Igual estaba cansada de tanta intronspección, o desaba dar otra vuelta a sus canciones; adoptando, gracias a la electrónica, un aire más luminoso y esperanzador. Nosotros, quizá, sólo por si la duda nos daría miedo a acercarnos a sus nuevos temas, podría invadirnos la pereza; ocurre por ser tan acérrimos seguidores de su excelente «Are we there. De eso hace cinco años.Pero nuestra Sharon ha dado en el clavo; ardiendo, en «Comeback Kid», peleona metralla sonora, de sonido de bajo profundo y voz de batalla. O esa oda a la pérdida del pasado, en forma de golpe de efecto ochentero, que es «Seventeen». Y el deseo tangible, de Jupiter 4, fundiendo la niebla del ambiente con el ritmo de las escobillas de la batería. Algo así como si a Texas le quitas la piruleta y le ofreces un bumerán. Y te vuelve a más velocidad.
La canción que más se acerca a su pasado inmediato es «Malibu».Pero, como estas formas ya las conocemos, no hace falta alardear de lo sabido. Eso sí, también aquí le añade el universo eléctrico-acuoso. En definitiva, Sharon Van Etten nos ha mostrado otra cara. Sólo hace falta saber si éste será el camino que recorrerá en el futuro. Para pensar si, de verdad, echábamos de menos su pasado. Habida cuenta de sus nuevas composiciones, por ahora nos da lo mismo. Por lo tanto el veredicto es: ¡A favor!. Buen álbum de la norteamericana.