que somos capaces de hacer yoga todos los días a las 6 de la mañana. Como si fuera tan fácil cambiar de la noche a la mañana simplemente por estrenar un nuevo calendario…
Ahora bien, no quiero ser el Grinch de los propósitos de Año Nuevo, pero quizás podríamos replantearnos nuestras estrategias. En lugar de prometernos a nosotros mismos cosas que suenan increíbles pero que son tan probables como encontrar unicornios en el supermercado, podríamos optar por metas más realistas.
Por ejemplo, en lugar de «ir al gimnasio todos los días», podríamos proponernos «descubrir nuevas formas de moverme que no involucren el término ‘rutina de ejercicio'». Después de todo, bailar frente al espejo también cuenta, ¿verdad?
Otra opción podría ser cambiar el enfoque de «comer sano todo el tiempo» a «añadir más colores al plato». Porque, sinceramente, ¿quién puede resistirse a un plato de zanahorias y brócoli si también hay un poco de salsa de queso involucrada?
Y si tu propósito era leer más libros pero ya te has perdido entre memes y videos de gatos en internet, intenta con «leer algo, aunque sea el menú del restaurante». Cuenta como lectura, ¿no?
En resumen, queridos, sigamos siendo soñadores, pero con un toque de realidad. Propongámonos cosas que sean alcanzables y, sobre todo, que nos hagan felices. Después de todo, la vida es demasiado corta para pasarla sintiéndonos culpables por no haber cumplido con nuestros propósitos de Año Nuevo.
Así que, alcemos nuestra taza de café (porque, sinceramente, ¿quién puede renunciar al café?) y brindamos por propósitos realistas, metas alcanzables y, sobre todo, por un año lleno de risas y buen rollo. ¡Que la fuerza (y el humor) nos acompañen en este nuevo año!