El cerebro, pobre, hace lo que puede.
Y no se las apaña del todo mal, la verdad, teniendo en cuenta que su trabajo es tomar decisiones en un mundo complejo de datos incompletos. Considerando las dificultades a las que se enfrenta en el día a día, se puede decir sin ironía alguna que el cerebro es una maravilla.
Y aun así, mete la pata continuamente. Es normal, como acabo de decir: no es fácil tomar decisiones en estos tiempos, y si no que se lo pregunten a los jueces de “La Voz”. El cerebro es un órgano en evolución, finito y con muchas imperfecciones. Sobre todo, los cerebros de los políticos de este país.
A nadie le gusta reconocer que se equivoca. Nuestros cerebros no son una excepción. Una vez tomada una decisión, nuestro cerebro hará todo lo posible para no bajarse del burro. Incluso decir que lo blanco es negro. Y como nosotros somos nuestro cerebros, pasa lo que pasa. Negamos con todas nuestras fuerzas la evidencia de que nuestros cerebros no siempre funcionan bien.
Pero vaya si meten la pata, los cerebros. Por mucho que nos joda admitirlo, ni todas nuestras decisiones son correctas, ni todo lo que creemos es verdad, ni todos los sucesos que decimos haber vivido sucedieron como recordamos. Hablando en plata: ni nuestra toma de decisiones, ni nuestros conocimientos, ni nuestra memoria son fiables. De todo esto, entre otras muchas cosas, se ocupa la neurociencia, esa cosa que tanto le gusta a Punset.
Cuyo cerebro, dicho sea de paso, también se equivoca un montón. Igual que el tuyo, amable lector, e igual que el mío.
Tomemos como ejemplo el conocido “sesgo de confirmación”. Es un hecho establecido que nuestros cerebros filtran la información nueva que les llega, clasificándola y aceptándola más fácilmente si ésta coincide con el marco conceptual existente en el cerebro. La información que no encaja tiende a ser relegada, olvidada o directamente rechazada. Ese es el motivo por el cual tendemos a creernos más las noticias de “nuestro” periódico que las del “contrario”. El sesgo de confirmación es una respuesta automática de nuestro cerebro y es muy difícil luchar contra él y ser ecuánime, como bien saben aquellos que intentan cada día cotejar distintas fuentes de información y formarse una idea propia.
Una forma de sesgo de confirmación que se ha extendido como la pólvora en la era de Internet es eso que los anglosajones llaman “cherry picking” (coger cerezas, en traducción literal). Me encanta la expresión. Consiste en lo siguiente: bucear por la web e ir descartando todas las fuentes que sean contrarias a nuestra opinión preestablecida, hasta dar con alguna que confirme lo que esperamos. Entonces a esa fuente se le da la mayor confianza mientras que se ignoran las demás. Y dado que en un archivo tan enorme como es internet siempre se puede encontrar alguna página que defienda cualquier cosa (desde que los vikingos eran negros hasta que las estelas de los aviones contienen sustancias químicas diseñadas para el control mental), siempre hallaremos algo que “confirme” nuestras ideas, por estúpidas que éstas sean.
El “cherry picking” es un pariente cercano de la falacia lógica conocida como argumento de proximidad, de la cual el argumento de autoridad es una forma extrema. Todos sabemos en qué consiste: aceptar como cierto algo no porque ese algo esté apoyado por la evidencia, sino porque lo ha dicho alguien en quien confiamos: alguien de nuestra familia o de nuestra tribu (en el contexto antropológico más ancestral e inmediato) o, viniendo a nuestras sociedades grandes y complejas, un líder religioso o político, una estrella mediática, un científico o un community manager de esos que se están poniendo de moda.
El sesgo de confirmación, el cherry picking y los argumentos de proximidad y autoridad son sólo unos pocos ejemplos de una amplia clase de trampas cognitivas de las que adolece rutinariamente nuestro raciocinio. Hay muchas más, y una de las cosas más interesantes que se está haciendo actualmente es estudiar este tipo de cosas.
No somos seres perfectamente racionales.
Pensar con claridad y sentido crítico no es algo que nos venga dado de forma natural.
El sentido común nos lleva a errores.
Y si piensas que tú, ser sobrehumano, estás por encima de estas trampas de tu propio cerebro, estás tristemente equivocado. Tú las cometes. Yo las cometo. Einstein las cometía. Buda las cometía. Incluso un ser tan puro y perfecto como la Cospedal las comete, aunque parezca difícil creerlo.
Luchar contra nuestra irracionalidad inherente es, en último término, una guerra perdida. Véase Tele 5. Pero aunque no se pueda ganar la guerra, se pueden ganar batallas. Existen mecanismos de control. Formas de pensar y de construir conocimiento que intentan limitar todo lo posible los daños de nuestro mecanismo cognitivo defectuoso. Son estrategias que nos resultan bastante antinaturales, y por eso cuesta mucho tiempo, años, aprenderlas, e incluso tras ese aprendizaje seguimos cayendo en los mismos errores una y otra vez. Estas son algunas de esas estrategias:
Rendirse a la evidencia. Si tu idea está en contra de la realidad, lo que está mal es la primera, no la segunda. Pero, ¿qué es la evidencia? ¿Una experiencia aislada? ¿Algo que le pasó a un amigo de un amigo? ¿Algo que siento en mi interior pero tú no puedes experimentar?
Buscar la intersubjetividad, si es que no se puede alcanzar la objetividad. Es decir: si mis sentidos son poco fiables y mi interpretación es falible, al menos intentar ver si otros sujetos están de acuerdo conmigo. ¿Significa esto que el conocimiento se establece por democracia? ¿Que la realidad objetiva no es más que un consenso? No, no me refiero a eso. Significa cosas más concretas: la evidencia debe ser experimentable por más observadores que uno mismo, los experimentos deben ser reproducibles, las hipótesis deben exponerse claramente de modo que otros sepan exactamente en qué consisten, los métodos y razonamientos pueden ser sometidos a crítica por cualquiera, el proceso por el cual se llega a una serie de conclusiones debe ser público y transparente…
Interpretar los datos con cuidado, teniendo en cuenta las fuentes de error y cómo de probable es llegar a unas conclusiones erróneas a partir de unas observaciones. Y la forma de hacer esto es mediante la que por desgracia es una de las más anti intuitivas y difíciles de entender ramas del conocimiento humano: la estadística. Es sutil y puñetera, la jodía: si lo sabré yo, que llevo más de quince años dedicándome a ella. Que la gente no entiende de estadística es algo que se comprueba todos los años cuando llega el Sorteo de Lotería de Navidad.
Estas tres estrategias, junto a unas pocas más que se han ido descubriendo laboriosamente a lo largo de los siglos, constituyen lo que se viene llamando “el método científico”: el conjunto de controles activos que el hombre pone sobre su razonamiento para evitar caer en las trampas cognitivas que le tiende su propia falibilidad.
La Ciencia no es la única forma de conocimiento que tiene el hombre. Pero es la única que lleva incorporada de fábrica un sistema de control de calidad, y la capacidad de corregirse cuando alguna de sus hipótesis se demuestra falsa. Y eso no tiene nada de mágico, sino solamente mucho tesón por parte de muchas personas.
Y es por esto que si me preguntan en qué creo más, en la gravedad o en las Siete Plagas de Egipto, respondo sin dudarlo que en la primera.
¿Tú no? Te respeto. Pero con este importante matiz: te respeto como persona, seguro que eres un individuo excelente, pero no respeto tus ideas. Me parecen una memez, porque no es lo mismo aceptar sin cuestionarlo algo que escribió algún pastor del neolítico y ha pasado por diez traducciones a boleo que creer en un hecho reproducible y constatado un millón de veces.
En el caso de la ciencia médica la situación es bastante más compleja que en el terreno de la física. La complejidad del cuerpo humano y la multitud de factores internos y externos que influyen sobre su salud es tan grande que resulta muy difícil no ya establecer teorías que sean contrastables sino incluso algo tan aparentemente sencillo como encontrar causas y efectos nítidos. Es por eso que en la investigación médica se implantan controles adicionales para mitigar errores: ensayos clínicos doblemente ciegos, grupos de control, técnicas de muestreo insesgadas, meta-análisis, etc… todo esto, repito, sometido al principio básico de que todos los estudios deben ser hechos públicos de forma detallada y sometidos al atento escrutinio de pares, es decir, de otras personas igualmente expertas en el tema del estudio y que harán todo lo posible por descubrir la más pequeña grieta en el razonamiento publicado.
Esto tiene sus fallos, sí. Es difícil luchar contra la ortodoxia (el paradigma, según Kuhn): un artículo que proponga una interpretación “escandalosa” va a toparse con más resistencia que uno que siga la corriente imperante, y esto se debe precisamente a que los científicos caemos en trampas cognitivas igual que cualquier otro hijo de vecino. Pero, de nuevo, el método científico con su constante obsesión por la evidencia y por la autocrítica ofrece una posibilidad de asentarse a las ideas nuevas, si éstas se van viendo apoyadas por la observación. Los paradigmas científicos no son inmóviles. La ciencia no es una forma de conocimiento perfecta, pero es la mejor que tenemos.
Y sí: la ciencia no tiene todas las repuestas. Pero al menos tiene pruebas de las respuestas que aporta.
Vale. Pero todo esto, ¿a santo de qué viene?
Pues a esto: si os encontráis con una persona que dice cosas como que “no hay calentamiento global”, o “el virus del VIH no existe”, o “las vacunas provocan autismo”, puede que tengan razón, pero es improbable. La evidencia científica existente, la que ha pasado el escrutinio del método científico, se inclina hacia lo contrario de esas tres afirmaciones. Si esa persona os dice que “ha investigado por su cuenta”, significa que probablemente no ha pisado un laboratorio en su vida y que lo que ha hecho ha sido navegar por internet, tal vez en sitios tan fiables como Forocoches o Yahoo Answers, hasta dar con la cereza que apoya sus ideas. Si os aporta como prueba un vídeo de Youtube, ahí tenéis vuestra cereza. Si os dice que sus desvaríos son correctos porque así lo han afirmado uno, dos o siete científicos de universidades americanas, recordad que los científicos individualmente nos equivocamos tanto como cualquier otro, y que no hay que concedernos autoridad por llevar una bata blanca sino por nuestro trabajo: hay científicos que creen en el creacionismo, científicos que defienden la supremacía aria y científicos a los que por algún inexplicable motivo les gusta Shakira. Preguntaos si esos científicos de los que os habla esa persona han publicado sus resultados de una forma clara, revisada por pares y si sus métodos y resultados reproducibles. Encontraréis que prácticamente nunca es así. Y también me juego algo a que esa persona, que sostiene esas ideas tan deplorables, posiblemente sea un individuo perfectamente sensato y racional en otros campos de su vida, porque las trampas cognitiva son así: aparecen donde uno menos se las espera, y siempre atacan a morder en las partes más blandas.
«The opposite of knowledge isn’t ignorance, but rather misinformation posing as knowledge»
Plas, plas, plas, plas
A sus pies.
Le aseguro que pa que yo me lea un texto de esta temática y de este tamaño tiene que gustarme y este me lo he leído. Entero.
En cuanto al post…Leerse el texto es una cosa y aplicarse el cuento es otra, porque a ver quién le pone el cascabel al gato..Y de hecho…¿De verdad habrá alguien capaz de llevarlo al extremo y analizar todo lo que le entra al cerebro? ¿Se podrá considerar esa persona como «humana»?
No MM, eso es un TOC o padece algún tipo de psicopatía ….
¿Me estás preguntando, amigo MM, si es sobrehumano ejercer el pensamiento crítico? No, no es ni sobrehumano ni inhumano. No ejercerlo, por contra, sí es subhumano.
El caso de los negacionistas y los conspiranoicos (ambos grupos suelen coincidir, pero no siempre), es un Quiero Y No Puedo: «hola, soy una persona súper crítica e independiente y no me creo nada de lo que dicen los medios de comunicación. Por tanto, me creo a pies juntillas una cosa que he leído en internet acerca de que una logia de lagartos que viven en el centro de la Tierra controla la Historia desde hace diez mil años».
Otra cosa bien distinta es que uno pueda tener éxito en la mentalidad crítica el 100% de las veces. Eso, seamos realistas, no es posible. Te puedo hasta demostrar matemáticamente por qué es irrealizable ser mentalmente coherente (salvo que uno sea más sencillo que el mecanismo de un chupete). Pero entre creerse cualquier cosa que diga el primer gurú que aparezca y negar absolutamente crítico con todo hay un abanico de posibilidades. Yo creo que merece la pena afinar el mecanismo de la crítica, incluyendo en primer lugar la autocrítica. Y eso no tiene nada de patológico.
A ver; más que con la realidad , me refiero un pensamiento crítico con uno mismo , con su vida personal y con las relaciones que se mantienen con la gente; ahí es donde me parece dificílisimo mantener un pensamiento crítico sin renunciar a algunas cosas como por ejemplo, los sentimientos…
Lo de la autocrítica es una leyenda urna’ XD
En serio, se necesita una madurez tal para practicarla q hace imposible llegar a ella, es el pez q se muerde la
Cola
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El cerebro humano es mucho más complicado. A mí me encantan los negacionistas del VIH que sin embargo vienen a verme. Yo siempre les pongo el mismo ejemplo, yo no creo en dios y ni por asomo se me ocurre ir a una iglesia o entablar una conversación con un creyente sobre si dios existe o no. Si tú no crees en el VIH por qué vienes a un sitio en el que sí creemos.
Los caminos del ser humano son inescrutables.
Amen! Qui cir, q me encanta el artículo y me apropio del última foto
Yo los llamo «negaos» en vez de negacionsitas!!! Me quito el sombrero ante tu artículo! Gracias por lo q me toca. Bss.
¡Fan absoluta de ‘Científico Loco’!.
Me guardo este artículo en mi biblioteca de escepticismo científico.
Da gusto encontrarse por aquí esta defensa del método científico y del pensamiento crítico (por compensar un poquito tanta afirmación mágica e irracional, tanta pseudociencia…¡que tienen un peligro! ). ¡Es que no le falta de ná al Atroz!
Por cierto ¿puedo hacer una sugerencia?: no sé si entra en tu ámbito de conocimiento o interés, pero ¿para cuándo un artículo sobre Turing?
La verdad, no veo la relación o la posible oposición entre pensamiento crítico y sentimientos… ;-)
Tendré que pensarme seriamente lo de Turing, jeje. ¡Gracias a todos por los comentarios!
Pues que alguien me expique como se puede adoptar un pensamiento científico a las emociones propias y sentimientos! Juro que no sé como es posible que se haga!
Maravilloso post
Magnífico post. ¡Bravo!