A raíz de este tuit en el que el maricón de nuestro community manager utilizaba el término maricón y ofendía a un tuitero heterosexual que pasaba por allí decidimos preguntarle a la redacción sobre susodicho término, las sensaciones que le provocaba y su uso, aquí tenéis sus opiniones:
Maricón es una palabra que sobre todo asocio a los años de colegio. Yo era ese niño que se llevaba bien con sus compañeros porque era el empollón y había interés, pero que no jugaba a fútbol (maricón), no hablaba de follarse a chicas (maricón) y disfrutaba estudiando (maricón). Si a eso juntamos que me sentía más cómodo con las niñas, sobre todo porque no eran unas vikingas trogloditas que sólo pensaban en darle patadas a un balón a todas horas, pues maricón maricón maricón. Me fui en cierto modo con el estigma al instituto y fue algo que no me dejó disfrutar de esa época. Me hace gracia cuando mucha gente dice que volvería a vivir los años de instituto, cuando para mí fueron casi una tortura constante de impopularidad y sentirme diferente, posiblemente por culpa mía, por ir tan asociado a la palabra maricón. Por suerte, más adelante algo tuvo que hacer clic en mi cerebro y la cosa cambió, pasando a ser un maricón con orgullo. Recuerdo que la última vez que me llamaron maricón fue desde un coche, parado en un semáforo, y por la única razón de llevar una camiseta rosa. Yo seré maricón, pero la sociedad nos hace crecer ciegos y con muchos prejuicios que superar. Los inteligentes los superan, y al resto no los quiero en mi vida.
Mr. Fluffer
Mi relación con la palabra maricón ha ido cambiando con el paso de los años dependiendo de cómo he ido cambiado yo. Inicialmente lo consideraba un apelativo al que le tenía pavor, cuando aún no había salido del armario y tenía pánico a que alguien se diera cuenta. Posteriormente, con mi salida del armario, consideraba la palabra una agresión a la que no iba a dejar al que la dijera se saliera de rositas. Y por último, con la normalización, la edad y la seguridad en uno mismo, ahora mismo me río del apelativo. Eso sí, depende de quién y cómo lo diga; por que si lo utilizan de forma despectiva para referirse a mí o a mi gente, os aseguro que soy capaz de arrancarle y meterle la lengua por el culo a la persona que lo haya dicho. ¡Besis!
MuTarr
En el momento en que asumí lo que era con 17 años, ya no me dio miedo la palabra maricón. Si maricón es insulto porque te describe como persona a la que le gustan los de su mismo sexo, no me siento insultado. Si lo que importa para insultarme es la intención, entonces me podrían insultar con maricón o llamándome silla, directamente. Y como decía Homer Simpson, si me gusta que me llamen maricón, ya nadie puede usar esa palabra para insultarme.
MM
Si me vas a llamar maricón para joderme lo vas a conseguir seguro, pero vamos, bien podrías currártelo un poco porque no tiene mérito ninguno. Reconozco que hace mucho desde la última vez que me lanzaron un maricón como ofensa, pero esa palabra de nada abre la caja donde tengo guardado primero de la E.S.O. (y segundo y tercero y cuatro…) y de la caja no sale nada, soy yo que me hundo en ella. Pero oye el resto del tiempo, cuando nos llamamos maricón desde el amor y el respeto no hay nada que me guste más, maricón es lo mejor que nos podemos llamar entre maricones. Maricón y señora.
Fer Birkin
Maricón, si no puedes con el enemigo, únete a él, así que de tanto que me lo llamaron me hice insensible y me apropié de ella. Ahora ya no la veo como un insulto, ni siquiera cuando pretenden que lo sea, se ha convertido en una palabra que utilizo como distintivo, algo que soy, como cuando te llaman gafotas, pues claro llevo gafas y también soy maricón, ¡a mucho orgullo!
C. del Palote
Yo creo que cuando te apropias de un término, especialmente como colectivo, consigues quitarle una parte de su carga despectiva. Los gays que nos llamamos a nosotros mismos maricones, las lesbianas que se llaman a sí mismas bolleras o los negros que se llaman a sí mismos negros le quitan armas al enemigo. Es cierto que no conseguimos desactivar por completo la carga negativa del término, pero es un buen comienzo, ¿no? Aunque, eh, sin pasarse: yo puedo llamar maricón a otro maricón, siempre sin ánimo despectivo se entiende, porque hay entre nosotros un vínculo que nos une. Tú, querido heterosexual, no puedes llamarme así a no ser que tengas mi confianza.
El Perro de Toni
Reconozco que hasta hace poco he tenido una relación tormentosa con la palabra maricón. ¿Quién, que se precie de serlo, no ha tenido que oírla de forma despectiva y articulada con asco y rechazo en boca de todo tipo de compañeros de colegio o instituto, por nombrar sólo algunos? Cuando empecé a desenvolverme en el ambiente y escuchaba pronunciarse la palabra entre risas y con desenfado, entendí que, poco a poco, estaba adquiriendo un tono reivindicativo, que se la estábamos arrebatando a los que la usaban para herirnos, la estábamos desproveyendo de su connotación de insulto y haciéndola nuestra.
A estas alturas, realmente no sé si eso es una victoria ganada (no sé qué tiene verdaderamente de “triunfo”) o una asunción de una denigración que queremos dejar atrás mediante el humor. El caso es que, por muy acostumbrados que estemos los gais a oír la palabra maricón salir de nuestras bocas, sigue doliéndonos cuando otros las utilizan con la intención de insultarnos ¿o no?
FakePlasticBoy
Pues mira, al principio cuando propusieron este tema pensaba que no tenía ninguna relación con la palabra maricón, pero fíjate que sí. Me he dado cuenta que la uso solamente en un caso: cuando alguien se pone a hablar tanto y tan fuerte que no me deja escuchar ni mis pensamientos. Más que con la palabra maricón tengo una relación con la frase “¿pero te quieres callar, maricón, que me estás poniendo la cabeza loca?”. No preguntes porqué, que ni yo mismo lo entiendo.
Hilde
BRAVO, pero bravísimo, joder!!!
Maricón y Señora forever
Plas, plas, plas señoras!!!
Decía mi amiga ‘la Loba’ : «Maricón es como la cadera, nunca se dejará de llevar».
Muy bien ¡maricones!.
Un gustazo poder convivir virtualmente con gente que asume su condición con orgullo, sin complejos a la hora de hablar del sufrimiento que han tenido que pasar hasta llegar a la (presunta) normalización. Pero aún queda muchísimo por hacer. En mi opinión, acertadísimos los puntos de vista de Perrodetoni y Fakeplasticboy. No se puede explicar más claro cómo el uso de la palabra puede volverse contra aquéllos que la utilizan de arma para ofender y menospreciar.
Totalmente de acuerdo con el artículo, y con «el perro de Toni» más aún.
Pues a mi que me llamen señora no me mola nada, yo prefiero señorita!
Pingback: No te entiende ni tu madre – Galería 138