El verano se acaba y uno saca sus conclusiones. Han pasado muchas cosas, pero no podía escribir una novela, así que me he centrado en estas cuatro. Cuidado, que el abanico no es pequeño: voy de Britney a la salud pública, pasando por los quistes de la sociedad y las desgracias ajenas. Como diría RuPaul, start your engines, porque hay tela.
Britney es capaz de sacar un buen disco
No tenía grandes esperanzas en Glory, el nuevo disco de la ex-loca-del-paraguas. La cantante de apitufada voz venía de lanzar el álbum más personal de su carrera, entendiendo por personal una colección de trallazos EDM de calidad insuficiente por un lado, salvando el trallazo ‘Work Bitch’, y de baladetas que, sin chicha ni limoná, podrían haber estado en el primer disco de Christina Aguilera en la cuesta abajo que aparecía tras ‘So Emotional’.
Siendo las expectativas tan subterráneas, escuchar ‘Glory’ ha sido como recibir oxígeno tras minutos y minutos sumergido en aguas del Pacífico: el aire que necesitaba su discografía para mantenerse a flote, rescatada y prácticamente regresada de entre los difuntos. ‘Man On The Moon’, ‘Invitation’, ‘Clumsy’, ‘Do You Wanna Come Over’, ‘Slumber Party’ y ‘Change Your Mind (No Seas Cortés)’ ponen el listón donde la vocalista amiga del autotune lo puso con los hits de sus 3 últimos discos antes de ‘Britney Jean’: en el podio del pop internacional sustentando la carrera más larga que nunca llegamos a imaginar de la que a todas todas iba a ser un one-hit-wonder para la gran mayoría.
Ser LGTBI es un deporte de riesgo
En los últimos días, mi madre me enviaba un mensaje pidiéndome que tuviera cuidado, porque se estaban produciendo agresiones homófobas en Madrid, que es donde resido. Posiblemente lo hizo alarmada por una pieza que en ese momento estaban emitiendo en las noticias de la mañana de Antena 3, y no es de extrañar. En el momento de escribir estas líneas, y si no me fallan los datos, van 165 agresiones en la capital promovidas por homofobia. Ciento sesenta y cinco. A estas, tenemos que sumar las que, seguro que a cientos y cada día, quedan silenciadas porque no reciben el alcance de los medios o las redes sociales, porque no se denuncian.
Es un problema que no solo afecta al colectivo LGTBI, si no que tiene un alcance general a nivel sociedad. ¿Por qué en un país en el que el matrimonio homosexual, posible culmen en la lucha de nuestros derechos, fue aprobado por ley en 2005, estamos viviendo un repunte de estas características? Está claro que el odio llama a más odio, y si este asunto no se toma en serio va a ir a peor. No quiero ir por la calle con miedo a si mi pareja me hace algún cariño, o tomar un café en algún local de Chueca y simplemente esperar no tener la mala suerte de que me toque a mí. Una sociedad que permite esto (esto, la violencia de género, el maltrato animal, la corrupción política) lo tiene muy difícil para resarcirse, quitarse las malas etiquetas y normalizar lo que ya debería ser normal, eliminar lo que nos indignifica como grupo. ¿De verdad queremos vivir en un país intolerable?
Lo que nos une es el morbo
Leo en Twitter con asombro cómo España está dividida en dos: los seguidores de Gran Hermano y los que consideran a esos seguidores un colectivo inferior. Sin entrar en la absurda superioridad moral de los que critican a la gente que sigue esos formatos, no puedo dejar de pensar que realmente lo que este país necesita es un buen culebrón cada poco tiempo, un guión que les mantenga en vilo día a día. Los seriales diarios que hemos tenido a lo largo de los años (‘El Súper’, ‘Amar en tiempos revueltos’, ‘Yo soy Bea’…) suplen la necesidad del cotilleo, del salseo de las vidas ajenas.
Pero si hay algo este verano que se ha coronado como elemento de unión en las conversaciones de todo departamento, o al menos en los de mi empresa, es el caso de la desaparición de Diana Quer. Ojo, no quiero frivolizar, pero está ofreciendo todo aquello que una buena trama necesita para mantener el interés de la audiencia: mensajes de texto, hombres que acosan, custodias arrebatadas, matrimonios rotos, peleas familiares… Somos morbosos por naturaleza, y creo que no somos conscientes de que con lo que más disfrutamos es con el sufrimiento real de los demás. Como está ahí, tras la pantalla, o en los auriculares, no existe, no nos afecta, no nos va a ocurrir a nosotros. Es otra ficción, a efectos. Solo que, realmente, no lo es.
El fat shaming existe
Por asuntos que no vienen al caso, he tenido más visitas médicas este verano que en varios años. El motivo es lo de menos, ya que no es de vida o muerte. Lo que me llama la atención es el trato recibido. Para quien no me conozca, y quien lo hace lo puede corroborar, contarles que tengo algo de sobrepeso. Sin tener en cuenta el motivo de las visitas al doctor, al final todo se ha acabado centrando en la ausencia de ligereza, el exceso de grasas, la obesidad. Sé que el papel de los profesionales de la medicina y enfermería es aconsejar, encaminar a una curación, incluso que te asesoren en un cambio de hábitos. El problema es el lenguaje, las formas, las caras.
Caso 1. Mi doctora de cabecera utiliza términos como «gordito», «grande», mientras, a la vez que los verbaliza, dirige su mirada hacia mi barriga. ¿Le da miedo mirarme a la cara para decirme que estoy gordo? ¿No lo hace porque siente reparo por un cuerpo no delgado? Caso 2. La enfermera al ir a hacerme un electro, a los 20 segundos en la sala: «te lo habrán dicho muchas veces, pero estás gordo, y eso es culpa tuya». Oh, la culpa. Ese sentimiento que cuando aparece, lo hace para joder. Ella me lo dejó claro, el único culpable de que esté gordo es el gordo. ¿Por qué vamos a hablar de ansiedad, de genética? Todo viene dado por la gordura. ¿Un resfriado? Estás gordo. ¿Hipertensión? Chico, estás gordo. ¿Dolor de cabeza y mareos? Deja que piense, pero sí, estás gordo. No sé si llamarlo falta de interés, falta de recursos, tedio por una vida laboral aburrida, pero no quiero volver a salir de un centro médico pensando que todo lo que me pasa es únicamente culpa mía.
Lo que da de sí un verano…
Hay mucha tela que cortar aquí, e iba a hacer un comentario sobre el último tema, pero me ha quedado tan largo que, ¿sabes qué?, da para post. Sin palabras sobre el tema de las agresiones homófobas. No puede ser que los que tienen que hacer algo miren para otro lado en estos temas y, en cambio, estén con la vista siempre puesta sobre, por ejemplo, algunos comentarios políticos en Twitter (que, casualmente, no son de caracter homófobo)…
Ah, y sobre lo de lo de Britney: sí, Glory tiene temazos, pero sigue sin ser la Britney que a mí personalmente más me gusta.
¿Qué Britney le gusta al Perrete?
¡Joder! ¡Amén a estos 4 puntazos, en serio! El último es un mal acuciante en la sociedad en general. La gordofobia es más que patente y es que nos hemos creído que somos lo que somos porque tenemos una gran voluntad o falta de ella. ¡Mira, que se vaya todo el mundo un poquito a la mierda! ¡Que aquí entran muchos factores en juego!
Esa reflexión estaba yo haciendo y por eso se me ha ocurrido un post…
Suscribo lo que dicen arriba; toda la parte final es para profundizar y hacer un post en exclusiva, porque se abren las carnes de leerlo….
GLORY es discazo, me parece una preciosidad, me parece que está lleno de hitazos que se comen con patatas al sngle. Pero aún es más fuerte que un bonus track como «If I´m dancing» sea un temoto tan increíblle…Es la canción que Kylie lleva década y media buscando…Y no encuentra.
¡Oye! Kylie tiene temarracos, no sé por qué no me la imagino haciendo algo así. Tiene su ‘Nu-di-ty’, que va por esa línea.
En todo caso, Glory es un diez en lo que a Britney se refiere, un disco súper disfrutable.
Si no lo niego, pero…¿El último temarrazo de Kylie fue…? Get outta my way?
Hombre, después vinieron Timebomb y Skirt, que son, cada uno en su estilo, temarracos.
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