Netflix ha estrenado Smiley de sorpresa y antes de Navidad, así que se llevará el mérito de haber producido una serie que se encuadra dentro de la comedia romántica pero con temática LGTBI. Te recuerdo que hemos tenido que esperar casi al 2023 para verla. Aunque el bombazo ya lo ha conseguido (¿Queda algún marica que no la haya visto este finde de un tirón?) en las redes sociales he leído algunas criticas que me han hecho reír más incluso que la propia serie a la que se acusa de clichés, topicazos, diálogos manidos y escenas inauditas. Carlos Cuevas tiene una opinión sobre esos veredictos taaaaan profundos, pero no te la va a decir porque con mirarte le vale:
A ver, almas de cántaro, vamos a aclarar una cosa porque hay gente que parece no enterarse: una comedia romántica (y además situada en Navidad) DEBE estar llena de clichés, que de eso trata el género por si no te habías dado cuenta. Reivindico mi derecho como marica a ver una serie («tontorrona») sabiendo que todo es mentira pero que consigue hacerme reír y llorar hasta zampármela entera de un tirón. Porque resulta que es la primera vez en mi vida que veo una ficción española donde chico conoce a chico, chico pierde a chico y chico recupera a chico …¿Es o no es para celebrarlo? Sin necesidad de bajar el nivel porque lo importante es que con todos sus defectos, con todas sus pegas y con todos sus tópicos, a mí me ha hecho reír y llorar. Las referencias al género se hacen visibles en un ritmo endiablado que te atrapa con la importancia de las llamadas de teléfono, la pantalla partida u otros recursos convertidos en clásicos de la historia del cine que Smiley retuerce para desmontar un montón de prejuicios pero dentro de un tono (repito hasta la saciedad) de comedia romántica que se agradece porque esto no lo ha dirigido Haneke ni falta que hace, maricón.
En cualquier caso, agradezco toneladas que los dramas aquí estén embadurnados con montañas de azucar que sabes que van a tener un final feliz porque es lo que la serie vende y lo que vas a encontrar. Si esperabas otra cosa, no es culpa de Guillen Clua, autor de la obra de teatro en la que se basa y que también ha sido el showrunner para Netflix. Por supuesto que ha habido gente del colectivo criticando que haya actores heteros haciendo de personajes gays y de verdad que dan ganas de mandarles un saco de estiercol porque deben desconocer que actuar es hacer de un personaje (que no eres tú) y es MARAVILLOSO que haya heteros que se atrevan a hacer de gays porque no hace ni dos décadas había muy pocos que aceptaran esos papeles ya que podían marcar (y de hecho, lo hacían) el resto de su carrera. Así que menos lecciones de militancia y si quieres una peli o serie LGTBI donde todos los actores sean LGTBI monta una productora y dejar de dar el puto coñazo. En otros sitios he leído que el colectivo no está bien representado y tal vez es el momento de hacer repaso a los personajes: hay una pareja de lesbianas que se abre a hacer trios, un gay muy maduro (que apenas tiene representación en la ficción) un travesti barbudo, unos padres que pegaron a su hija cuando supieron que era lesbiana y otros que lo entienden a la primera, un musculitos promiscuo y un arquitecto pedante …¿Que falta? Aunque en realidad la pregunta pertinente es si debemos exigirle a una ficción LGTBI que sea un catálogo de IKEA donde aparezca todo para darle el visto bueno.
Por mi parte estoy encantado de que Carlos Cuevas haya abrazado con amor su imagen de icono gay tras el hito que supuso Merli (aquí te dimos diez razones para verla) y que Miki Esparbé ponga las caras llorosas más tiernas y achuchables de la temporada sin necesidad de ser maricón. Ojalá Netflix valore su audiencia y nos regale una segunda temporada que, recuerden, no será obligaroria de ver.
Totalmente de acuerdo. Me he reído y he llorado. Es lo que buscaba en esta serie. Por otro lado, encuentro que los otros personajes también aportan a la historia: me ha gustado mucho Pepón Nieto.
Amén.
Me hace gracia la gente que critica que la serie es un cúmulo de clichés…
Primero: ¿Cómo funcionan las comedias? Pues yendo a los lugares comunes, haciendo tópico lo típico. Que no vi yo a nadie poniendo el grito en el cielo con, por ejemplo, «Ocho apellidos vascos» y la caracterización de vascos y andaluces…
Segundo: ¿Gays ligando por apps? ¿Gays siendo pedantes con la cultura? ¿Gays que desayunan su batido de proteínas? Esto… Es que si no conoces a alguien que pueda encajar en esas notas, a lo mejor el que encaja eres tú.
Tercero: Una comedia romántica NO es realista. Por eso funcionan, porque son cuentos, un ideal… no la verdad. Porque si nos ponemos a hacer lecturas, en clave cruda y cotidiana, iba a tener éxito «Pretty Woman», «Cuatro bodas y un funeral» o «French Kiss».
Una serie divertida sin complejos y sin complejidades, para pasar un rato entretenidos, donde lo gay es la norma y lo raro lo que no es gay… con eso ya queda claro que de realismo nada de nada. Y eso es lo bueno. Otras series habrá para darle vueltas al coco, para exponer las marginaciones y los acosos, las reivindicaciones. No es cine denuncia. Una comedia bien articulada, con un casting muy bien resuelto (Pepón Nieto ya se sabe, Carlos Cuevas y Miki Esperabé lo bordan; secundarios como Meritxell Calvo, Eduardo Lloveras o Ramón Pujol están inmensos, y no se acaba ahí la cosa). La historia de los gays mayores es tan emotiva… Barcelona aparece tan amable como en «Sapere Aude», una envidia para cualquier ciudadano de cualquier parte del mundo… En fin, lo que es una comedia. Sin ser nada del otro mundo, se deja ver muy bien. Queremos más.