A finales de julio de este políticamente ajetreado 2015, vino al mundo el que sin duda ha sido el nasciturus más paseado por mítines, mercados, debates televisivos y ruedas de prensa, y con más negociaciones parlamentarias intrauterinas de la historia política nacional. Nos referimos, por supuesto, al hijo de Susana Díaz, la flamante presidenta de la Junta de Andalucía, que dio finalmente a luz tras demostrarle al mundo de informativo en informativo que el embarazo no afectaría en absoluto al desempeño de su cargo y mucho menos al éxito de su intensa campaña electoral, con la inestimable ayuda del coche oficial y con su séquito siempre detrás para solventar cualquier contingencia gestacional o satisfacer el antojo de turno. Aún bajo los efectos de la epidural, a la sucesora de Griñán le ha faltado tiempo para anunciar que compartiría el período de baja maternal con su marido, no vaya a ser que Andalucía se pueda hundir (aún más) sin su presencia y resuelto manejo en los despachos, corrillos, dotaciones para formación e inauguraciones varias, o que la pérdida de cuota de pantalla de una Susana ya sin barriga pudiera hacer perder puntos al pesebrismo andaluz de cara a las reñidísimas Generales de finales de año.
Situación parecida se vivió hace unos años cuando la Vicepresidentísima Soraya Sainz de Santamaría (lo que habrá sufrido esta mujer rellenando su nombre y apellidos en exámenes y formularios a lo largo de su vida), hizo exactamente lo mismo, pariendo en plena campaña electoral de 2011, y tomando posesión de su cargo de Vicepresidenta apenas 11 días después del nacimiento, con el cordón umbilical aún supurando y los puntos recién quitados, cediendo a su marido la mitad del polémico permiso, no vaya a ser que una prolongada ausencia pudiera obstaculizar su meteórica carrera política, o relajar la tutela sobre el insigne gallego, haciéndole trastabillarse aún más en sus profundos discursos o, lo que es peor, desplazarse peligrosamente hacia el centro.
Pero no acaban ahí los ejemplos… cuando Carme Chacón asumió su cargo al frente del Ministerio de Defensa en un avanzado estado de gestación, el empeño en compatibilizar sus obligaciones políticas con el embarazo la llevó incluso a viajar a Afganistán para visitar a las tropas españolas (manifestando que ese viaje sería un “símbolo contra la discriminación de las mujeres embarazadas”), y llegado el feliz desenlace, tan sólo disfrutó de 42 días de la baja de maternidad, compartiéndola con su abnegado marido, argumentando que al vivir en el Ministerio, tendría a su hijo física, política y espiritualmente muy cerca… peregrino razonamiento para intentar demostrar la tan manida necesidad de conciliación familiar y laboral. De vuelta a la derecha, las tres bajas de maternidad de Lucía Figar, exconsejera de Educación de la Comunidad de Madrid, han durado entre 2 y 3 semanas, aduciendo que “cuando tienes responsabilidades de Gobierno, o estás o no estás”. Y cuando Cospedal, entonces Consejera de Transportes de la Comunidad de Madrid, fue madre en 2006, no dudó en embarcarse, a petición de Rajoy, como cabeza de lista en las elecciones autonómicas, cuando el niño aún no había cumplido un mes… años después, hemos podido comprobar la meteórica acumulación de cargos y de sueldos que su sacrificio maternal le ha reportado. En fin, en todos estos casos se trataba de trenes con altas perspectivas lucrativas que ninguna de ellas pudo dejar escapar. Cierto es que no se habría generado especial polémica de haber sido padre un Presidente, un Ministro o cargo institucional masculino el que acudiese raudo a su puesto de trabajo tras un par de días de paripé en el hospital y dejase a la mujer en casa antes de que el bebé se desprendiese del cordón, pero a nadie se le escapa que la gestación y el parto, y la consiguiente y necesaria recuperación y descanso, o la más que aconsejable lactancia materna, hasta donde sabemos, concierne únicamente a la madre. Por naturaleza.
Estos tristes ejemplos vienen a demostrar con nitidez la hipócrita contradicción entre los ideales que los políticos predican para los demás y el penoso ejemplo que dan con sus propias vidas. Es curioso cómo desde el ala derecha se les llena la boca defendiendo a ultranza los valores de la familia (tradicional, por supuesto, la formada por la prole generada entre hombre y mujer, aunque ésta, en algunos casos extremos, se vea pariendo sin cesar desde los 25 a los 40 para dar hijos a la Obra), pero los olvidan con suma facilidad cuando hay “intereses superiores” en juego, y si alguien se pregunta qué opinaron en su momento los obispos sobre las efímeras bajas maternales de Santamaría o Figar… que no busque en las hemerotecas. Mientras que en el ala izquierda se parten el pecho defendiendo los derechos de la mujer y luchando intensamente por conseguir la ansiada igualdad de género… pero, ¿qué han opinado de la efímera baja maternal de Díaz o Chacón los adalides de la defensa de la mujer Zapatero y Sánchez…? silencio. Lo que demuestra que la ambición de poder no se identifica con ninguna ideología en concreto, ya sea casta andaluza o casta genovesa, el caso es seguir en la picota, en una suerte de populismo de despacho, porque a esos niveles de responsabilidad el trabajo (que curiosamente delegan en su práctica totalidad) es lo más importante (quién si no va a salvar el país), aunque tengas que recuperarte del parto y un bebé que cuidar y alimentar, porque de eso ya se encargará alguna nani contratada como interna 24 horas, seguramente por el salario mínimo, faltaría más, que para eso las ampara la reforma laboral.
Que quede claro que no se trata de cuestionar el avance hacia la conciliación que ha podido suponer en algunos casos la posibilidad de compartir el permiso entre el padre y la madre, y que reconocen la mayoría de legislaciones europeas. Lo éticamente censurable en mi opinión es que estas mujeres con responsabilidades políticas aprovechen esa posibilidad legal para eludir sus obligaciones maternales, ignorando la necesidad de recuperación de la mujer del largo período de gestación y el traumático parto, o los beneficios de la lactancia materna, y subestimen el necesario fortalecimiento del vínculo materno-filial que el permiso facilita, anteponiendo a sus necesidades vitales y familiares intereses partidistas, como el control del gobierno o arrancar con su omnipresencia pública un puñado de votos, despreciando en definitiva con sus propios actos la extraordinaria importancia de la maternidad que tanto parecen defender.
Desde España siempre se ha puesto como ejemplo de buena gestión a los países del norte de Europa, mirando de reojo con admiración y cierta envidia los magníficos resultados de una fiscalidad responsable y eficiente, que consiguen instrumentar políticas sociales más equitativas, directamente enfocadas a la conciliación, en una clarísima apuesta por la mejora constante de la calidad de vida y la defensa de la familia (de cualquier tipo de familia), favoreciendo una crianza responsable de los hijos. Así, las envidiables cifras de permisos de maternidad y paternidad que disfrutan en aquellas latitudes, desde los 16 meses de Suecia, compartidos entre padre y madre percibiendo el 80% hasta los 390 días (donde el padre tiene la obligación de tomarse al menos 60 días + 10 días laborables a partir del nacimiento), a las 56 semanas de Noruega al 80% o 46 semanas al 100%, o las cuantiosas ayudas económicas germanas o francesas, resultan simplemente inalcanzables para un país como el nuestro, en el que la apresurada incorporación de la mujer al mundo laboral tras el franquismo impidió abordar con seriedad estas cuestiones, y aún se sufren sus secuelas. En un país en el que un embarazo ha sido y es motivo de despido para muchos empresarios, en el que un amplio sector de la población mayor de 50 considera que la baja por maternidad de 16 semanas es una pesada carga para las arcas de la maltrecha Seguridad Social, los 15 días de permiso por paternidad son vacaciones pagadas para el padre, o en el que en muchas empresas (según he podido ser testigo), la mujer que se acoge a una reducción de jornada o a una excedencia por cuidado de hijos es la primera en salir por la puerta en caso de reestructuración, algo me dice que no hemos entendido nada de nuestros lejanos vecinos nórdicos.
Me parece una entrada increíble, curradísima y a la que no se le puede poner una pega. Pero si comento es porque me han llamado dos amigas4 para decirme lo encantadas que estaba de leer algo así y de que les parecía increíble que lo hubiese escrito un tío.
Totalmente de acuerdo. Nuestros políticos nunca son ejemplos de nada. Y ya se cansa uno de que la sociedad tenga que ir siempre tres pasos por delante, tirando de ellos. Por malos que seamos, de verdad que no nos merecemos esta rémora…
GRACIAS. Por poner por escrito lo que tantas mujeres comentamos y hablamos y nos quejamos y rabiamos.
Yo soy autónoma y mi compañera (autónoma también) se levantó de la cama a los 7 días de haber dado a luz a sus gemelos y se fue a hacer un juicio porque no encontraba ningún/a compañero/a procurador/a que la sustituyera. Con un par, sus 18 semanas de baja (dos más por ser madre de gemelos) se han quedado en agua de borrajas y sólo en el mes de agosto (inhábil a efectos judiciales de plazos) lo ha podido disfrutar por entero con sus pequeños.
Ahora, en el día a día, hace malabares con sus padres que, encantados de ejercer de abuelos, cuidan de los peques todas las mañanas, porque 2 meses y medio después del parto, están a pleno rendimiento.