En su nuevo tema, decididos a soltar las palmas e invitarnos a taconear su ritmo tecno-rumbero, Ladilla Rusa han mezclado la doble vida poligonera de Josema, (que por las noches es Mariví), con el ambiente visual de El coche fantástico aparcado en la peluquería del barrio. Sacando brillo a la carrocería de Kitt con litros de «Agua Brava». Impagables coros femeninos (ese «las niñas, las niñas», es memorable), para descubrirse ante las aceitunas rellenas de anchoa y el after shave de droguería; construyendo pareados entre sillas de camping y entresijos.
Y tomándose los vaqueros campana y las toreras de -«¿cuero?»- ajustadas como uniforme para mezclar el pasado verbenero de nuestros padres con nuestra propia adolescencia televisiva; y haciendo de una pareja imposible, la más divertida de las canciones. Ahí es nada. Para bailar con un vasito de vermut de grifo en una mano y la foto de la comunión de la niña en la otra. El Cristo del Otero está de enhorabuena. Por divertidos y desenfadados, ganan el más grande osito de peluche en la barraca de las escopetas de perdigones. ¡Ole!.