Puente de mayo de 2006. Con mi precipitada irrupción en París se vislumbraba el aprobado de mi asignatura pendiente con la capital de la luz y el amor. Y desde luego que ni la cuidad ni nuestros anfitriones nos defraudaron, a la vista de los inolvidables días que allí pudimos disfrutar.
Cada mañana, con el frío aún en los huesos, emprendíamos camino calle abajo desde Belleville hasta la Plaza de la Republique, envueltos en una cotidiana mezcolanza de olores, colores, sonidos de la calle, el vibrante bullicio de los comercios abiertos de par en par a la curiosidad del caminante. Los contrastes de una multiculturalidad que se adueña de la ciudad haciéndola su ley de vida, con una extraordinaria variedad de razas, culturas, vestidos, idiomas, ofrecen una sensación única, sorprendente para los sentidos y estimulante para el intelecto. La ciudad del glamour, la elegancia y el romanticismo nos esperaba… Ardua tarea describir con palabras un espectáculo visual que desborda los sentidos por su abrumadora majestuosidad.
La Torre Eiffel. Tediosa espera a los pies de una inmensa Torre de Babel de acero, capaz de congregar a ciudadanos venidos de cualquier parte del mundo. Una dificultosa ascensión entre vigorosos pilares de hierro que poco a poco nos descubre la extraordinaria, vertiginosa y gratificante sensación de tener a tus pies toda una ciudad tan extraordinariamente trazada. La imponente vista de la Torre Eiffel, bien desde el desmesurado balcón del Trocadero, bien desde los jardines del Campo de Marte, con sus alfombras verdes salpicadas de vistosas flores, constituye una de las estampas primaverales más arrebatadoras que nadie haya podido contemplar.
El Arco del Triunfo marca el solemne comienzo de un largo y tranquilo paseo por los Campos Elíseos, que acercan el glamour al visitante con mucha más naturalidad que el recorrido de puntillas que, bajo la incesante lluvia, nos llevó por las estiradas tiendas del Boulevard Haussmann y demás calles aledañas a la Place Vendôme y al elegante y exquisito Palacio de La Opera, que impregnan de exclusivismo el emblemático recorrido. Y al final de la inmensa avenida, el Obelisco aguarda pacientemente para abrirnos el camino hacia los Jardines de Tullerías, antesala del maravilloso Museo del Louvre. Las monstruosas dimensiones de la espectacular pinacoteca, la magnificencia de La Madelaine o de Los Inválidos, el emblemático Hotel de Ville, con su arrebatadora vista nocturna a través de los surcos de agua de las fuentes que flanquean la plaza… Todo ello nos recuerda con insolencia nuestra condición de insignificantes turistas, absortos de contemplar tanta belleza arquitectónica en estado puro.
Cruzar pacientemente los puentes sobre el Sena admirando las vistas de los edificios históricos a ambos lados del río. La experiencia inigualable de contemplar el esplendor de una ciudad surcada por el agua. Tantas cosas para tan poco tiempo… Un paseo por los majestuosos Jardines de Tullerías, una escala en la imponente Plaza de La Bastilla, o simplemente deambular por las adoquinadas calles cercanas a la catedral de Notre Damme, entre la orilla del Sena y el Hotel de Ville… La sola contemplación de los suntuosos muros de la catedral o de la fortaleza de la isla de San Luis, nos regala una extraña sensación retrospectiva que hace rememorar una historia no tan lejana plagada de revueltas populares, sublevaciones, sangrientas luchas internas, sueños de libertad… Un paseo por los episodios más trascendentes de la historia contemporánea de Europa que no deja indiferente por más que la visión del turista se torne contemplativamente dócil.
La esencia de la bohemia y la nostalgia se da cita en Montmartre. Pequeñas calles empinadas impregnadas de adoquines, casas blancas de piedra y madera con misteriosos ventanales que contemplan los innumerables cuadros expuestos al paso de los visitantes. A su lado se alza majestuoso el Sacré Coeur, con sus imponentes gárgolas desafiando a los que osan contemplar las cúpulas que custodian. La privilegiada vista que se puede disfrutar desde este templo nos permite contemplar la ciudad como un vasto y solemne manto de piedra blanquecina, un océano de cristaleras salpicado de torres, parques y avenidas.
La modernidad arquitectónica más exultante logra sorprender al visitante en cualquier rincón del recinto de La Defense, emblemático centro de negocios que ofrece una extensa y espectacular panorámica de París desde sus explanadas, espectacularmente alineadas con el Arco del Triunfo.
Y para despedirnos de semejante sobredosis de esplendor y belleza, nada mejor que un emotivo crucero por el Sena contemplando de nuevo tantas maravillas arquitectónicas que desafían el paso del tiempo, permaneciendo eternamente solemnes.
Perdí todas aquellas fotos… pero nunca se han borrado de mi mente. La evocación de este hermoso viaje permanecerá siempre en nuestra memoria, recordándonos que cuando la rutina, el desencanto o los sinsabores de nuestra existencia cotidiana amenacen con adueñarse de nuestras ilusiones, siempre nos quedará París como refugio de paz, serenidad y nostalgia para reencontrarnos con nosotros mismos, admirando las maravillas que el hombre ha sido capaz de esculpir.
Maravilla de post!
A pesar de haberla visitado tres veces, nunca he conectado con París. Quizá sea la monumentalidad con la que está diseñada la que me echa para atrás. Es una ciudad bonita, claro está, pero tiene ese punto frío, pedante y poco acogedor con el que nunca me identifico.
El post muy bonito, eso sí :)
A mi París me parece la ciudad más bonita del mundo. He tenido la suerte de viajar numerosas veces y lo mejor no han sido todos esos sitios maravillosos que comentas en el post Farrow, que lo son, si no tener tiempo para descubrir cada uno de los rincones que no se frecuentan por ser imposible abarcar en una sola visita, los mercados callejeros, las tiendas de barrio, los cafés, las casas modernistas y las de Le Corbusier, las iglesias recónditas, las panaderías y tiendas de queso, sus barrios multiculturales, y un gran etc…
¡La ciudad más bonita del mundo es Londres!
¡Shit! Más quisieran. Y no te parece rimbombante esa!! No me jodas!!
Para nada! Ya quisiera París tener el ritmo, la vitalidad y la amplitud de miras de Londres. Está hecha a escala humana, y no a escala de dioses como París.
Las ciudades son eclecticismo, no un mírame y no me toques.
No sé si será Paris la ciudad más bonita, pero lo que es seguro es que la ciudad más bonita no es Londres…Hombre, es que ni de coña.
Londres es muy meh y probablemente una de las ciudades más sobrevaloradas del mundo. Cara, no tiene gastronomía y la gente es desagradable nivel pro…
Y hay que definir un poco que es Londres: ¿Las orillas del Thamesis? ¿La city? Sí que tiene barrios chulos, pero es una sociedad ultraclasista, muy compartimentada por barrios, carísima a unos niveles de susto y ya no marca ni la vanguardia ni las tendencias en nada. Muchisima gente que dice vivir en Londres no pasan por Oxford St en años porque ir al centro es como ir a otro país. Y bueno, que hay zonas verdaderamente feorras y siempre con la sensación de que HAS BEEN
¿Y por qué no? Deme usted argumentos objetivos, si es que eso existe para comparar la belleza de las cosas.
Encima tuyo los acabo de dar.
Pero es que siempre se iguala orden con belleza y eso es una tontería, a mi entender. ¿París es bonita porque es ordenada y menos ecléctica, arquitectónicamente hablando, que Londres? Si a uno le gusta eso, pues vale, pero no lo establezcamos como baremo de belleza.
Prefiero cualquier calle abigarrada del barrio de Alfama en Lisboa a los Campos Elíseos con sus edificas cortados todos por el mismo patrón.
¿¿Y la sociedad francesa no es ultraclasista?? ¿¿Y París no es carísima??
Es que yo no he dicho que sea Paris la ciudad más bonita del mundo…Ni Paris ni Londres, vamos.
Pues yo insisto que para mi si lo es, como gran ciudad claro, luego hay otras pequeñitas que son de cuento pero que no se pueden comparar en patrimonio.
Has estado alguna vez en algún barrio de París? ¡Hijo que parece que solo estuvieran los Campos Eliseos! Tiene partes que son auténticos laberintos de calles sin ningún orden que evidencian su pasado medieval, por no hablar del valor artístico de sus monumentos, que sin despreciar los de Londres, les dan mil vueltas. Y en estos momentos lo que es caro es Londres, en Paris puedes encontrar oferta de todo tipo, evidentemente no si vas a Maxim’s.
Pues tiene más monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad Londres que París.
El Patrimonio de la Humanidad me lo paso por el arco del triunfo!!
Pero si acabas de decir lo del valor artístico de los monumentos de París frente a los de Londres, ordinaria!!
Por fin le veis las orejas a la loba cambiaargumentos según conviene!!
No voy a discutir sobre eso. Lo he estado mirando porque no tenía ni idea, pero desde luego comparar la Torre de Londres, el conjunto de Westminster, el museo de Geenwich o unos jardines que ni siquiera están en Londres y no los conoce ni su creador, los de Kew, con todas las Orillas del Sena con todo lo que hay… pues es un poco absurdo.
No cambio argumentos zorra!! Ya lo explico abajo. El día que Londres cuente con una Saint-Chapelle, una Torre Eiffel, una Notre Dame o un Museo d’Orsay, o un viaje por su rio en Bateux Mouche hablamos…
Es cierto como dice FakePlasticBoy que la exhuberancia y majestuosidad de los monumentos de París podría restar algo de encanto, de ese contacto con la realidad cotidiana que puede buscar el visitante que prefiere perderse por los rincones más recónditos de la cuidad, los restaurantes, las tiendecitas escondidas o el bullicioso ajetreo colorista de los mercados, las iglesias menos conocidas, que sólo conocen los autóctonos o residentes y no se encuentran en las rutas turísticas habituales, como bien dice Carlos. Conocer de cerca el encanto de los bajos fondos de una ciudad puede hacer que te atrape incluso más que el conjunto de los monumentos más emblemáticos.
Interesante debate el de comparar la majestuosidad monumental de París con la vitalidad multicultural de Londres, y también el de la subjetividad de la belleza arquitectónica, aunque en el encanto de una ciudad también entran en juego elementos como la gastronomía, el espíritu de su gente, el ambiente festivo o el paisaje. No me convence plantearlo en términos de competencia, porque cada ciudad atrae y seduce por unos motivos u otros. Berlín, Amsterdam, Edimburgo, Colonia, New York, Buenos Aires… en fin, que el mundo es maravilloso y no hay dos lugares iguales. Y eso es lo bueno. Para mi no hay nada como Londres (con lo bueno y lo malo), pero caí rendido ante la belleza de París, la inmensidad de Buenos Aires o la libertad de Berlín. No hay nada como viajar para abrir la mente.
Farrow que polite!! Estoy de acuerdo con lo que comentas pero a mi si me dicen cuál es la ciudad más bonita del mundo diría Paris, no hablo de divertida, molona, simpática, etc, etc… Es pura estética.
Yo la conozco poco. Tengo ganas de volver porque tengo la sensación, como dice C. del Palote de que está llena de pequeños rincones maravillosos que descubrir…
Pues si perrete!!, unos barrios maravillosos que no da tiempo a visitar ni siquiera en una semana.