Llevo días tratando de poner en palabras mis sensaciones tras la vergonzosa victoria de los dos personajes que han revalidado sus puestos de poder en este lugar que es ahora Madrid. Me ha costado mucho esfuerzo hacerlo de un modo sereno sin que, literalmente, me lleven los demonios. Madrid es la Villa donde nací y resido. Hace no mucho fue un lugar abierto, plural, alegre, acogedor y, sobre todo, libre casi de verdad y digo casi porque aún quedaba mucho por avanzar. Desde luego no me refiero a la libertad que esgrimen los neofascistas que nos rodean, especialistas en secuestrar símbolos y palabras para retorcerlas y pervertirlas hasta ponerlas al servicio de sus repugnantes fines, sino aquella Libertad con mayúsculas, por cuya facultad cada persona podía hacer su voluntad sin vulnerar a otros ni ser violentado por ser humano alguno, y me permito recalcar esta frase. Lamentablemente, de ese Madrid queda muy poco. Lo que tenemos ahora ante nuestras narices, se parece más a un enorme y sucio páramo, yermo y sofocante, que no reconoce ni mi propia madre, que tiene 86 años, es Gata auténtica y nació en mitad de un bombardeo en noviembre de 1936. Así que imaginad qué está sintiendo tras las cosas que ha visto y vivido. Y lo peor es que lo de aquí se está reproduciendo en otros lugares que también fueron vergeles de Libertad.
Diréis que tenemos lo que ha escogido la Mayoría y yo cambiaría ese sustantivo por Muchedumbre. Hay una gran diferencia entre un término y otro aunque, en su base, tenga casi el mismo significado. Muchedumbre se puede aplicar a los animales, mientras que Mayoría no: es privativa de las personas. La muchedumbre carece de pensamiento y entidad individuales, mientras que la mayoría está formada por un conjunto de personas independientes en mente y forma. Bajo estas premisas, quiero explicaros que existe un término para calificar lo que, a mi juicio personal, sucedió el pasado 28 de mayo, y es una de las deformaciones que pueden sufrir los procesos democráticos. Se trata de la Oclocracia. Y ¿qué diablos es eso? Pues la Oclocracia es la autoridad de una muchedumbre corrompida, desinformada, manipulada y tumultuosa, que se impone en tropel al resto. Os suena ¿verdad? Pero, pero… entonces ¿cómo hemos llegado a este punto? Por obra y gracia de los medios mayoritarios de comunicación, en manos de quienes ya sabemos, quienes se han encargado de conseguir esta degradación mediante una desinformación sistemática. Lo que la iglesia viene haciendo desde el siglo II pero con soporte tecnológico. Así ha sucedido.
En paralelo a la carcundia y la rancedumbre que nos rodea, algo está yendo peligrosamente mal entre las personas de este lado del Arcoíris: un espacio acogedor a pesar de que no siempre fue cómodo ni seguro. Últimamente estábamos consiguiendo componer ese lugar en el mundo a base de ir ganando el reconocimiento de nuestros derechos humanos y, por extensión, estar protegidos del odio, de la inquina y la violencia que siempre se han ejercido contra las personas distintas del resto. Hablo en pasado porque, si la situación sociopolítica continúa como parece, vamos a perderlo antes de haber conseguido construirlo del todo.
¿Sabéis qué observo? Pues que nuestro Colectivo LGTBIQA cada vez se parece más a esa masa que mencionaba antes. Está claro que todos tenemos una mente y unos sentimientos particulares -pensar de otro modo sería una necedad- pero hay asuntos, circunstancias y situaciones que nos unen inevitablemente y, entre nosotros, hay quienes reniegan de muchas cosas, empezando por el propio concepto de colectividad. Todo provocado una vez mas por la manipulación informativa, plena de mensajes tóxicos en los que, violando de nuevo la palabra, se pretende reducir nuestro espíritu de comunidad hacia una conjunción negativa; algo que se podría denominar gueto y que, al fin y al cabo, es lo que los odiadores de cabecera realmente pretenden alcanzar: el aislamiento de los que consideran distintos, utilizando unos presuntos estigmas físicos, morales e incluso fisiológicos si atendemos a determinadas enfermedades que se nos achacan, como si fuese algo privativo de nuestra naturaleza y modo de vivir. Nos quieren de nuevo asustados, acorralados, débiles y culpables. No lo van a conseguir.
También quiero pensar que hay muchas personas LGTBIQA jóvenes y/o bien acomodadas: tienen sus parejas o cónyuges, sus hijos, sus hogares… Poseen sus flamantes derechos y ya está. Es algo que han recibido, por su juventud o posicion social, sin esfuerzo e ignoran el coste que ha supuesto todo eso. Aunque lo peor es que estos individuos no son conscientes de que dichos derechos están en peligro, no pueden imaginar en absoluto cómo serían sus vidas si las trasladásemos, por no ir muy lejos, a 1980. Pensad qué consecuencias podía tener algo tan inocuo como, por ejemplo, ir de la mano con tu pareja por la calle. De ahí en adelante.
Por otro lado, según van pasando los días, observamos como la presunta derecha moderada, la ganadora, miente una y otra y otra vez, en cualquier cosa, con tal de arañar virutas de poder. Ya conocemos los resultados nefastos de sus concesiones temerarias al fascio cavernoso (Castilla y León) y vemos que entregan también elementos trascendentales como Educación y Asuntos Sociales (Valencia) Tampoco muestran ningún pudor en mercadear con la eliminación de instrumentos tan importantes como las Oficinas Anticorrupción (Baleares). Creen que tienen poder cuando no se dan cuenta de que lo han entregado en realidad, y a las peores manos, por no decir garras. El panorama es desolador.
Hace unas semanas leí un libro sorprendente que presenta una visión ligeramente distópica de todo esto que está sucediendo y digo ligeramente porque, tras la sucesión de acontecimientos, nos estamos aproximando a sus ficciones de una manera terrorífica. El libro de llama “El Síndrome de Casandra” es de Jan.J. Martí , hablé sobre el en esta reseña y, de verdad, que es no sólo es recomendable, sino casi necesario.
Por cerrar esta parrafada y no hacerla más insoportable lanzo esta pregunta/reflexión personal ¿Cómo es posible que personas inteligentes sean capaces de entregar su confianza, su seguridad y, por extensión, sus derechos fundamentales a gente que los ignora y, además, trata de arrebatarlos sin ninguna clase de miramiento? Y voy mas lejos aún: entre esa gente que menciono, hay algunos que directamente nos exterminarían por el mero hecho de existir como LGTBIQ. ¿De veras no os dais cuenta de lo que puede llegar a suceder?
Dicho ya todo esto, quiero llamar a la reflexión, nuestro modo de vida está en verdadero peligro.
No es cosa de ahora, esto se lleva fraguando unos cuantos años. Hay mucho eterno agraviado que lo único que muestra es no tener nada de empatía por los demás y hasta ahora no habían tenido el valor de quitarse la careta.
Por mucho que nos quejemos de los políticos, son un reflejo de la sociedad mucho mayor de lo que nos pensamos.
Y si a esto le sumas el ridículo de Sumar y el veto a Irene por parte de la oportunista Yolanda, pues ahí lo llevas. Parece que busquen 4 años de derecha… Porque votos no creo que se lleven muchos, el mío desde luego que no
No votar como mecanismo para evitar que la ultraderecha gobierne es un plan sin fisuras. Pues deja que te diga que quién prefiere cuatro años de ultraderecha en el gobierno del país, o es un incosciente o un cómplice.