Ya conté mi primer acercamiento a la Slimani en una entrada anterior, y sigue igual, sin dar tregua al lector. El país de los otros es pura intensidad, una novela de esas que notas el sudor de todos los protagonistas descolgándose por la espalda. Porque si de algo va la novela es de eso, de sudor, de polvo, de rabia contenida. Slimani se desnuda de su parisina ambientación urbana y cosmopolita, tan suya y tan favorecedora, y abraza la posguerra y la otra mitad de su herencia, ese Marruecos dominado por los colonos franceses. La nota de prensa dice así:
En 1944, Mathilde, una joven alsaciana, se enamora de Amín Belhach, combatiente marroquí en el ejército francés durante la Segunda Guerra Mundial. Tras la Liberación, el matrimonio viaja a Marruecos y se establece en Meknés, ciudad en la zona del Protectorado de Francia con una importante presencia de militares y colonos. Mientras él intenta acondicionar la finca heredada de su padre, unas tierras ingratas y pedregosas, ella se sentirá muy pronto agobiada por el ambiente rigorista de Marruecos. Sola y aislada en el campo, con su marido y sus dos hijos, padece la desconfianza que inspira como extranjera y la falta de recursos económicos. ¿Dará sus frutos el trabajo abnegado de este matrimonio? Los diez años en los que trascurre la novela coinciden con el auge ineludible de las tensiones y violencia que desembocarán en 1956 en la independencia de Marruecos.
Contradicciones, injusticias, tradiciones terribles y limitantes para las mujeres, los débiles, los sometidos; destellos épicos narrados con la fuerza de la psicología de los personajes de Leila Slimani.
Y sin embargo, a pesar del disfraz, Leila sigue siendo nuestra Leila, sus temas siguen siendo los mismos, sus personajes siguen avanzando a duras penas en una vida que no les es propicia, pero que les mantiene vivos. Y le viene bien el afeite, el cambio del diseño urbano al oropel marroquí. Sigue hablando de palabras no dichas. Y merece la pena, en especial por esos personajes secundarios que son los que apuntalan la historia para que no naufrague: la niña Aicha, la hermana de Amín, el asistente del capitán. Todos ellos consiguen una narración redonda, terrible. “Los mestizos anuncian el fin del mundo” dice uno de los personajes en uno de los momentos álgidos de la novela. Y yo me doy cuenta de que la frase no está completa: los mestizos anuncian el fin de tu mundo.
El libro está editado por Cabaret Voltaire. Al final las editoriales son sus editores. Porque no hay nada peor, y eso se nota, que editar un libro que no te interesa. Sucede con esos libros de grandes editoriales donde el editor es una rueda más en la maquinaria del marketing. Por eso a los libros de Cabaret Voltaire se les nota la querencia, el afrancesamiento (¡nada más afrancesado que Luis Antonio de Villena, pardiez!), a las historias intensas y contenidas. Historias que te podrán llegar más o menos, pero que en ningún caso te dejan indiferente.
Como colofón, os dejo una entrevista con la autora, donde habla del proceso de creación de la novela.