Seguramente «Los Ángeles» el disco de Rosalía que salió hace más medio año, ha sido uno de los growers más brutales y evidentes de la última década en nuestro país. Acaba de llevarse el Premio RUIDO al mejor disco del año, el premio que desde hace tres años crearon y otorgan los críticos musicales de este país. Nivelón. Sin apenas aparecer en la radio, sin apenas tener presencia en los medios, el mito de Rosalía ha ido pasando de boca a oreja y los medios solo cuando el fenómeno era grande y visible, han empezado a hacerse eco de una figura que parece destinada a remover el panorama musical español.
(Me rechifla la canción que abre el disco. Pero mucho.)
Cómo un género minoritario como el flamenco y sin apenas marketing, conquista a hipsters, modernos, crítica y medios internacionales, sólo se puede explicar por la aparición de esta catalana de voz cristalina y antigua. Parece venir de principios del siglo XX y recuerda a voces de otras culturas con aroma a sándalo, canela y jengibre, pero sin dejar de ser moderna con fuerza y con temple. Porque además de criterio y voz de las que no se olvidan, menuda imagen tiene la chavala.
Con tanto éxito, en este país era una cuestión de tiempo que le surgieran enemigos y claro, la critican. Los flamencólicos, esos ortodoxos coñazo del flamenco, la han puesto en su ojo de mira y la acusan de postureo por simular el acento, de impostora, de no ser creíble y de otro buen puñado de acusaciones que se quedan en tontás cuando escuchas «Los Ángeles» y piensas «vaya pedazo de disco».
Ayudada por Raül Fernandez «Refree» en la producción, Los Angeles tiene un nosequé funebre y triste que te agarra del cuello a la primera escucha. Refree también estuvo echando una mano a Silvia Pérez Cruz y la comparación entre ambas es inevitable a la hora de hablar de una carrera en firme y ambiciosa y una voz más allá de lo extraordinario. Una voz que es como un arroyo, un torrente dulce que se te mete en las entrañas y no te abandona mientras que tienes la necesidad de escuchar el disco una y otra vez. Una música que es capaz de mirar a la tradición para ser más moderna y vuelve a disparar un género que parece siempre al borde de morirse, a un camino que abre nuevos horizontes aún desconocidos.
Pero si hoy estoy aquí hablando de Rosalía no es por su disco, que es muy grande, ni por lo que representa su figura de renovación, ni siquiera por su voz. Estoy aquí para convencerte, para decirte que si puedes verla en directo, no te lo pienses ni un segundo. Esa mujer no hace conciertos; hace milagros. Su capacidad de emocionar, de arrastrarte con la voz (que domina y afina como una auténtica veterana) es digna de estudio y de que tú, un día, hagas el esfuerzo y le des la oportunidad (y te la des a ti mismo) de vivir una experiencia como pocas. Rosalía hace del concierto, del directo, un hecho distinto porque lo vive y se deja las cuerdas vocales como si fuera el último. Es imposible no dejarse arrastrar por el torrente hecho con la suma de su personalidad, canciones, voz, actitud, presencia y carisma.
Repito; no te la pierdas por nada del mundo.
Pelos de punta, gracias por el descubrimiento!
Ay que bien!
Sólo porque alguien le preste atención, ha merecido la pene escribir el post.
Llevo media hora a moco tendido en la oficina! y JAMAS me ha interesado el flamenco!
Pues cuando la veas en directo, prepárate. Pocos conciertos he visto yo donde notes a la gente llorando al lado y haya un silencio en la sala de los que da pasmo.
Un bombazo. Como María Arnal y Marcel Bagés.
Y, claro, con Raül Fernández a su lado, no se puede esperar menos. Y si no, escuchen su más que sobresaliente álbum «Nones».
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