Ya hace tres décadas que La Ciccone lanzó su álbum I’m Breathless, banda sonora de la película Dick Tracy, presentando como primer sencillo un temazo titulado ‘Vogue’ que nos puso a bailar como si estuviéramos poseídos por un espíritu burlón. Seguro que os acordáis de toda aquella gente (yo incluido) contoneándose, moviendo los brazos y la cabeza como si se les fueran a desenroscar de las articulaciones. El Voguing acababa de ser rescatado de la marginalidad.
Pese a su acierto, se puede afirmar que Madonna llegó tarde, pues un año antes, el genial Malcolm McLaren abrió el camino una vez más al lanzar ‘Waltz Darling’ donde, nombrándolo abiertamente en el segundo single ‘Deep In Vogue’, puso el voguing en el candelero.
Vogue también es el nombre de una prestigiosa revista internacional de moda nacida a finales del siglo XIX, si, pero ese título tiene mucho más alcance de lo que a simple vista parece, así que permitidme que recurra un poco a la historia para poner las cosas en situación.
En los años 60’s del siglo pasado las Dragqueen afroamericanas se reunían clandestinamente en unos eventos llamados Ball que consistían en actuaciones donde, dos de ellas, entablaban una especie de duelo en representación de Casas rivales. Estas houses solían llamarse como alguna firma de moda o, directamente, tomaban los nombres de guerra de sus Madres. Todo esto se hacía al ritmo de la música e imitando exageradamente a las modelos de pasarela. También se dice que sus movimientos se inspiraban en las antiguas representaciones egipcias, donde las figuras humanas eran pintadas en poses angulosas y rígidas; probablemente hay mucha verdad en todas estas afirmaciones. Lo importante en realidad era obtener un resultado impactante.
En cualquier caso, las contendientes debían tratar de bloquear -hacer pin o clavar- e impedir de algún modo realizar su actuación a la contraria, pero sin dejar de bailar. Todo esto aumentaba la complicación de los movimientos por no hablar de las posturas. Mientras, una maestra de ceremonias iba dirigiendo la competición, lanzando alabanzas o críticas mordaces e insultos más o menos sutiles a las participantes según sus preferencias, utilizando un ingenioso juego de palabras llamado Throw Shade que se podría traducir como hacer sombra hablando bien, pero quizás el significado real se parezca más a lanzar mierda. Luego, un jurado valoraba cada una de las actuaciones y emitía su veredicto para coronar a las ganadoras y defenestrar a las perdedoras del ball.
Estas actuaciones se llamaban Performances y, con el tiempo, se fueron volviendo mucho más complejas: ya no sólo se trataba de bailar haciendo pasarela obstaculizando a la contraria, sino que era necesario lucir unos vestuarios y maquillajes espectaculares, tener una actitud adecuada, intrincar los bailes y demostrar una superioridad absoluta. También se fueron incorporando distintas categorías de liza (runway, fashion killer, sex siren, body, face, realness…) y cada casa podía presentarse a las que quisiera. Según dicen las leyendas, en algún momento de los primeros años 80 Paris Dupree, una de las Reinas más recordadas, fundadora y madre de la Casa Dupree, detuvo su actuación en el ball que se celebraba en el club Step by Step de Manhattan, sacó un ejemplar de la revista Vogue y comenzó a imitar las poses de las modelos al ritmo de la música. Aquello fue una especie de punto de inflexión que provocó el cambio definitivo de nombre: nació el Voguing.
He hablado de las Casas. Se llamaban así no solo a modo de título, sino porque eran verdaderos hogares para personas LGTBIQ sin recursos donde podían convivir entre iguales de un modo digno y expresar su manera de entender la vida a través del baile. Cada casa tenía una Madre, normalmente la drag fundadora, que mantenía el orden, sentaba las reglas de convivencia y velaba por la seguridad de sus Hijas. También era la que aceptaba, rechazaba o incluso expulsaba de su casa a sus habitantes. La autoridad de la madre era indiscutible y cuando alguna hija o la propia madre eran ganadoras de alguna categoría en el ball, el trofeo quedaba para la casa y se exponía en una especie de altar de la fama.
Siempre desde cierta marginalidad, el Voguing fue evolucionando hasta terminar en una competición de baile acrobático cada vez más complejo presentando especialidades como Duckwalk, Catwalk, Floorwork, Spins and Dips, etc. Las drags ya no solo eran bailarinas, sino que se podría decir que eran verdaderas atletas.
En 1991, Jennie Livingston presentó una película documental llamada ‘Paris is burning’ para dar a conocer todo el fenómeno Voguing. A pesar de lo que puede parecer por el título, el film no tiene que ver con la Ciudad de la Luz, sino que hace referencia a Paris Dupree y fue rodado a lo largo de la segunda mitad de los años 80’s en los distintos Ballrooms de Nueva York. en él se muestra la espectacularidad y toda la compleja estructura de estos acontecimientos desde el interior. Muchos dicen que este documental dio al traste con aquella subcultura porque la puso a la vista de millones de personas, le robó el espíritu espontáneo y provocó su mercantilización.
Sea como fuere, el movimiento se fue extendiendo por todo USA y Europa, celebrándose Balls en grades ciudades, con NY, Londres y París al frente. Aun así continuaba arrastrando un halo de marginalidad, como viene sucediendo con el movimiento drag desde siempre. Ya lo comenté al principio, las Dragqueens no son nada nuevo; el término DRAG corresponde a las siglas de Dressed As a Girl y se usa desde la época de Shakespeare cuando las mujeres tenían prohibido actuar en público y sus papeles eran representados por hombres. No obstante esta es solo una de sus etimologías, pues se le atribuyen muchas otras.
En 2018 las plataformas televisivas terminaron de universalizar la Cultura Ball cuando presentaron la serie ‘Pose’ creada y dirigida por Ryan Murphy. En ella se representa el universo que conforma la cultura de los ballrooms de mediados de los años 80’s en Nueva York, cruzando historias de personajes de la jet set embebida en el ascendente emporio Trump con dragqueens y transexuales, aderezado con la prostitución y los estragos del VIH. Para mi gusto personal está, quizás, demasiado edulcorada. Si habéis visto Paris is Burning os habréis dado cuenta de que no todo era tan glamuroso ni sofisticado, pero la serie no deja de emocionar cuando muestra ese submundo trágico y maravilloso a la vez, puedo decir que con cada capítulo se me han escapado un buen puñado de lágrimas.
Ahora se pueden encontrar academias de voguing casi por cualquier sitio y algunos Balls más bien parecen exhibiciones de danza rítmica tras la misa dominical comparado con lo que fueron en origen. Pero ese es uno de los costes que ha tenido que asumir la visualización de esta cultura y, en cierto modo, me entristece.
Así que vamos a bailar
«Paris is burning», «La muerte y vida de Marsha P. Johnson» y «Strike a pose» serían una buena selección de tarde de pelis y mantita, para entender todo el submundo gay de N.Y. y cómo se dio a conocer a través de Madonna.
La serie «Pose» es demasiado dulce, pero a la vez es un señuelo para que el mainstream conozca este mundillo. No deja de darle dignidad a sus protagonistas, como puede pasar hoy con «Veneno». Eso sí, no le auguro más de 4 temporadas, y eso estirando, porque la segunda ya adolece de repetitiva.
Bien visto Skyzos. Yo no he terminado la segunda temporada de Pose. La primera es más que suficiente a mi humilde entender.
Muchas gracias por tu comentario.
Por cier, los bailarines de los vídeos de Malcolm Mclaren eran de una de las grandes casas, no recuerdo si de LaBeija o de Xtravaganza.
Correcto, ambas casas participaron en el video «Deep in Vogue» uno de los singles del álbum «Waltz Darling» de McLaren y que Madonna fusiló sin miramientos para su «Vogue».