El famoso escritor pacense pisa tierra firme con esta segunda novela. Tras el laureado debut literario, “Intemperie” (Seix Barral, 2013), Jesús Carrasco vuelve a sumergirnos en su perturbador imaginario; su escueta pero eficaz lírica, sus personajes sin nombre, sufridores de guerras despiadadas: las propiamente dichas y las luchas internas de cada uno de sus protagonistas.
En “La tierra que pisamos” (Seix Barral 2016) Carrasco nos relata la historia de un extraño que llega a una finca ocupada por un matrimonio de “señoritos” que resultan ser del bando vencedor de una guerra ficticia en una España ficticia ocupada por un Imperio que nos recuerda soberanamente a realidades más cercanas y palpables en el tiempo. Sin desvelar demasiado la novela descarna, de manera salvaje en algunos pasajes, la vida de vencedores y vencidos; de un prisionero cualquiera que sufre las vastas consecuencias de un opresor despiadado, inhumano y cuya principal fuente de entendimiento es el culetazo con un fusil. También cuenta el devenir existencial de la mujer que, a pesar de la prohibición, resguarda al extraño en su finca, ocupada y manchada de sangre. Una relación entre ambos que se alimenta de flashback llenos de lombrices, vómitos, hoyos, uniformes y pocas palabras con la tierra como hilo conductor.
El autor confiesa que parte de la trama está inspirada en nuestra Guerra Civil y la matanza que tuvo lugar en Badajoz en agosto de 1936 donde murieron miles y miles de personas. Tanto impactó aquello que, cuentan las hemerotecas, hasta los nazis llegaron a protestar.
Jesús Carrasco se consolida como fenómeno en el mundo de las letras. Si consiguió arrasar con su primer trabajo, del que estamos deseando conocer su versión cinematográfica (en la que se trabaja), con esta segunda novela consigue mantener el tipo a pesar de la presión por el mastodóntico éxito que supuso “Intemperie”. En sus líneas seguimos vislumbrado al Miguel Delibes de “Los Santos inocentes” o al Cormac McCarthy de “Meridano de sangre” o la maravillosa “La carretera”. Sí, sé que son palabras mayores pero no puedo evitar mirar hacia esas obras tras la lectura de esta que nos ocupa. También tengo que reconocer que no he conseguido leerla de un tirón, como me ocurriera con la anterior (lectura en este caso que he repetido), porque en algunos capítulos la tierra se me llegaba a atragantar. Pero conseguí llegar al final, realmente brutal, y de repente reescribí toda la novela en mi mente, como el que dice ver su vida pasar en segundos antes de morir. Un final que hace que todo lo leído, en sus casi trescientas páginas, haya merecido la pena.
Ay no sé…Le reconozco el mérito de una prosa curradísima pero le veo ese curre y las costuras para construirla, y como soy muy fan de que todo parezca natural, no me acaba de convencer,
Hay nuevos matices en su manera de contar las cosas, pero esta novela no tiene la contundencia de la anterior.