Pues si, amores mios, no estoy desvariando: os traigo un pintor que suena. Que si, veréis: este señor, además de presentarnos sus trabajos, hace mucho ruido porque su obra provoca gritos de indignación allá donde se expone.
Existen artistas que han nadado siempre en la polémica por causa de su temática. Normalmente ese “malestar” ha sido proclamado por los sectores más reaccionarios y puritanos de la sociedad mundial, llegando al extremo de recaudar firmas (entre gente que probablemente ni siquiera lo conoce) para exigir censura sobre determinadas obras y excluirlas de los grandes museos.
La llegada a Madrid de la nueva exposición de Balthus no ha quedado libre de controversia hasta el punto que su propia viuda, cansada de dar una y otra vez explicaciones por la obra de su marido, mandó a paseo a todas esas voces iracundas que se rasgan las vestiduras con una simple pregunta: ¿Hablamos de arte o de otra cosa?
Hay que ver lo fino tienen el pellejo las coñopálidos y los pollaheridas para con sus sensibilidades, no faltan pretextos que justifiquen sus escrúpulos mojigatos. Que capacidad para la indignación y cuanta facilidad para vociferar ofensas tan absurdas como ridículas.
Balthus ya expuso en Madrid y, en esencia ¿qué diferencia hay entre la muestra que tuvo lugar 23 años atrás respecto de la actual? principalmente tres: el artista en vida, el número de obras -más de 100- y la ubicación.
Pero hay otra enorme diferencia: en 1.996 la exposición del Reina Sofía cosechó un gran éxito y ningún escándalo, nada que ver con lo que está sucediendo ahora. Todo son voces hipócritas y gazmoñas berreando en los medios armados con una insoportable corrección política que raya en el delirio y solo pretenden ensuciarlo todo con sus prejuicios.
Queridos ofiendiditos de mis calzones: el Arte no sabe ni quiere saber de melindres o pudores violentados. Si tanto sufrís la solución está en no acudir a la muestra. Los 13 € podeis gastarlos en esos espectaculos tan decentes como son el fútbol o los toros. ¡Ah! ¿que no dan para eso?, pues también podéis dejarlos en el cepillo de la santa iglesia pederasta cuando acudáis a vuestra misa dominical, a ver si el cura de turno compra condones y no contagia a nadie más.
Prosigamos, que me escoro: Balthasar Klossowski de Rola fue un pintor que vivió a lo largo de casi todo el siglo XX con sus dos guerras mundiales y, pese a esas terribles circunstancias, jamás dejó atrás su espíritu infantil ante las escenas más cotidianas de la vida y así lo fue plasmando en muchos sus lienzos: desde la mirada de un niño que por curiosidad se asoma bajo la falda de otras niñas.
Pero no todo es inocente en Balthus. Es innegable que otras pinturas presentan una gran carga erótica como “La Lección de Guitarra” pero no por ello se debe señalar a este artista como pornográfico. Erotismo y pornografía no son la misma cosa. Por otro lado, esa obra y otras de parecida factura no se han incluido en esta muestra. ¿Por qué todo este jaleo?
Pero vamos a lo que importa que es la exposición. Se muestran 47 obras de este pintor incalificable, próximo a todas las corrientes que se desarrollaron a su alrededor aunque lal margen de todas ellas porque Balthus no cabe en ninguna: es vanguardia en sí mismo.
No quiero perderme en detalles técnicos (para eso están los expertos) pues tan solo soy un devorador de arte que se rinde ante cualquier obra capaz de sacudir las campanillas del alma así que voy a centrarme en lo que me ha hecho sentir ese señor.
He visitado la muestra dos veces. La primera fue un martes por la tarde y, a pesar de la considerable cantidad de público, se respiraba un ambiente de respeto y fascinación. Fui contemplando cada obra y leyendo sus descripciones con detenimiento. La sensación que me transmitieron las pinturas fue de cierta tranquilidad. Sus protagonistas son mujeres jóvenes en general y aparecen como ausentes, casi displicentes. No fijan la mirada sobre el espectador prácticamente en ningún momento y sus gestos son serenos. La atmosfera creada se parece a las construidas por el Realismo Mágico cuyos autores parecen haber bebido en su fuente. Salí de la exposicion rumiando esta entrada y con ganas de volver.
La segunda vez fue el siguiente viernes y el perfil de los visitantes era radicalmente distinto. Mucha gente también pero muy poco adecuada: parejas con niños pequeños naturalmente aburridos y dando la tabarra con gritos y llantos, petardas hablando con el «manos libres» o tomando fotos con sus moviles sin quitar el flash haciendo sudar la gota gorda a los vigilantes, grupos de señoras mayores exigiendo su espacio (de siete en siete) cacareando sin cesar todas a la vez… Un horror. Total, que me coloqué los auriculares con mi música para abstraerme del follón y repasé de nuevo cada pintura. Esta vez no quedé tan embelesado, pero me detuve mas en los detalles como la estructura, la luz y los mensajes subliminales: el fuego fuera de la chimenea, la violencia velada en los cuchillos clavados en hogazas de pan que parecen sangrar, el muchacho que trata de atrapar a la chica en «La Calle». Incluso un atisbo de palomino en las bragas de Therese… La sensación final fue bastante mas intensa y con cierto regusto violento. Igual el ambiente tan hostil tuvo que ver.
En fin, que es una muestra más que recomendable para quien guste disfrutar de la tercera de las Bellas Artes. Eso si: procurad no ir de viernes a domingo, aquello se convierte en un centro comercial.
Besos casa
-stop-
Al ritmo de puritanismo que lleva el mundo y con gente pidiéndole a MET que retire cuadros suyos por alentar a la pederastia, es de esos pintores que mejor ver ya, no vaya a ser que en unos años nos lo prohíban.
En los años 80, cuando yo era un niño, lo difícil era escandalizar. Hoy por hoy, lo difícil es hacer o decir algo sin que alguien se escandalice. El ofendido siempre tiene también algo de hipócrita, ya que no ofende quien quiere, sino quien puede, y todo aquello que nos ofende lo hace porque nos sitúa frente a un espejo y nos muestra precisamente eso que tanto odiamos de nosotros mismos. Lo ofensivo ofende porque vive dentro del ofendido, por más que el ofendido se lo trate de negar a sí mismo. Qué maravilla esta muestra.
Así es, Juambe. Estoy seguro que la inmensa mayoría de los ofendiditos son unos hipócritas más falsos que el coño de la De Mairena.
Esa gente se permite lanzar acusaciones respecto de actitudes y barbaridades que ellos tienen y cometen porque, con ir a confesarse al cura, quedan indultados en su creencia y así pueden volver a perpetrar los mismos horrores una y otra vez.
Yo disfruto señalándoles y viendo como se revuelcan entre bilis, babas y pus.